EL PAíS › OTRO CHICO QUE PUDO RECUPERAR SU IDENTIDAD

“Ahora sí puedo tener hijos”

Abuelas de Plaza de Mayo presentó al 75º joven que recuperó su identidad. Fue el primero que participó de la respectiva conferencia de prensa. Horacio cuenta la historia de su vida.

 Por Victoria Ginzberg

Horacio Pietragalla Corti respiró hondo, apretó la mano de su novia, que estaba sentada a su lado, y leyó en voz alta: “Quiero contar esta dura y gratificante experiencia que la vida y Dios eligió para mí, debido a que no existe verdadero hombre sin verdadera identidad”. Hace dos meses Horacio Pietragalla Corti creía que se llamaba de otra manera, pero ahora sabe que es hijo de desaparecidos y que fue secuestrado cuando era un bebé. Ayer, en una conferencia de prensa en la sede de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, contó su historia. “Es duro enterarte cómo mataron a tu mamá y a tu papá, la búsqueda de un cuerpo que no está, pero todo se gratifica con saber la verdad. Ahora puedo tener una vida sana, tener hijos”, dijo como mensaje a otros jóvenes que piensan que pueden ser hijos de desaparecidos.
Fue la primera conferencia de prensa en la que las Abuelas de Plaza de Mayo anuncian que un nieto recuperó su identidad estando él presente. Resulta que la de Horacio es la historia de una búsqueda mutua. Eso, y las características peculiares que hacen que cada encuentro sea único, como cada biografía, hicieron que Horacio estuviera allí, ayer, con sus rulos morochos y su imponente altura, para hacer emocionar a las Abuelas.
Horacio nació el 11 de marzo de 1976. Su papá, Horacio Pietragalla, fue asesinado en Córdoba en 1975 y a su mamá, Liliana Corti, la mataron en un operativo efectuado en una casa en Villa Adelina el 5 de agosto de 1976. Horacio estaba en ese lugar y fue secuestrado por los militares. Según él mismo narró, fue entregado a la familia que lo crió por el represor Hernán Tetzlaff, quien se apropió de otra hija de desaparecidos, Hilda Victoria Montenegro. “Mi madre del corazón, una mujer que trabajaba como empleada de un teniente coronel, se interesó por mí ya que yo estaba destinado a una pareja, familiar de este sujeto, la cual, arrepentida, dejó atrás tal encargo”, contó Horacio desde su carta leída en la sede de Abuelas.
“El día que confirmé que mis padres eran desaparecidos y asesinados por la Triple A y la última dictadura militar que nos tocó sufrir a todos los argentinos, no fue tan sorprendente para mí, ya que el tiempo, el destino y el presentimiento me fueron preparando para esta noticia”, afirmó el joven. El 11 de marzo pasado Horacio se enteró de que era hijo de desaparecidos. No lo sabía, pero era su cumpleaños. Ese día habló con el secretario del juez federal Roberto Marquevich, Walter Rodríguez, quien le dio la orden para que se realizara el análisis genético pero, además, consiguió que una persona cercana a Tetzlaff ratificara su sospecha.
Horacio, que trabaja como repositor en un supermercado, dijo que desde chico intuía que no encajaba en su familia. “Dentro mío había un presentimiento extraño que fue creciendo junto a mí. Siempre busqué un parecido físico con alguien debido a que tengo rasgos y cualidades muy distintas a ellos, nunca encontré una respuesta convincente, aumentando más mi presentimiento”, aseguró. Desde hace mucho tiempo la duda para él no era si era adoptado o no, sino si era o no hijo de desaparecidos. La cercanía de Tetzlaff, que vivió desde siempre en su mismo edificio, acrecentó sus sospechas. El represor, que actualmente está internado en un hospital, fue condenado a ocho años de prisión por la apropiación de Montenegro. La abogada de Abuelas, Alcira Ríos, informó que ya fue citado a declarar en la causa Pietragalla, en la que también será juzgado.
El joven habló ante micrófonos y cámaras de televisión con voz clara. Mostró a todos las fotos que lo congelaban bebé en los brazos de su mamá. La seguridad que transmitía, al margen de los más que comprensibles nervios, hacía creer que el vértigo o el pánico que padecen, en algún momento, todos los chicos apropiados, ni siquiera lo hubieran rozado. Sin embargo, Horacio necesitó de un empujón para dar el primer paso y acercarse a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). La ayuda, aunque parezca un poco cursi decirlo –pero en rigor es la verdad– se la dio el amor. Magalí –que lo acompañó ayer, como durante toda su búsqueda– y sus ganas de formar una familia con ella hicieron quese decidiera a disipar sus dudas. Eso sí, una vez que tomó la resolución, no titubeó. “Soy Horacio Pietragalla Corti y voy para allá”, fue lo que dijo cuando llamó a Abuelas apenas supo los resultados de sus análisis de ADN.
“La confirmación genética no fue más que una felicidad interminable. Ese mismo día conocí a mi familia biológica. Fue tan fuerte, tan maravilloso, como si los hubiera esperado o buscado todos estos años. Me confesaron y comprobé el parecido con mi madre y padre, me enteré de la clase de personas que eran, su lucha por un país más justo e igualitario, su amor que se fortaleció con la muerte de un hijo, sus muertes. La lucha de mis abuelos por encontrarme, las preguntas incansables de mis tíos y primos de dónde podría yo estar”, dijo Horacio antes de agradecer a las Abuelas, a sus familias de crianza y biológica y a sus papás desaparecidos. Mientras hablaba, la casa de las Abuelas se cargaba de emoción. Buscarita Roa, que recuperó su nieta hace tres años, se levantaba los anteojos para secarse las lágrimas. Reina Waisberg, que aún no encontró a su nieto, no se las limpiaba. Al lado de Horacio, Estela Carlotto sonreía con ojos brillantes. –¿Justificás que tu mamá te haya llevado a un lugar peligroso? –le preguntó a Horacio una periodista, en la conferencia de prensa, en alusión a la casa de donde lo secuestraron y mataron a su madre.
–Para mí ése no era un lugar peligroso, peligrosa era la Argentina –contestó y se ganó el aplauso de los presentes.
Horacio posó para las cámaras con las Abuelas (“de no tener ninguna pasé a tener como cuarenta”) y con otros jóvenes que recuperaron su identidad y que, como planea hacer él, trabajan ahora en la institución: “Lo hago por el pibe que está mirando, que es un pibe grande, como yo. Le digo que no lo dude, esto se siente adentro”.

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Horacio Pietragalla Corti refirió la historia de sus padres y la suya propia, entre sonrisas.
“Quiero contar esta dura y gratificante experiencia. No existe verdadero hombre sin verdadera identidad.”
 
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