EL PAíS

“Las marchas ya no sirven, así que hay que empujar más a fondo”

El MP 29 de mayo es un pequeño grupo piquetero que se ganó un lugar en los medios por sus acciones directas. Cómo las explican.

 Por Laura Vales

El piquetero alza un pie y muestra su zapatilla. Es un botín de fútbol viejo.
–¿Ve la suela? –pregunta.
–Sí.
Baja el pie, se acomoda en el banco de madera y espera la pregunta.
–¿Qué pasa con la suela?
–Que no tiene tapones. Se me gastaron haciendo marchas pelotudas.
Lo dice convencido: “¿Cuántas marchas hicimos? De Congreso a la Plaza de Mayo. De Liniers a Plaza de Mayo. De La Plata a la Plaza de Mayo. Hasta de Jujuy a la Plaza de Mayo. No sirvieron para nada. Porque con todo el poder de movilización que tenemos, el movimiento de desocupados no consiguió reabrir una fábrica. Ni siquiera pudimos mejorar la salud pública. El Gobierno nos dividió y así estamos: negociando planes de empleo que no sacan a nadie de la miseria. Cada uno cuidando su quintita”.
El que habla se llama Daniel Rodríguez. Es piquetero desde finales de los ‘90, aunque su agrupación tiene poco más de un mes de historia. El caso ilustra bien la fragmentación: el Movimiento Popular 29 de mayo fue creado hace tres años por militantes que rompieron con el Teresa Rodríguez y la Aníbal Verón. Y luego se dividió en tres: la Tendencia Clasista 29 de mayo, el Movimiento 29 de mayo y el Movimiento Popular 29 de mayo.
La última de esas rupturas ocurrió en diciembre. Desde entonces tuvieron su publicidad. En un mes aparecieron dos veces en la tapa de los diarios. La primera en diciembre, cuando fueron a pedir comida a un hipermercado Carrefour. “Apriete piquetero”, tituló un matutino el reclamo en el que consiguieron 500 pollos, 500 pan dulces y 500 budines para la Navidad.
Volvieron a ser noticia a mediados de enero, en la autopista a La Plata. El día clave del recambio turístico mantuvieron levantadas durante seis horas las barreras del peaje. La concesionaria sufrió pérdidas por millones y los denunció a la Justicia.
Ellos dicen que encontraron el mejor método de lucha. “Las marchas ya no sirven y cortar la calle perjudica al que va a trabajar. Pero lo del peaje funciona: mete presión y golpea a las concesionarias subsidiadas por el Estado.”
Alguien podría agregar “y es un gesto hacia la clase media, que viaja sin pagar”. Pero no los del MP 29 de mayo. Porque para ellos, el principal problema no es la relación con los sectores medios sino “la conciliación que ha hecho el movimiento piquetero”. Creen que las organizaciones de desocupados han dado “una tregua a cambio de nada”. En esa crítica incluyen prácticamente a todo el arco de la protesta, también a los grupos que los medios acostumbran llamar “duros”.
Sacudir las vallas
El barrio donde se hizo esta nota es el Santo Tomás, de Berazategui. Allí, en una casa ocupada, funciona uno de los 18 comedores del movimiento. Es una agrupación chica, de 500 personas, con presencia en los municipios de Quilmes, Varela, Berazategui y Solano, y una política de mayor confrontación.
“Fuimos muy criticados cuando rompimos autos, incluso por las demás organizaciones”, dice uno de los desocupados en la ronda donde circula el mate. Se refiere al episodio ocurrido durante el juicio a los militantes de Quebracho. Estaban concentrados en la puerta de los tribunales, fueron reprimidos y rompieron con sus palos varios vehículos estacionados en la cuadra. “Nos criticaron mucho, pero nosotros no rompimos al azar. Elegimos coches de gente con guita.” También estuvieron en el último acampe en la Plaza de Mayo. Al día siguiente, la televisión mostró que los canteros de la plaza habían sido usados como baños y los bancos como leña.
“Habíamos llevado arroz para comer y teníamos que cocinarlo. Buscamos leña y la usamos porque la plaza nos pertenece. El 17 de octubre del ‘45, cuando los trabajadores fueron a la Plaza metieron los pies en la fuente. Venían de una cierta disciplina que les daba la fábrica, tenían su manera de manifestar. Los desocupados tenemos otra”, dice Alberto Fernández, de 41 años. “También fue algo desde la bronca. Para que vieran el desastre que han hecho con nosotros”.
–¿No tienen expectativas de una mejora?
–Hubo anuncios de crecimiento que acá no se sienten. Son cosas macroeconómicas, también Martínez de Hoz hacía anuncios. Pero estamos igual, el Gobierno no ha hecho nada para cambiar nuestra situación, por eso vemos que hay que empujar más a fondo.
–¿Qué sería empujar más a fondo?
–En la última movilización que hicimos con el bloque piquetero agitamos las vallas que rodean la Casa Rosada. Queríamos hacer saber que el pueblo todavía tiene ganas de voltearlas. Raúl Castells y los del bloque vinieron a pedirnos que bajáramos la tensión. Sacudimos las vallas y nos fuimos –dice Fernández–. Desconcentramos an-tes de que empezaran los discursos. En realidad, nunca nos quedamos a escucharlos.
Trabajo genuino
La mayor parte de los integrantes del MP 29 de mayo tiene más de 50 años. Beatriz Pérez (62) y Adela Bardelli (50) cuentan la historia de su organización en Berazategui. Comenzaron a reunirse hace un año, en la casa de una de ellas. Como contraprestación de los planes sociales hacían manualidades: canastitas de papel de diario y centros de mesa con botellas plásticas. Más tarde empezaron a hacer pan y rosquitas. Tienen un acuerdo de trabajo por el cual las ganancias se reparten en partes iguales entre los beneficiarios y el fondo común del movimiento.
Intentaron conseguir trabajo genuino en Metrovías rodeando sus boleterías junto a otras organizaciones, pero hubo diferencias internas, una parte de los manifestantes abandonó y los que quedaron no lograron el apoyo de los trabajadores. La empresa finalmente tomó personal, pero no entre los piqueteros.
En diciembre les cortaron los planes, no pudieron comprar más insumos y la panadería cerró. Por ese motivo comenzaron a levantar el peaje de la autopista.
Hicieron cuatro protestas, las primeras coordinadas con otros movimientos como la Unión de Trabajadores Piqueteros, el Frente de Trabajadores Combativos y la Unión de Trabajadores y Changarines. “Después los demás no quisieron seguir”, agrega Daniel Rodríguez. “Dijeron que la opinión pública y los medios mostraban una posición muy desfavorable a los piqueteros.”
Hicieron la última medida de lucha solos, sobre la autopista, en reclamo de 310 planes y alimentos. Fue el 15 de enero y les sirvió para abrir una negociación con el Gobierno. Si esas conversaciones no avanzan, podrían volver a los peajes esta semana.

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El centro del grupo está en Berazategui, donde se reúnen.
Son unos 500 piqueteros, muchos mayores de 50 años.
 
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