EL PAíS › OPINION

Clima del Sur

 Por Mario Wainfeld

* La agenda: Una virtud política ha exhibido Néstor Kirchner desde que quedó consagrado Presidente, la de haber empezado a diseñar la agenda de discusión pública. No tiene el monopolio de sus ítems, el Fondo Monetario dice lo suyo y los lobbies ya se harán escuchar. Pero, marcando una agradable diferencia con lo que ocurrió en la década del ‘90 donde la convertibilidad imponía un cepo a la economía y a los debates, el Presidente define ejes de discusión difíciles de eludir. Comenzar un mandato genera un clima de buena onda o al menos de expectativas. Kirchner lo ha aprovechado para definir, a trazos gruesos, pertenencias o ajenidades. Cuando describe que no será un gerente de los poderes económicos, cuando hace cirugía mayor en las Fuerzas Armadas y hasta cuando evoca en su discurso parlamentario y en su improvisación en la Rosada su pasado setentista, “conduce” a los otros a comprometerse, a favor o en contra, de sus posturas.
* La legitimidad, la debilidad: Carlos Menem quiso empiojar la legitimidad del flamante presidente con su fuga electoral. Y también instalar la imagen del Chirolita de Duhalde. Este segundo intento logró su eco en ciertos análisis periodísticos y columnas editoriales. Con sus primeros gestos Kirchner abortó esas discusiones. Ahora se polemiza acerca de si es demasiado audaz (“inmaduro” propone un diario de derecha), si fue muy a fondo. Siempre se discutirá algo pero para un Presidente son mejores estas discusiones que aquéllas. Aun quienes se colocan rápidamente como opositores aceptan que ejercita su poder, que no es un títere, que no lo teledirigen desde Banfield.
* Duhalde de salida: Jorge Batlle lo saludó y, tan acelerado como sonriente, pasó de largo. “Vení, vení” lo convocó Eduardo Duhalde como si estuviera en un casorio, “vení para la foto”. Fue durante el besamanos al presidente saliente, antes del almuerzo. A Ricardo Lagos, que lo saludó formal, le exigió “un abrazo” y luego lo mostró a los fotógrafos y lo definió como “un amigo”. Con Lula hubo risas cómplices y el clásico pulgar hacia arriba de los brasileños. Dueño de casa, ancho y tranquilo, se regocijaba como si supiera que Menem lo estaba mirando por TV. Si los rostros y los cuerpos no mienten (y es difícil hacerlos mentir durante horas delante de cientos de ojos), para el ex presidente lo de ayer fue una fiesta. Igualmente contento lucía José María Díaz Bancalari, el flamante titular del bloque de diputados del PJ, que acodado en su banca sonreía de oreja a oreja mientras Kirchner hablaba en el Congreso e intercambiaba miradas y palmadas alegres con el santafesino Jorge Obeid. Si los rostros y los cuerpos no mienten el duhaldismo no la está pasando tan mal.
* Historias con aplausos: Fidel rompió el aplausómetro en el Congreso (ver en más detalle páginas 8 y 9). Algunos diputados, como Irma Parentella y Francisco “Barba” Gutiérrez, parecían pibes desgañitándose y dando rienda suelta a su alegría. Su trayectoria no desautoriza su gesto. Otros legisladores estarían en un brete para conciliarlos. “La cultura política argentina es así, no puede explicársela en términos de pura racionalidad”, describió el politólogo sueco que escribe su tesis de posgrado sobre la Argentina. Y no se explayó más porque, contagiado por el irresistible clima del recinto, se puso a llorar y a vivar a Fidel.
En la Casa Rosada durante la jura de ministros, el aplausómetro puso en primer lugar al Presidente y en segundo, muy muy cerquita, a todos los funcionarios santacruceños entrantes. Nada extraño porque había una buena hinchada venida del frío, ocupando casi la mitad del Salón Blanco. Aunque el decibelímetro registró una lid muy pareja seguramente la única ministra del Gabinete, Alicia Kirchner, fue la más vivada. Tanto ella como Julio De Vido parecieron compartir con el Presidente una llamativa timidez o contención ante tamaño protagonismo. En cambio, el titular de la SIDE Sergio Acevedo fue el más expresivo de los que vinieron del Sur. Pero el aplauso más ecuménico y potente en el Salón Blanco prorrumpió cuando elPresidente recordó, terminando la jura, que treinta años atrás había estado en “la Plaza”.
