EL PAíS › OPINION
UNA MEZCLA DE HECHOS HISTORICOS Y DE EMERGENCIA DE ANTAGONISTAS

Cuando los otros cantan retruco

Por primera vez el centro de la escena es disputado al Presidente. Un juez federal dicta un fallo funcional a la peor derecha. El vicepresidente le arma una interna antedatada y grave al oficialismo. Y la negociación con el FMI, a diferencia del resto de la realidad, anda ralentada. Algunas pistas sobre el nuevo cuadro.

 Por Mario Wainfeld

Es difícil encontrar la cifra de siete días en cuyo decurso se sucedieron, a un ritmo que quita la respiración, al menos cuatro hechos históricos: la prisión de María Julia y la de los jefes montoneros, la acusación contra Eduardo Moliné O’ Connor y la anulación legislativa de las leyes de la impunidad. Cualquiera de ellos, por su proyección, excede el marco estrecho de una semana o de un año. El vértigo domina la escena, los protagonistas y las tapas de los diarios saltan de un tema a otro como bolitas de flipper. La vorágine conspira contra la síntesis y la sistematización. Sin embargo, si se afina la mira puede encontrarse un mínimo común denominador, algún lazo que ligue a los hechos.
El primero, el más patente, es que por primera vez desde el 25 de Mayo asumen la iniciativa y disputan el centro de la escena política protagonistas ajenos (¿antagónicos?) a Néstor Kirchner. Claudio Bonadío, Daniel Scioli y si se quiere el Fondo Monetario Internacional (FMI) entran en juego, haciendo ostensible una verdad olvidada en el entusiasmo de la luna de miel del Presidente con la sociedad: los otros también juegan. Los adversarios, los enemigos y aún los afines que no son incondicionales también participan. Ninguno es pasivo, muchos no son torpes, los hay poderosos. El Muro de Berlín habrá caído, producto de la dialéctica histórica, pero la dialéctica sigue siendo esencial para explicar la historia. Toda fuerza genera su contrafuerza, toda luz implica un combate con la oscuridad, toda ofensiva genera su resistencia, todo aquel que canta truco se expone al retruco del otro, que también tiene cartas en la mano, astucia, disposición para mentir y ansias de quedarse con los porotos.
El segundo denominador común es que algunos modos o estilos de gobierno empiezan a demostrar fisuras o límites. Al despuntar la actual gestión presidencial brotó la discusión cuantitativa acerca del número de “frentes” que abría. Ese debate debió enriquecerse poniendo en cuestión la forma en que se atendían los frentes respectivos, la celeridad con que se emprendían las acciones, los efectos de la simultaneidad. La aprobación alestilo decisionista del Presidente merece aderezarse con una evaluación de sus costos actuales, futuros y virtuales. El modo radial y circunscripto, una “mesa chica” que no transgrede los límites de una mesa de desayuno en Río Gallegos, tiene sus pros y también sus contras. Haber emprendido una auspiciosa gestión, en un rumbo correcto y decidido, no significa colegir que la velocidad elegida sea la adecuada. Patear para el arco correcto obliga a ponderar que hay rivales enfrente. Y sobre todo, que los otros también juegan. Esta semana jugaron. Y cómo.
Bonadío dijo retruco
El territorio de los derechos humanos venía siendo fuente de identidad y de prestigio del Gobierno. El decreto promulgado el lunes y la ofensiva para que Diputados aprobara el martes la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final venían a redondear una avanzada permanente. Valga una puntualización, desde el vamos el oficialismo no manejó los tiempos respectivos que fueron muy precipitados por el pedido de extradición formulado por el juez Baltasar Garzón. Ya en ese momento, como se comentó en esta columna, la Casa Rosada alumbró teorías conspirativas o malestar excesivo de cara a un dato que podrá ser incómodo, pero que está en el inventario: el gallardo juez andaluz, adalid de los derechos humanos es también individualista y ajeno a cualquier articulación con gobierno alguno.
