EL MUNDO › LA CRISIS QUE ENFRENTAN LOS INVASORES CUATRO MESES DESPUES DE LA CONQUISTA DE BAGDAD

Nueva guía al pantano anglonorteamericano en Irak

Cada día hay una nueva escaramuza: un soldado muerto, otros heridos. Los iraquíes son cada vez más hostiles. Y la reconstrucción se traba. Página/12 interrogó a expertos de EE.UU. sobre las causas. Aquí, el panorama que emerge en Irak.

 Por Mercedes López San Miguel

Las fuerzas ocupantes de Irak viven “una guerra después de la guerra”. La perspectiva de una estabilización se prorroga con cada nuevo incidente de “fuego enemigo”. Se habla de una guerra de guerrillas, por parte de componentes leales al antiguo régimen y de opositores al depurado régimen saddamista. Irak es un híbrido de etnias y religiones: un mosaico cultural que da muestras que resiste a la trampa de “democratización” de George W. y secuaces. Desde la caída de Bagdad, el 9 de abril, los focos de violencia no han cesado. El último incidente que llama al análisis de la situación fue el reciente ataque a la embajada de Jordania en Irak.
Saddam Hussein y sus seguidores se las arreglaron para tender parte de este escenario. Antes de la invasión habrían dispersado armas y explosivos en muchas áreas, y en el triángulo sunnita definido por las ciudades de Tikrit, Ar Ramadi y Baba. La violencia proviene, por un lado, de voluntarios islámicos y grupos extremistas que pueden tener distintos objetivos e intereses. Según el diario The New York Times, la administración civil estadounidense en Irak recibió informes de inteligencia de que cientos de militantes islámicos que se fueron de Irak durante la campaña militar que lideró Washington han vuelto y planean más ataques. El “virrey” Paul Bremer, jefe de la administración civil estadounidense, advirtió que “los combatientes de Ansar al-Islam –una organización que se vincula a la red Al-Qaida– habían escapado a Irán y regresado a la zona fronteriza de Irak”. Bremer aseguró que cientos de activistas estaban ahora en ese país. La administración de Bremer sospecha que ese grupo estuvo detrás del ataque a la embajada de Jordania: “Ansar al-Islam u otro grupo islámico pudo dar el apoyo técnico para fabricar el coche-bomba y para que los del partido Baaz llevaran el ataque”. No queda claro si ese fue un hecho aislado o el comienzo de una serie.
Por otro lado, están los remanentes leales a Saddam. La administración Bush supuso que las operaciones de los militantes del partido Baaz se acabarían con la captura o muerte de los funcionarios del depuesto líder; con más razón, frente a la reciente muerte de sus hijos, Uday y SAY. Pero incluso si capturaran al número uno de la lista de los más buscados por el Pentágono (Saddam en persona), la “pacificación” no parece probable. Ya que las fuerzas anglo-americanas parecen incapaces de crear una estructura capaz de sostener las diferencias y tensiones internas entre la minoría sunnita –a la que pertenecía Saddam–, la mayoría chiíta (el 60 por ciento de la población) y los kurdos.
Edward Luttwak, el experto en defensa que vaticinó en su momento a esta periodista el momento del inicio de la guerra, advierte hoy que “ahora que se desvanecieron las esperanzas de reclutar integrantes para las fuerzas de paz en otros países, llegó el momento de preparar la mejor estrategia de retirada posible”. En una columna para Los Angeles Times, Luttwak razona que los cristianos y sunnitas más cultos de la elite de Bagdad se niegan a ser gobernados por la mayoría chiíta y menos por la nueva alianza kurdo-chiíta. Para los chiítas la ley islámica es la que debe regir en Irak. Los kurdos, que representan alrededor de un 25 por ciento de la población iraquí, se rigen por la organización tribal. Las otras minorías –turcos, asirios y yazidis, que suman un 5 por ciento– comparten la inquietud de la elite de Bagdad: de nuevo, no quieren que los gobiernen los clérigos chiítas. Y en este conglomerado está además la minoría sunnita del centro y norte iraquí que gozó de privilegios durante la era saddamista.
Parece evidente que los servicios de inteligencia de Estados Unidos subestimaron la ausencia de una estructura política secular entre los chiítas y la importancia de sus líderes religiosos. Además existe una tensión entre los líderes opositores chiítas seculares y religiosos. Y los reglamentos islámicos para sus clérigos se oponen al tipo de federalismo que buscan los kurdos y sunnitas. El norte se está volviendo más inestable con la manifestación de hostilidad de árabes y turcomanos contra lasfuerzas ocupantes y sus aliados kurdos. La inteligencia también falló en determinar qué ciudades y zonas tendrían mayores resabios del Baaz.
Otro experto en defensa, Anthony Cordesman, del Centro de Estudios Estratégicos de Washington, señaló a Página/12 que “el costo de la falla inicial de Estados Unidos en crear planes efectivos de terminación y reconstrucción de Irak es quizá la lección más importante de la guerra”. “Cada baja de un soldado norteamericano o británico que sucede desde finales de abril se debe en parte a la inadecuada preparación militar, el fracaso en la planificación de seguridad y la construcción de la nación, así como la falta de coordinación de fuerzas entre los Departamentos de Estado y de Defensa”. Cordesman advierte que “el nivel de tensión entre las fuerzas norteamericanas y los iraquíes sunnitas parece ir en aumento”. Hasta ahora, Washington cuenta en Irak con cerca de 147.000 soldados propios y 11.000 británicos. 60 soldados estadounidenses y siete británicos murieron en ataques en Irak desde que, el 1º de mayo, Bush proclamara el fin de las grandes operaciones militares. Y los apoyos de Polonia (2300 hombres), España (1300) e Italia (2850) no parecen decisivos para alterar la situación.
Bremer adelantó en seis meses su primera estimación, considerada entonces optimista, para celebrar elecciones democráticas. Es cada vez más probable que Estados Unidos necesite un largo tiempo en suelo iraquí, lo que cuesta 4000 millones de dólares por mes. Los más optimistas pronostican que la salida de las tropas será a partir de abril de 2004. Pero la situación interna podría complicarse y tomar otras dimensiones. Y en el medio caben cambios de tácticas del ocupante y sobre todo, del ocupado.

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Soldados estadounidenses en medio de una manifestación de iraquíes desocupados en Bagdad.
 
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