* La oposición: Las cámaras de TV se hicieron un picnic mostrando el rostro contracturado, pálido, del diputado Adrián Menem durante el discurso presidencial. Nada, si se lo compara con el rictus de su padre, el senador Eduardo Menem, que estuvo un ratito solo de toda soledad. Unicamente Ramón Puerta amenizó su espera. Si los rostros y los cuerpos no mienten la gente del ARI estaba conforme. Tanto, que honró con aplausos la entrada de Kirchner. Elisa Carrió pareció embeberse del clima del Congreso y elogió no solo al presidente entrante sino también al saliente (ver página 15). Ricardo López Murphy optó por hurtar su maciza humanidad a la jura. Distintos tonos, distintos estilos de los principales dirigentes opositores. Sería apresurado predecir sus conductas futuras pero sus actitudes de ayer algo sugieren. Lo que nos lleva de la mano al...
*... nuevo mapa: La victoria electoral de Kirchner sinceró e hizo discernible el mapa político argentino. Carlos Menem ya fue a nivel nacional, Aldo Rico se desinfla en Buenos Aires. Felipe Solá tiene todas para ganar en la Provincia y si así acontece tendrá sus analogías con Kirchner. Será un curioso delfín del duhaldismo, un hijo adoptivo, con un perfil más estilizado y renovado. Aníbal Ibarra viene detrás de Mauricio Macri en la Capital. Pero en el último tiempo ha acortado la brecha. Y ha instalado un tablero binario, de cara al ballottage, que enfrenta a una coalición progre (donde están todos los que son, para lo cual Kirchner dio un par de manitos) con una de raigambre menemista-empresarial.
Lo menos que puede decirse del mapa electoral actual es que lo peor no ocurrió. Y puede añadirse que las opciones no serán maravillosas pero al menos son claras (el oficialismo divide aguas) y empiezan a evadir la fragmentación política que deriva del pluralismo pero también de la carencia de liderazgos o de proyectos colectivos.
* Desde el Sur: El santacruceño Kirchner gusta decir que viene desde el Sur. Si bien se mira, aunque los argentinos propenden a olvidarlo, este país está bien en el sur, en el confín del mundo por decirlo con delicadeza. Arturo Jauretche proponía, para combatir la dependencia ideológica (madre de todas las demás) invertir el planisferio, desafiando la convención –entre machista e imperialista– que establece que el Norte va arriba y el Sur abajo. Si así se obraba, si se ponía el Sur arriba, proponía el ensayista, se advertiría que somos un país “condenado” a la integración. Esa “condena”, que es en verdad sana imposición de la realidad, fue esquivada en pos de fantasías de rastacueros. La salida de la convertibilidad fue, a costos siderales, el comienzo de una inmersión en la sensatez. El Mercosur es, por cojones. uno de los principales ítems de cualquier agenda sensata. El discurso del Presidente, escaso en promesas o planes pero rumbeado en lo programático, lo señaló con precisión. También enfatizó, a fuerza de reiterarlo, el vocablo “cambio” que es apenas una palabra pero que es la que usó Lula como latiguillo en su alocución inaugural del primero de enero, en Planalto.
* Cheques: “No he pedido ni solicitaré cheques en blanco” explicó Kirchner. Lo bien que hace porque nadie se los extendería. También ahorró a sus oyentes alusiones a Eva Perón que a esta altura (como el Che Guevara) sirven para un barrido como para un fregado. Y propuso “un sueño, el de volver a tener una Argentina con todos y para todos”. Esa mención no describe improbables consensos masivos sino una sociedad integrada, sin millones de ciudadanos excluidos de los códigos mínimos de cualquier comunidad moderna.
* Fotos para el álbum: Desde el 27 de abril Kirchner parece haber crecido. Ganó el centro del ring. Instaló temas de agenda, se acercó en imagen a eso de “un hombre común con responsabilidades importantes” que suele repetir. El clima de ayer, en un exótico día feriado de asunción, tenía algo de frescura en el Congreso, en la Rosada, en las plazas que le dan contexto y sentido. Todas las postales de ayer enriquecerán su álbum defamilia, pero lo que quedará en la memoria y la conciencia de los argentinos será lo que haga a partir de hoy, cuando gobierne. Si lo que hace se parece a lo que dijo y transmitió ayer no le irá nada mal.

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