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El socialismo francés se lanza aggiornado

Del congreso de los socialistas franceses del fin de semana surgió la tarea de volverse una alternativa política creíble, pero con reformas, en contra de las medidas que propugna el gobierno.

 Por Eduardo Febbro

Página/12
en Francia
Desde París

Sin síntesis general al horizonte capaz de reconciliar las diversas posturas políticas frente a los retos del mundo moderno, el Partido Socialista francés concluyó ayer su decimoséptimo Congreso con un punto positivo: cierta unidad en torno a la postura reformista de su actual primer secretario, François Hollande, y un evidente retorno al primer plano de la política facilitado por el contexto social francés, agitado a raíz de un controvertido proyecto de reforma del sistema de jubilaciones impulsado por la derecha gobernante. François Hollande proclamó “el retorno de los socialistas” al tiempo que puso de relieve la necesidad de preparar al PS para que, por encima de la lógica alternancia propia a la democracia, se establezcan las condiciones de una alternativa política verosímil.
“Del Congreso de Dijon (ciudad donde se llevó a cabo) salimos más fuertes, más unidos, más determinados”, dijo Hollande ante una asistencia dividida al principio, pero conquistada a lo largo de la hora y media que duró su discurso de cierre. Recuperando el tono combativo de antaño, el dirigente socialista fustigó con vehemencia al actual gobierno utilizando siempre como catapulta la “alternativa” socialista como arma opositora. “Es una mala noticia para la derecha, para el gobierno de Jacques Chirac. Ahora saben que una oposición determinada, firme y responsable se levantará en su camino como un obstáculo, que la época de las promesas llenas de falacias se acaba, que las dificultades se hacen presentes y que una alternativa se prepara.” Las frases escuchadas en la tribuna contrastan con el consenso que caracterizó al último año durante el cual los socialistas se buscaron a tientas en la oscuridad de las sucesivas derrotas de abril, mayo y junio del 2002 (elecciones presidenciales y legislativas) y entre las ramificaciones de sus poderosas corrientes. A falta de saber si los postulados del congreso de Dijon restablecen la credibilidad del partido y su influencia en la sociedad, es lícito constatar que el PS asumió su papel de partido de oposición y, por consiguiente, atacó frontalmente al gobierno de Jean Pierre Raffarin en los sectores más polémicos.
Hollande denunció la reforma “injusta y peligrosa” de las jubilaciones, la “tentación” de modificar las bases de la protección social francesa y las “constantes agresiones” contra la Educación Nacional. En suma, para los socialistas, la derecha actúa como si la precedente legislatura socialista (1997-2002) “no hubiese sido más que un paréntesis del que la derecha quiere borrar las huellas para restablecer mejor la continuidad de sus operaciones ininterrumpidas a causa de la disolución “anticipada de la Asamblea Nacional (1997). Por lo pronto, el congreso adoptó unánimemente una resolución exigiendo el retiro del proyecto sobre la reforma del sistema de jubilaciones al tiempo que el PS se comprometió a retirarlo si vuelve al poder.
Durante tres días, el PS intentó mostrarse como una formación cuya acción opositora no se limita únicamente a la crítica sino a formular propuestas. En suma, el PS que sale de las cenizas de las derrotas del año pasado y de la orfandad en que lo dejó su líder histórico, el ex primer ministro Lionel Jospin, se presentó con el rostro de “un partido de reformas, un partido de gobierno”. Consciente del camino que queda por recorrer, Hollande admitió que el movimiento socialista se encontraba recién al “al principio de nuestro trabajo de reconquista”. La postura del primer secretario y la ambigua estrategia que se esconde detrás de su línea política, el “reformismo de izquierda”, tuvieron el mérito de evitarun golpe de Estado en el seno del PS. Los principales jefes de las corrientes minoritarias, principalmente Nuevo mundo y Nuevo Partido Socialista, aportaron su apoyo a Hollande. Uno de los signos del renacimiento radica en la apertura y el rejuvenecimiento de las instancias dirigentes.
El emblemático presidente de la ONG SOS Racismo, Malek Boutih, ingresó al círculo dirigente en reemplazo de una de las figuras históricas del PS, el ex premier Michel Rocard. Además de una plataforma verosímil, lo que está en juego en adelante es la construcción de un gran partido “capaz de pesar más del 30 por ciento del electorado”, dotado de “una dinámica de unión de la izquierda” en torno a “un contrato de gobierno” más sólido que el que pactó, sin cumplirlo, la difunta izquierda plural –socialistas, comunistas y ecologistas– que gobernó Francia entre 1997 y 2002. Esos cinco años estuvieron presentes como una herida a lo largo del Congreso. En ese contexto, Hollande admitió que el PS sólo podrá levantarse si “no olvida nada de lo que ocurrió”. Según resumió el dirigente, la gran pregunta que “se nos está haciendo no consiste en saber cuándo volveremos al poder sino para hacer qué y por cuánto tiempo”. El congreso del PS concluyó sin la síntesis pacificadora, pero con una interpelación a la sociedad y a la izquierda en su conjunto. Si algo puede sintetizar la filosofía reformista de Dijon, los conceptos de “apertura” y unión de las diversidades caracterizan el rostro lavado de penas de un partido que ayer regresó del olvido.

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Protestas esta semana contra la reforma previsional.
Los socialistas la denunciaron como “injusta y peligrosa”.
 
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