El Presidente, forzado a responder, siempre pendiente de mantener la iniciativa (y de probarlo) entró en un ritmo demasiado veloz, seguramente más de lo que le imponían los hechos. Los pedidos están en trámite, pero insumirán meses. Tal vez no hacía falta acelerar tanto el trámite legislativo, quizá era prematuro que el Presidente anunciara (seguramente con un semestre de antelación) que habrá extradiciones si no se sentencia la inconstitucionalidad de las leyes de la impunidad. Hay incluso una asincronía entre dos ofensivas oficiales simultáneas: la limpieza de la Corte y la exigencia de que ésta dicte sentencia sobre las consabidas leyes. La histórica sesión legislativa del martes tiene como función obvia presionar al Alto Tribunal. Pero héte aquí que el Alto Tribunal –sin Julio Nazareno ya, sin Eugenio Raúl Zaffaroni aún, con Moliné en preembarque a la sociedad civil– está impedido de fallar juicio importante alguno. La presión legislativa resulta, pues, intempestiva a fuerza de apresurada.
De cualquier modo hasta el jueves a la mañana, para el Gobierno ese issue arrojaba pura ganancia. La sesión del martes fue un triunfo de la Casa Rosada que consiguió encolumnar a los diputados del PJ y tiene toda la traza de lograr lo propio con los senadores.
Aún en este relato, centrado en el oficialismo y cierta oposición, es ineludible abrir un corchete para consagrar unas líneas a Patricia Walsh quien, desde un bloque unipersonal (el de Izquierda Unida) consiguió primero decenas de adhesiones, tuvo templanza para mantenerlo vigente durante años adversos y, en un momento más propicio, supo articular para que un proyecto minoritario fuera asumido por la mayoría.
Volviendo al núcleo: la decisión del juez Bonadío, inesperada pero esperable, le aguó la satisfacción al oficialismo. Por usar una expresión que es el núcleo del fallo que decide las detenciones de ex jefes montoneros, ésta fue “funcional” a la grita de la derecha argentina que venía exigiendo una improbable “parda” entre los terroristas de Estado y los jefes guerrilleros. También fue funcional a la coyuntural posición de Bonadío que está en capilla como todos los jueces federales. Recordemos que el oficialismo hizo pública su decisión de adecentar ese hediondo fuero que apesta a menemismo y a personalismo por un rumbo simétrico al que eligió para la Corte. Esto es, incorporando mejor calidad de jueces nuevos y llevando a juicio político a muchos de los actuales. El miércoleshubo un gesto fuerte de asedio a la servilleta. El jueves, uno de los jueces de la servilleta cantó retruco. Tal vez fue pura coincidencia... pero cuesta pensar así en la Argentina, un país tan truquero.
Convengamos en que el fallo propone una inusual sutileza: la de juzgar a los Montoneros por complicidad con el terrorismo de Estado. La decisión de Bonadío, escueta de fundamentos fácticos hasta lindar con la carencia, propone explorar qué responsabilidad le cupo a Mario Firmenich, Rodolfo Cirilo Perdía y Fernando Vaca Narvaja en la cabal masacre que fue la segunda fase de la contraofensiva. El juez se propone investigar ese punto, porque la acción de esos jefes fue “funcional a los objetivos de la represión ilegal”.
No está de más resaltar que lo que debe juzgarse en Comodoro Py no es la responsabilidad moral o política de lo que quedó de la cúpula montonera sino las más refinadas responsabilidades penales. Vale la pena dejar claro que éstas merecen ser dilucidadas. El fallo habilita, mirándolo con lupa, dos caminos, uno lógico y uno insostenible.
El lógico es indagar si entre los jefes (o acaso en otro nivel) hubo entregadores. Si los hubo, claro está, éstos serían “partícipes necesarios” (cómplices, en lenguaje más llano) del terrorismo de Estado y les conciernen las leyes que rigen los crímenes de lesa humanidad y consagran su imprescriptibilidad.
Pero si el juez busca, y así lo parece prima facie, probar que hubo “dolo eventual” es decir comprensión cabal de los riesgos, falta de previsiones, algo muy fronterizo con la negligencia acentuada, sería una enormidad una condena judicial. Las decisiones inopinadas, poco sensatas, irresponsables, hasta destructivas merecen muchos abordajes y reproches pero no el de la conducta delictiva, medida con los garantistas criterios que, Dios sea loado, priman en la legislación argentina. En un momento de radicalización de la lucha política muchos errores se cometen (también lo fueron Monte Chingolo o La Tablada, por hablar de otros colectivos radicalizados), pero eso no los homologa a los delitos de lesa humanidad. Las organizaciones armadas de los ‘70, perseguidas, diezmadas por la represión ilegal, aisladas políticamente, con militantes exiliados, incurrieron en muchos errores que terminaron de sacarlas de la escena. Ese era uno, no el único, objetivo del terrorismo de Estado que se proponía desarticular a toda forma de organización popular. Pero esa infausta coincidencia no autoriza, tout court a hablar de complicidad política y mucho menos penal.
