EL PAíS › OPINIóN

Lealtad ciudadana

 Por Héctor Pedro Recalde *

“Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me hubieran votado.” Esta frase tiene cría.

Obviamente engordada por las nuevas técnicas de publicidad (“marketing” se dice ahora) que enseñan cómo prometer felicidad, prosperidad, desarrollo y todo lo que se puede soñar, aun de lo que no se puede decir, y entonces ya se está cerca de lograr el millón de amigos.

No se debe confrontar. Hay que seguir a Marx, claro, a Groucho, porque si no te gustan esos principios te ofrecen otros.

Otro recurso: ante la duda del requerimiento del mercado, el silencio, porque el silencio también es música.

A esta conducta, con toda falta de respeto, me permito calificarla como deslealtad ciudadana.

No es lo mismo la oferta electoral que la de un cosmético, aunque muchos la maquillan. El silencio, de acuerdo con el artículo 919 del Código Civil, tiene valor jurídico.

En el Código Electoral no existe una norma similar. Creo que hay que llenar ese vacío y estoy trabajando para ello en un proyecto de ley.

¿Y saben por qué? Porque la claridad de la propuesta hace al principio republicano de rendición de cuentas.

Tal vez a nosotros, los que con alegría militamos en el Frente para la Victoria, nos resulta fácil, porque podemos exhibir con orgullo las realizaciones que comenzaron hace una década con nuestro inolvidable Néstor y continúan ahora con Cristina. También sabemos qué cosas nos faltan y cuáles hay que mejorar de las hechas y lo decimos. Porque somos plurales pero no somos neutrales, porque la Presidenta tampoco lo es.

Elige todos los días y lo hace en un planeta complejo, con experiencias del ex Primer Mundo que exhibe regresiones sociales increíbles, sumergidos en una inédita crisis económica y política.

Hay otros que se marean con las encuestas y hacen las propuestas de acuerdo a quiénes las escuchan.

1) “No hay que endeudarse” o “No aislarse del mundo y pedir préstamos”.

2) “Para los jubilados el 82%” o “No hay recursos para pagar el 82%”.

3) “Los derechos de los trabajadores son básicos para el desarrollo” o “Hay que corregir la política laboral”.

4) “El Banco Central debe ser autónomo” o “Hay que utilizar las reservas para la producción”.

5) “Las asignaciones universales son buenas” o “Aumenta el trabajo en negro por el pago de asignaciones”.

6) “El rol del Estado es subsidiario” o

“Es buena la nacionalización de YPF” y así ad infinitum.

Esta doble faz no existe en nuestra militancia. No hay doble discurso. Hay uno solo.

No se puede disfrazar la realidad diciendo que es buena la diversidad, o el encuentro entre los distintos. Son frases huecas que buscan ocultar la identidad, tal vez porque esa identidad no existe. En realidad se trata de mentiras y para describirlas, como tanguero viejo, cito a Homero Expósito en “Maquillaje”:

Mentiras. Que son mentiras tu virtud, tu amor y tu bondad y al fin tu juventud./ Mentiras. Te maquillaste el corazón/ Mentiras sin piedad. ¡Qué lástima de amor!

Y lo cierto es que el ciudadano tiene derecho a que no le oculten que los opuestos contradictorios, calificados claramente por la Presidenta como “rejuntes” no garantizan nada. Pueden elegir blanco o negro, incluso gris. Votarán sin saber qué votan. Recuerdan a un personaje que simulaba ser un experto politólogo que ante una pregunta cuya respuesta ignoraba, respondió “Estoy a favor”, reprendido por su interlocutor por el disparate de la respuesta contestó: “Estoy a favor... de los que están en contra”. Nosotros somos claros porque tenemos historia, convicciones y coherencia y, como dice Maná, los candidatos del Frente para la Victoria estamos “en el mismo lugar y con la misma gente”.

* Diputado de la Nación.

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