EL PAíS › LA PRESIDENTA SALUDó Y LE ENTREGó UN REGALO A FRANCISCO, QUIEN CONCLUYó SU GIRA POR LATINOAMéRICA

CFK y el Papa tuvieron su sexto encuentro

Bergoglio ofreció una misa en el parque Ñu Guazú, en las afueras de Asunción. Cristina Fernández mantuvo un breve encuentro con él y le regaló un cuadro con un recorte de diario que consignaba las oraciones del papa Juan XXIII por Eva Perón.

 Por Nicolás Lantos

Página/12 En Paraguay

Desde Asunción

Más de un millón de personas presenciaron el sexto encuentro entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el papa Francisco, al concluir la misa que dio el religioso en el parque Ñu Guazú, en las afueras de Asunción, durante la jornada final de su primera gira por América Latina. Esta vez, fue un saludo breve, en lo alto de las escalinatas que llevaban al altar construido especialmente para la ocasión; la mandataria le obsequió un cuadro con una copia del rezo que hiciera Juan XXIII por la salud de Eva Perón. No hubo tiempo para una audiencia privada: minutos más tarde, CFK estaba volando de regreso a Buenos Aires.

La ceremonia se llevó a cabo con religiosa puntualidad y bajo un cielo prístino que desafió los pronósticos meteorológicos y trajo alivio a quienes habían acampado durante horas, o días, para participar de la histórica misa. En su homilía, de menor tono político que otras que dio durante su viaje latinoamericano, Jorge Bergoglio destacó el valor de la hospitalidad como eje de las enseñanzas evangélicas. La multitud, la acompañó en un respetuoso silencio que sólo se interrumpió para aplaudir algunos pasajes, vivar al pontífice y silbar, brevemente, al presidente Horacio Cartes cuando subió al altar a saludar al Papa.

La llegada del religioso había revolucionado Asunción como nunca antes en la historia reciente, según coincidieron los testimonios recogidos durante la jornada por Página/12, tanto en ámbitos oficiales como en la calle. La vía pública estaba repleta de recordatorios: desde guirnaldas con los colores de las banderas paraguaya y vaticana hasta posters con el rostro de Bergoglio que alternaban con otros, más terrenales, de la campaña política de cara a las próximas elecciones locales. En las esquinas más concurridas había puestos que vendían todo tipo de merchandising no oficial y recuerdos de la visita: remeras, tazas, banderines, paraguas, mates, termos, todos estampados con el rostro papal.

Durante todo el sábado, hasta altas horas, pudo verse grupos numerosos de jóvenes y niños que atravesaban a pie la ciudad, cantando a viva voz y tomados de la mano, para llegar a Ñu Guazú. En las principales vías de acceso y en la ruta que une el centro de la capital con el parque (un predio perteneciente a la Fuerza Aérea local) los retenes policiales empiojaban el tránsito de una metrópolis poco acostumbrada a estos agites. Sin embargo, no se escuchaban bocinas ni gritos de malhumor: la paz romana derramó, a través del carisma de Francisco, sus efectos benéficos sobre la capital paraguaya.

Como si una catedral imaginaria hubiera tañido en silencio sus campanas para anunciar la hora de misa, a las diez en punto de la mañana el Papa arribó al predio, que recorrió a bordo de su Papamóvil. Fernández de Kirchner lo aguardaba desde hacía algunos minutos, sentada en la primera fila del sector preferencial, codo a codo con el anfitrión Cartes. Ellos eran los únicos dos presidentes que estuvieron presentes en la última escala de la gira de Francisco; la brasileña Dilma Rousseff y el uruguayo Tabaré Vázquez declinaron, finalmente, las invitaciones cursadas por el gobierno de Paraguay.

La ceremonia duró una hora y cuarenta y cinco minutos en un silencio llamativo para una multitud de más de un millón de personas: sólo se escuchaba, cada tanto, el insistente traqueteo de las hélices de los helicópteros militares que resguardaban el lugar; el bufido grave de los aviones que, con idéntica función, giraban en círculos a cientos de metros de la tierra; el zumbido agudo de los cuatro drones autorizados para transitar el espacio aéreo del acto, filmando el escenario y la multitud; e incluso el canto de una bandada de pájaros que sobrevolaba el retablo con insistencia.

Con un tono menos exaltado que el que había desplegado días antes en Bolivia, cuando pidió perdón por los pecados cometidos por la Iglesia durante la conquista de este continente, el pontífice llevó a cabo una ceremonia emotiva que colmó las expectativas de los asistentes, muchos de los cuales manifestaron su emoción con lágrimas. Hubo, sin embargo, un momento de honda significancia política: el pedido por la libertad de Edelio Morínigo, un policía secuestrado desde hace un año por el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo. Su caso había sido presentado ante Bergoglio un día antes, por los obispos locales, y hubo acuerdo para que su nombre se incluyera entre las plegarias que se leyeron en su presencia durante la misa.

En las escalinatas

No hubo en esta ocasión tiempo ni lugar para que Francisco y CFK tuvieran un momento a solas. Sí hubo un afectuoso saludo, al borde de las escalinatas, del religioso a los dos presidentes que asistieron. El momento estuvo opacado por algunos silbidos de reprobación dirigidos al paraguayo Cartes, aunque rápidamente fueron acallados. La mandataria le obsequió al pontífice un recorte de diario en el que se consignaban las oraciones que envió el Papa Juan XXIII a Eva Perón durante su enfermedad. Luego, se retiró, tomándose su tiempo para detenerse a saludar a algunos de los miles de argentinos que se habían acercado y a muchos paraguayos que la aplaudían más que a su propio presidente. Como un Rolling Stone, Fernández de Kirchner dio besos, abrazos y compartió selfies, complicándoles la vida a los agentes de seguridad que se arremolinaban a su paso.

Fue el más breve de los seis encuentros que hubo entre la Presidenta y el Papa desde que Bergoglio fuera ungido obispo de Roma en marzo de 2013. Antes, había habido cuatro audiencias privadas en el Vaticano (en marzo de 2013; marzo y septiembre de 2014 y en junio de este año, la más prolongada de todas); y un encuentro en Río de Janeiro durante las Jornadas Mundiales de Juventud de 2013. En esa ocasión, aunque no hubo encuentro a solas, compartieron unos minutos en una carpa montada especialmente atrás del escenario. En el Gobierno aseguran que habrá al menos un cara a cara más antes de que Fernández de Kirchner abandone su cargo este año: sería en septiembre, y el lugar elegido, Cuba o los Estados Unidos.

En esta ocasión, la mandataria viajó con una comitiva compacta: sólo la acompañaron en el Tango 01 el vicecanciller, Eduardo Zuain; el embajador ante el Vaticano, Eduardo Valdés; el secretario de Culto, Guillermo Olivieri; el secretario General de la Presidencia, Eduardo De Pedro; y el de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro. También estaba presente el gobernador de Misiones, Maurice Closs, aunque hizo el viaje por su cuenta. Pocos minutos después de concluida la ceremonia, CFK ya estaba en el aeropuerto de Asunción, lindero al parque Ñu Guazú, para abordar el avión presidencial que la llevó de regreso a Buenos Aires.

Compartir: 

Twitter

Antes de subir a saludar al Papa, la Presidenta presenció la misa en primera fila, junto a su par de Paraguay, Horacio Cartes.
SUBNOTAS
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.