Nada tiene de malo que ambas se debatan y se examinen en un país que no ha saldado sus cuentas con el pasado. Nada obsta a que Bonadío (y otros indagadores más calificados por historia y curriculum) se internen en esa selva. Por ahora, Su Señoría no ha mostrado las cartas y (salvo que guarde alguna en la manga) su único caudal para cantar retruco y empiojarle la situación al Gobierno es astucia, magros argumentos jurídicos y nulas pruebas.
La foto de hoy no sugiere un descubrimiento fenomenal sino una réplica del caso Smith, ése que sacó de la galera la Corte para guarecerse del primer juicio político en su contra. De momento, hasta que surjan pruebas en contrario Comodoro Py le complica al Gobierno un campo que le era propicio. Y acrecienta un riesgo latente que es generar un hastío ciudadano respecto de la presencia de los derechos humanos en la agenda pública. Hastío que ya trabaja la derecha vernácula a la que Su Señoría (quisiéralo o no) le ha hecho un favor de aquéllos.

Scioli dijo retruco
Kirchner y Roberto Lavagna, dos políticos de alto nivel, por ende celosos de su poder, tienen algunas diferencias, pero también coinciden enmuchos puntos. Uno de ellos es su militante recelo acerca de cualquier recidiva de menemismo. Kirchner y sus allegados más cercanos están que trinan con Daniel Scioli, bronca que se está haciendo audible. Lavagna menos ha dicho, pero Scioli ha movido la aguja de su menemómetro, pieza especialmente sensible.
Scioli no puede sentirse discriminado porque lo excluyen de las reuniones de Gabinete: no las hay. Tampoco puede reclamar que no participa de las discusiones acerca de la acción de gobierno porque Kirchner las reduce a contactos radiales. Pero el vice no se resigna al silencio que el Presidente impone, con celo feroz, a sus compañeros de gestión. Y ha pasado a la acción, a poblar su agenda de reuniones con todos los representantes de poderes fácticos que Kirchner no recibe. Se trata de mucha gente, con harto poder y muy enfadada de no acceder a Palacio.
La irrupción de Scioli en la arena pública desacreditando la firme política oficial en materia de derechos humanos y augurando aumento de tarifas no tiene trazas de inocencia. Lo revela como un aspirante a adalid de la huérfana derecha, que tiene también unas fichas jugadas a mano de Mauricio Macri. Tras la defección electoral de Carlos Menem, el establishment se ha quedado sin un peronista que lo represente y esta carencia lo aleja del juego grande de la política. Scioli sencillamente se ha postulado para ese lugar aunque rabien en la Rosada y Economía. Dicho sea de paso, también en el Banco Central porque el motonauta se reunió esta semana también con la plana mayor de Adeba, que le pidió un seguro de cambio para los bancos que presten dinero a sus clientes. “Quieren un seguro contra el riesgo, lógico en un régimen de libertad cambiaria. El riesgo es el material esencial de las finanzas. Es como si empresarios automotrices dijeran al Gobierno, ‘dennos los motores, la carrocería y las gomas y nosotros fabricamos autos’”, se enfadaba, metaforizaba un director keynesiano del Central. Lo cierto es que los banqueros, como las privatizadas de servicios han encontrado en Scioli un oyente atento, y un eventual puntal en el Gobierno.
Es demasiado pronto para que el Presidente tenga un conflicto con su vice. Es muy poco deseable que Scioli abra micrófonos con un mensaje distinto al de Kirchner, máxime en un gobierno obsesionado por la unidad de discurso, que acalla otras voces en pro de la unidad. Pero la situación está planteada y acaso el oficialismo esté pagando con usura un pecado original que fue llevarlo como candidato. Decisión urdida en plena campaña, en un momento en que primaba en el microclima kirchnerista la sospecha de que el duhaldismo no jugaba a fondo para Kirchner presidente. Una sospecha que se reveló errada y acaso producto del microclima interno. Desde luego, el error no puede corregirse, pero tal vez fuera prudente repasar qué lo generó.
