EL PAíS › DESDE EL GOBIERNO BUSCARON CONTRARRESTAR LA FRIALDAD DEL PAPA PARA CON MACRI

Para disimular la distancia

Después del breve y serio encuentro en el Vaticano, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y la canciller Susana Malcorra salieron a aclarar que la relación ahora es “más institucional” y que no es relevante la duración de una reunión.

Visiblemente afectado por las repercusiones de Roma, funcionarios del Gobierno salieron a intentar bajarles el tono a las lecturas sobre la brevedad y ceremoniosa frialdad del encuentro entre el presidente Mauricio Macri y el papa Francisco. A lo largo del día de ayer, hubo declaraciones del jefe de Gabinete, Marcos Peña, y de la canciller, Susana Malcorra, quien descartó que pueda medirse la eficacia de un encuentro por el resultado de un cronómetro. A continuación, sin embargo, puso su propio conteo sobre la mesa: “La mayoría de las reuniones que mantiene el Papa con jefes de Estado tiene traducciones –dijo desde Madrid–, ésta obviamente no, y si vamos a hacer mediciones, esto es un elemento a tener en cuenta.” Pero otras voces, desde la coalición oficialista Cambiemos, reconocieron la tensión entre Jorge Bergoglio y Macri: la diputada Elisa Carrió cargó nuevamente contra el papa Francisco y lo acusó de “no ayudar” y de “empoderar a los violentos”.

“La verdad que me sorprende que el cronómetro mida la eficiencia o la satisfacción de la reunión”, dijo Malcorra sobre la difusión y las lecturas que surgieron por los cortísimos 22 minutos del encuentro entre el jefe del Estado Vaticano y el presidente Macri. “Cuando se reúnen dos personas que se conocen, hay mucho menos tiempo dedicado a las introducciones y mucho más tiempo dedicado a la sustancia”, subrayó, en busca del vaso medio lleno. En esa línea, remarcó que el encuentro fue “muy bueno y muy rico” y que dialogaron sobre “todas las cuestiones” que tenían previstas. “Hablaron del terrorismo, el narcotráfico, la pobreza y también hablaron mucho de la unión de los argentinos”.

Malcorra fue una de las gestoras de la cumbre en Roma y hace semanas había abierto el paraguas para bajar las expectativas del encuentro al señalar que de acá en adelante las relaciones entre el gobierno argentino y el Vaticano serán “protocolares” e institucionales. Desde su elección y luego desde su asunción, Macri hizo gestos de acercamiento y esfuerzos para obtener la foto que finalmente logró recién el sábado. Los entendidos del protocolo hicieron notar rápidamente que el Papa no llamó cuando Macri ganó las elecciones. Para la asunción, además, mandó una carta y envió al arzobispo paraguayo Eliseo Ariotti, cuando el PRO prefería a algún delegado más encumbrado. Luego, tuvieron una primera comunicación oficial el 17 de diciembre, pero a instancias del presidente Macri, cuando llamó a Roma por el cumpleaños de Bergoglio. Si bien hubo rumores de que ambos se verían en Davos, el encuentro no se concretó. Finalmente, el rosario que el papa Francisco envió a Milagro Sala, detenida en Jujuy, cuando ya se había puesto la fecha del encuentro del último sábado, volvió a mostrar la distancia entre ambos. Una distancia que el sábado se puso de manifiesto con sobrados gestos de seriedad, cambio de escenario del encuentro y los breves 22 minutos de la cita de los que dieron cuenta los expertos en temas vaticanos.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, acudió a las redes sociales para discutir sin embargo estas interpretaciones, presentes tanto en la prensa nacional como en la internacional. “El papa Francisco es el hombre más importante que haya surgido de nuestras tierras. No sólo es el primer Papa latinoamericano, sino que se ha transformado en una referencia moral y espiritual mundial, inmensamente querido y admirado por toda la humanidad”, dijo. “No es un dirigente político argentino. Tenemos que entender eso. No es ni kirchnerista ni de Cambiemos. No es más amigo de uno o de otro”. Sin dar precisiones sobre a quién apuntaba, Peña señaló que con las “interpretaciones sobre si había durado mucho o poco (...) uno empieza a pensar lo difícil que somos a veces como país”. Para el ministro, el sábado “empezó una nueva etapa en la relación del gobierno argentino” con el Papa y dijo que es producto “del consenso de la necesidad de una relación más institucional, menos politizada y de menos manoseo”.

La diputada Elisa Carrió ya había dicho que no iba a viajar a Roma luego de saber que el papa Francisco le había regalado el rosario a Sala. En declaraciones al diario La Nación publicadas ayer, la dirigente, que es una de las fundadoras de la alianza de gobierno Cambienos, se despachó sobre Francisco: “No creo que Bergoglio tenga que convertirse en una unidad básica en la Argentina. No creo que tenga que empoderar a violentos. Estoy hablando de Milagro Sala y de Guillermo Moreno”.

Quien salió a responderle fue el gobernador Juan Manuel Urtubey. Integrante del PJ y uno de los responsables de la fractura del bloque del Frente para la Victoria en el Congreso, explicó: “No lo veo al Papa metiéndose en la política doméstica”, respondió. “No hay que asignar significado político al rosario del Papa”, al que evaluó como un gesto habitual. Pese a que la persona que trajo el rosario desde Roma se ocupó de señalar que el pontífice también aseguró que estaba preocupado por la detención de la dirigente de la Tupac Amaru, Urtubey volvió a leer ese gesto como buscó hacerlo el oficialismo desde entonces. “Lo del rosario fue una cosa mecánica –dijo y hasta comparó–, cuando Juan Pablo II fue a visitar a un terrorista que quiso matarlo le regaló un rosario”.

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Macri vistió a Bergoglio el sábado pasado, junto a su esposa, Juliana Awada.
Imagen: EFE
 
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