EL PAíS › COMO SE PLANEO LA CELEBRACION MAS GRANDE DE LA HISTORIA ARGENTINA

La trastienda de una fiesta

La organización comenzó en septiembre, a cargo de tres funcionarios y tres especialistas en espectáculos masivos. La Presidenta supervisó el argumento del desfile y las proyecciones. Hay más de 500 horas de grabación para editar al menos tres DVD. Trabajaron 44 empresas y se gastaron 40 millones.

 Por Eduardo Videla

“Después de esto, podemos organizar un recital de la Luna”, exagera en tono de broma uno de los integrantes del equipo que organizó la celebración del Bicentenario. La frase, dicha como al pasar, da cuenta del estado de ánimo de esas tres personas que, después de haber dedicado su vida a la organización de espectáculos y eventos, jamás soñaron con estar al frente de un acontecimiento de semejante masividad. Calculaban una asistencia de 300 mil personas por día y 800 mil para el cierre, pero el número final superó en casi el triple las expectativas. Y no hubo desbordes ni fisuras para lamentar: sobre una concurrencia de casi seis millones de personas en cinco días, no hubo un solo herido; el SAME atendió en total a 1370 personas pero en todos los casos se trató de lipotimias, desmayos o intoxicaciones.

Todo empezó en septiembre de 2009. El secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, convocó a Javier Grosman, un productor del circuito under, que sumó a dos de sus colaboradores más cercanos. Juntos integraron la mesa chica de las decisiones, con el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el titular del Sistema de Medios Públicos, Tristán Bauer.

“La consigna la dio la Presidenta: tenía que ser una celebración federal, participativa y latinoamericana”, dice a este diario uno de los integrantes de esa mesa chica que prefiere mantener el anonimato. Esa pauta pretendía plantar un contraste con la celebración del Centenario, en 1910: una fiesta elitista, casi exclusivamente porteña y pensada a la europea. Fue así que se dio participación a todas las provincias, un protagonismo que se multiplicó a medida que se armaba la escena: primero iban a ser stands, pero luego se sumaron los puestos gastronómicos y los escenarios –uno solo no iba a alcanzar para contener a todos los artistas del interior– y la participación en el desfile federal. Lo mismo ocurrió con los países latinoamericanos que participaron.

La propia Presidenta se ocupó de supervisar el trabajo hasta último momento: cuando vio el audiovisual que se iba a proyectar sobre el Cabildo, pidió conocer a las actrices que se habían seleccionado para representar a la Argentina en el desfile de Fuerza Bruta o revisó el argumento del espectáculo: pidió, por ejemplo, que la escena dedicada a los países latinoamericanos vaya al final, de acuerdo con el momento histórico actual, cuando se da la mayor unidad entre los países de América latina.

Otros cambios se hicieron sobre la marcha, a pura improvisación teatral: “Salió primero la escena de los pueblos originarios porque la grúa de la que se suspendía a la Argentina (la actriz que flameaba en el aire como una bandera) se demoró en arrancar”.

¿Cómo llevar a cabo una propuesta con pretensión de pasividad con un grupo teatral de vanguardia, como Fuerza Bruta? La apuesta de Grosman fue aceptada por las autoridades; Diqui James –director del grupo teatral– presentó el proyecto con una serie de escenas. Algunas se eliminaron, como la que representaba un partido de fútbol, ya que “estaba montada en un camión y resultaba peligrosa”. Otras fueron agregadas, como la Vuelta de Obligado, “un episodio muy representativo de nuestra historia: una situación de derrota, de desventaja, que logra ser superada con una estrategia, con imaginación, algo que representa mucho a lo argentino”, explica uno de los organizadores.

Para la puesta de Fuerza Bruta hubo que contratar a 18 empresas: camiones, plataformas, sonido, iluminación, vestuarios, provisión de gas para las escenas con fuego, entre otras. El presupuesto fue el mayor de toda la celebración: 15 millones de pesos, sobre un total que se estimó en 40 millones.

Para la instalación de todo el Paseo del Bicentenario hubo que contratar a un total de 26 empresas: desde los estudios de arquitectura que estuvieron a cargo del diseño, hasta proveedoras de estructuras tubulares (se utilizaron todas las existentes en la ciudad de Buenos Aires y alrededores) para el armado de stands y los vallados, las encargadas del sonido, luces, armado de palcos, provisión de energía, pantallas y la instalación de 542 baños químicos, que resultaron pocos para la multitud de asistentes.

Las provincias recibieron los stands “llave en mano”, pero tuvieron que ocuparse del traslado y alojamiento de la gente que trabajaba en cada puesto. En cuanto a las colectividades, también recibieron ayuda para el transporte de las delegaciones, especialmente las más numerosas, como las de Bolivia y China.

La selección de los artistas también estuvo a cargo de esa mesa chica. Pocos quedaron afuera de la convocatoria: “Sondeamos a Charly García, pero la gente que está con él nos pasó una cifra muy alta. A (Luis Alberto) Spinetta no lo llamamos porque después del recital con las banda eternas, el año pasado, dejó de actuar en escenarios”, explican. Hubo quien cortó una gira internacional, como Víctor Heredia, para estar presente, y quien pidió participar, como Soledad Pastorutti pese a estar en los veinte días previos al parto. “En realidad, Soledad iba a ser la presentadora de todo el segmento de folklore, pero como se reprogramó por la lluvia terminó cantando.”

No fue fácil la selección de músicos ya que “se apuntó a convocar a un abanico amplio de artistas”. Y por eso muchos quedaron fuera del escenario principal, aunque convocaron multitudes en los laterales, dedicados a las provincias. Fue el caso de Abel Pintos, Los Palmeras, Tomás Lipán y Los Tekis, que actuaron ante unas 40 mil personas en el medio de la 9 de Julio.

Los músicos más comprometidos con la organización, recuerdan los organizadores, fueron Li-tto Nebbia –que armó el segmento de rock argentino–, León Gieco, que actuó de maestro de ceremonias del concierto del sábado con los artistas latinoamericanos, y Fito Páez, que “puso el cuerpo para el armado del cierre”.

Cuando se pregunta qué cosas no salieron bien, no son muchas las respuestas. “Estaba prevista la participación de Jorge Rojas desde el Chaco salteño, se iba a pasar en directo por las pantallas, pero falló la transmisión”, reconocen. Pero prometen que la actuación del folklorista está grabada y va a ser incluida en un DVD de próxima aparición. Para eso cuentan con más de 500 horas de grabación registradas con seis cámaras móviles y una fija. “La idea es editar al menos tres DVD, con los recitales, los desfiles, el espectáculo de Fuerza Bruta y la presencia de la gente, para que quede un registro de la celebración más grande de la historia argentina”, aseguró la fuente consultada por este diario.

Hubo artistas menos visibles, como los integrantes del Grupo Trimarchi –dedicados a las intervenciones urbanas y al diseño– y medio centenar de graffiteros que trabajaron durante los días de la muestra en las paredes de los stands provinciales.

Tres imágenes superpuestas resumen, para el hombre que trabajó en la organización, el significado de lo ocurrido el fin de semana pasado. “El lunes, mientras cantaba Isabel Parra en el escenario, en las pantallas se veían las imágenes de la Selección y, por el aire, pasaban los aviones de la Armada pero sin bombardear a la multitud, como lo hicieron en el pasado.” Tres imágenes superpuestas entre centenares que van a quedar grabadas en la memoria colectiva.

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Imagen: Alejandro Leiva
 
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