Lo cierto es que al oficialismo le ha nacido un molesto hijo macho. Scioli tiene un cargo electivo, no es un fusible como cuadra a los ministros. “El que nace menemista, es siempre menemista”, dice una alta voz oficial, parafraseando la vieja parábola del escorpión y la rana. El punto es que el Gobierno tiene a un menemista ahí adentro, en acción y que no se lo plantó el enemigo, sino un error de apreciación.
El FMI analiza si canta
retruco
En estos días da la sensación que la velocidad de los hechos no ha sido la que desea el Gobierno. Si la cuestión de los derechos humanos se aceleró hasta parecer salida de control, si Scioli adelantó los tiempos de sus diferencias con sus compañeros de gestión, la negociación con el FMI parece ir un poco lenteja. La fecha de los vencimientos de pagos de septiembre se acerca y las tratativas, sin marchar mal, no van rápido. “El clima es bueno –templa el ánimo a su gente Lavagna– si el año pasado la relación se calificaba con 2 puntos sobre 10, ahora es 7 puntos”. Empero,en Hacienda aconsejan no tener ataques de optimismo con el primer borrador que voló rumbo a Washington con la misión del Fondo. Ese borrador no contiene números y en especial no contiene el guarismo que exprese el superávit primario que la Argentina debería comprometer como condición para la firma. Ese número, explican los baqueanos de la negociación, excede las atribuciones de los negociadores que vienen acá y será fijado “allá”.
En materia de tarifas de servicios públicos en Economía confían en que el FMI no aspira a fijar cifras “pero sí un cronograma”. Y rezongan porque Scioli meneó el tema cuando la ley respectiva recién se muñequea ante el Congreso. “¿Para qué hablar de un objetivo si no se tiene el instrumento?” reprochan en Hipólito Yrigoyen y el Bajo, en jerga técnica, menemómetro en ristre.
Lavagna preferiría un cono del silencio para los temas negociables, incluso para la perspectiva de rehusar pagos a cuenta. “No sirve de nada vociferar antes. Cuando llegue el momento, veremos qué hacer” preconiza el ministro, replicando lo que actuó en el 2002. En cambio, se enfada por la escasa difusión de lo que estima logros del Gobierno, en especial el incremento del índice de actividad industrial ocurrido en julio que, a su ver, es un mentís a los que hablan de un amesetamiento de la reactivación. Nunca habrá demostración de ansiedad del ministro, pero a su alrededor reconocen que están corriendo contrarreloj y que la semana que viene (por suerte en Estados Unidos no hay ningún feriado) será decisiva.
Surmenage
El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina padece un furibundo ataque de surmenage. Desde Estocolmo le piden informes sobre todas las novedades importantes que se suceden en las pampas y el hombre no da abasto. Ahora su padrino de tesis, el decano de la Universidad de Estocolmo, le ha pedido datos sobre la década del ‘70 y el sueco ha sacrificado la vigilia y hasta los partidos de Boca. Duerme poco y lo azotan pesadillas: anoche soñó que Isabel Perón vuelve a la Argentina a dirimir la interna del PJ contra otros cuatro neolemas que encabezan Kirchner, Scioli, Duhalde y el Adolfo. Se despierta empapado, febril y no recuerda si López Rega murió o sigue vivo. Llama a su pasante para que lo acompañe durante el domingo, porque no puede ni moverse del lecho de enfermo. Pero el noruego le espeta que eso excede su contrato de trabajo, pactado en poquitos euros y que además quiere ir a ver a River. El politólogo acude a su amigo, el periodista independiente, pero éste también está con surmenage, aunque le tiende una mano. “Voy a pedirle a mi prima, la pelirroja progre, que te acompañe un rato y te cebe unos mates”. El politólogo sonríe en su dolor: en este país siempre hay resquicio para la esperanza.
La introducción, sí que de rondón, de la teoría de los dos demonios, la apertura de un espacio menemista en el propio oficialismo y los lógicos ripios de la negociación con el FMI no son jamás el fin de la historia. Pero acaso sí sean una luz amarilla en el camino del formidable proceso de acumulación política de Kirchner. El centro de la escena es un lugar fascinante, pero pleno de riesgos. Un proyecto de tono popular tiene sus adversarios y sus enemigos que no son pocos, ni inertes.
A lo largo de casi tres meses, Kirchner monopolizó la iniciativa. Su estilo, personalista, radial, concentrador de la voz oficial y de las decisiones fue funcional a esa etapa. Habrá que ver si no merece retoques ahora que otros cantan retruco y revelan que alguna baraja en la mano tienen.

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