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El plan y los escuderos de la gran esperanza blanca del establishment

El sueño de Ricardo López Murphy es ampliar el histórico diez por ciento que alcanza en elecciones la derecha argentina. Para ello, además del Movimiento Federal, por ahora cuenta con el apoyo de Jorge Enríquez en Capital y Helios Eseverri en provincia, radicales y polémicos ambos.

 Por José Natanson

Convertido en la nueva esperanza blanca del poder, Ricardo López Murphy busca ampliar el histórico diez por ciento de la derecha argentina. Su plan consiste en apuntar al electorado radical, para lo cual cuenta con el apoyo más o menos abierto de dos dirigentes. En la Capital, su referente es el legislador ex delarruista Jorge Enríquez, que suele aparecer en Canal 9 defendiendo un proyecto para limitar el trabajo de los chicos que limpian vidrios en los semáforos. En la provincia, su apoyo es el intendente de Olavarría, Helios Eseverri, un funcionario serio que no ama el rock ‘n roll: en 1997 se hizo famoso cuando prohibió sobre la hora un recital de Los Redonditos de Ricota.
Desde la recuperación democrática, en 1983, la derecha tuvo su expresión electoral primero en la UCeDé de Alvaro Alsogaray y después en Acción por la República, la criatura política de Domingo Cavallo. López Murphy, su nuevo referente, cuenta con un plus importante: a diferencia de ellos, no participó de ningún gobierno militar.
Partiendo de esta ventaja comparativa, el ex funcionario insiste en cada una de sus apariciones públicas en que no es un dirigente de derecha, un conservador o un reaccionario, sino un “liberal progresista” (para él, desde luego, la expresión no es contradictoria).
En concreto, el objetivo consiste en convencer a los sectores medios y, sobre todo, a los tradicionales votantes radicales, para lo cual cuenta con la inestimable colaboración de sus ex compañeros de partido. López Murphy –que durante su paso por Economía anunció un ajuste feroz que recaía fundamentalmente sobre la educación– ha incorporado a su discurso algunos tópicos que hasta hace poco le eran ajenos: la educación, la política alimentaria, el drama social, la cultura, y la ciencia y la tecnología.
Hasta ahora hay que reconocer que a pesar de la fenomenal crisis que atraviesa el radicalismo la sangría ha sido limitada: el ex ministro sumó el apoyo de José Lladós, que se encarga de la coordinación política de la campaña, y de Enríquez, cuyo módico reconocimiento mediático se debe básicamente a su proyecto para controlar a los limpiavidrios.
En la provincia de Buenos Aires cuenta con el respaldo de Eseverri, que –aunque no renunció al radicalismo– está dispuesto a trabajar silenciosamente a favor de López Murphy, a quien declaró “visitante ilustre” durante su paso por Olavarría.
En agosto de 1997, Eseverri prohibió sobre la hora un show de los Redondos a pesar de que ni la policía ni el entonces secretario de Seguridad bonaerense, Carlos Brown, lo habían objetado. “La policía de la provincia no tiene el mismo ejercicio que la Federal, que asume actitud de estatua cuando la insultan, escupen o atropellan. Alrededor de este grupo se mueve un sector de delincuencia de tipo barra brava que oscila entre 400 y 500 personas”, fue la explicación del intendente. El entonces vicegobernador, Rafael Romá, era un fanático de Patricio Rey y calificó de “locura” la decisión de Eseverri.
Además, López Murphy sumó el apoyo informal del escritor Marcos Aguinis, quien no aceptó el ofrecimiento de la candidatura a vicepresidente, pero sí se animó a comparar al ex ministro con Sarmiento. “Si se le saca el bigote y el pelo, tiene la cara de Sarmiento, la mordida de Sarmiento y una decisión firme para que se devuelva la confianza”, señaló en un reportaje.
Y aunque también incorporó al ex UCeDé Fernando Bustelo y al ex cavallista Guillermo Cantini, el aporte más importante es del Movimiento Federal, una docena de partidos y partiditos provinciales que se unieron detrás de la candidatura del economista y consensuaron el nombre del vice, el salteño Ricardo Gómez Diez.
Las agrupaciones provinciales tienen estructuras afianzadas en muchos distritos, muchos de ellos dominados por los partidos tradicionales y habitualmente hostiles a las nuevas fuerzas. Su principal aporte consiste en los fiscales. Según los cálculos de López Murphy, se requieren al menos 100 mil militantes para controlar correctamente la elección.
Además, los dirigentes provinciales acumulan largas trayectorias, que en algunos casos, como el de Alberto Natale, incluyen cargos importantes durante la dictadura. Viejos conocedores de la política criolla, se convirtieron en una ayuda clave para la construcción de una fuerza nueva. “Ven cosas que yo no veo, las trampas que nos ponen los partidos tradicionales. Se saben todas las mañas”, reconoce el economista en la intimidad.
Recientemente llegado de unos días de sol en Cariló, López Murphy luce distendido en las nuevas oficinas de su partido, cerca de la Plaza San Martín. Aprovechó las vacaciones para descansar y leer. Fascinado con el último ensayo de Juan José Sebreli, Historia de las ideas políticas argentinas, ha decidido preparar dos libros, que estarán listos antes del 27 de abril y se sumarán al que ya editó junto a Oscar Salvadores, titulado Razón o demagogia: el primero es una especie de análisis de sus principales ideas; el segundo, una recorrida por su trayectoria, desde sus inicios en la militancia hasta su transformación en un neoliberal orgulloso y sin titubeos.

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Ricardo López Murphy en campaña por la costa. Busca arrastrar el voto de los radicales.
Sus escuderos se hicieron famosos por perseguir a los chicos limpiavidrios y echar a los Redondos.
 
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