EL PAíS › OPINION

Sí, nos importa

Por Adriana Calvo*

Qué sentimos los sobrevivientes de los campos de concentración cuando en la primera plana de un diario “aparecemos” fotografiados durante una sesión de torturas? Sorpresa, estupor, asco, dolor, pudor, impotencia, pero sobre todo bronca, indignación, odio...
¿Qué sentimos cuando, casi simultáneamente, leemos el titular y nos enteramos de que no somos nosotros sino uno de ellos, un aplicado y “voluntario” alumno en una clase de práctica? Más bronca, más indignación, más odio.
Todos esos sentimientos se juntan, se mezclan, se potencian y se transforman en un grito callado, infinito, que sale de lo más profundo de las entrañas: ¡¡Cárcel!! Cárcel para los que nos torturaron, para los que torturaron a nuestros compañeros, para los que torturan a pibes día a día en las comisarías, para los que martirizan a los presos en las cárceles.
Claro, allí, en el lugar de donde salió, el grito deja un vacío duro, amargo, impenetrable. Sin embargo, entrenados por años de impunidad, por años de sentir vacíos duros, amargos, impenetrables en ese lugar del cuerpo de donde salen los gritos reclamando justicia, leemos el resto de la noticia.
Y nos preguntamos: ¿es que alguien supuso que los torturadores torturan espontáneamente? ¿Que son autodidactas? Que las técnicas, los instrumentos, las zonas del cuerpo, la tensión aplicada, la corriente, el cómo, dónde y con qué golpear, los minutos bajo el agua, el tiempo de estaqueo, la forma, la secuencia, el orden de las preguntas; ¿son producto de la imaginación del espíritu creador de cada torturador?
Si alguien lo supuso para tranquilizarse adhiriendo a la teoría de los excesos, si alguien prefirió sostenerlo para avalar la nefasta y peligrosa idea de que “son muy pocos” los miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad vinculados con la represión que siguen en actividad, es hora de que unos se intranquilicen y los otros revisen sus argumentos.
Es así, si la impunidad las protege, las fuerzas armadas y de seguridad de nuestro país fueron, son y seguirán siendo formadas, educadas y entrenadas para reprimir al pueblo y eso siempre incluye la tortura a los prisioneros. Si la impunidad las protege, esto es, si cuentan con el respaldo, con el conocimiento pleno, el aval o las órdenes de los gobiernos.
Cumpliendo con su deber, el presidente Kirchner efectuó ayer una denuncia que expresa una voluntad política objetivamente diferente a la de los gobiernos anteriores.
Cumpliendo con nuestro compromiso, nosotros seguimos acumulando nombres, fechas, lugares, hechos, pruebas para que todos, hasta el último guardia de la más remota comisaría, del más olvidado cuartel donde funcionó un centro clandestino de detención, pueda ser acusado en las causas reabiertas a partir de la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y vaya a parar a la cárcel. Pero para que esas pruebas sean tenidas en cuenta por estos jueces es necesario que el pueblo todo se movilice y se los exija.
Es necesario porque sólo así comenzaremos a ponerle fin también a la impunidad de quienes hoy torturan en las comisarías y en las cárceles. Sólo así, con hechos concretos, que hoy y aquí significa exactamente lograr que los jueces manden a todos los secuestradores, violadores, torturadores y desaparecedores detrás de las rejas, lograremos que nunca más un preso, testigo de las torturas a sus compañeros de cautiverio, temeroso –y con razón– de ser el próximo, tenga que decir: “Sí, pero a mí no me importa. Ustedes saben, casi siempre pasan estas cosas... Igual, si me citan yo diré que no escuché nada”.

* Asociación de ex Detenidos-Desaparecidos

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