EL PAíS › LOS ULTIMOS GRANDES GOLPES MUESTRAN LA REAPARICION DE LAS GRANDES BANDAS

Llegó el turno del regreso de la pesada

Amplio despliegue de armamento pesado, zonas liberadas, delincuentes equipados y de uniforme son algunos de los denominadores comunes de los últimos secuestros y asaltos. Qué hacer ante la nueva ola del delito.

 Por Raúl Kollmann

El Gobierno tendrá que volver a ajustar la mira de su política criminal. Después de cuatro meses de actuación esporádica, en los últimos siete días reaparecieron en escena las grandes bandas, las que tienen entre sus integrantes a oficiales o suboficiales de las fuerzas de seguridad y por lo tanto despliegan armamento pesado y muchas veces consiguen una virtual patente de corso para su accionar.
En el intento de robo a dos camiones de caudales en Torcuato participaron no menos de diez personas, entre ellos dos hombres de la Prefectura, vestidos con su uniforme, pero se está buscando a varios policías relacionados con el hecho, además del entregador que le vendió a la banda el dato de que podían llevarse más de un millón y medio de pesos en la operación. Paralelamente, en la ruta 191, otro grupo comando, con chalecos antibala, uniformes policiales y armas largas esperaba algún vehículo que viniera de Punta del Este. En el operativo se llevaron a la esposa del titular de la AFIP de Pergamino, que aún sigue secuestrada, pero la banda transportó a toda su familia a lo largo de casi 200 kilómetros, lo que demuestra que tenían una o más credenciales policiales para exhibir ante cualquier control. Hubo otros dos casos similares en Arrecifes y Campana. El atraco al blindado y el robo-secuestro en la ruta 191 marcan el regreso de las grandes bandas del Gran Buenos Aires y existen síntomas de que tienden a actuar cada vez más en el interior bonaerense –hay varios casos de secuestros– aprovechando el buen momento del campo y el menor control en esas zonas.
Reaparecidos
En las cárceles se dice que las grandes bandas actuaron poco en los últimos meses porque –en su particular visión– se “complicaron” las cosas en el Gran Buenos Aires. “Tanta gente de la Gendarmería, la Prefectura, la Federal y la Bonaerense en la calle cambiaron las cosas. Además, hay más barrios marcados muy de cerca. No es lo mismo que hace ocho meses cuando sólo estaban los bonaerenses y había menos control. Por eso, se necesitó un tiempo para conocer la calle otra vez. No es casual que en algunas bandas ahora aparezcan prefectos y gendarmes”, le dijo a Página/12, desde la cárcel, un hombre que supo ganar experiencia en la banda del Gordo Valor.
En verdad, las grandes organizaciones habían bajado notoriamente su presencia. Hacía mucho que no se producía un asalto a un camión de blindados, los robos a bancos se han hecho muy esporádicos –hubo tiempos en que se producían dos y hasta tres atracos por día–, bajó notoriamente la piratería del asfalto y las grandes bandas sólo aparecieron dedicadas a los secuestros extorsivos. Desde que liberaron a Pablo Belluscio –el 4 de noviembre–, sólo protagonizaron un secuestro de envergadura –el del padre de Jorge “Corcho” Rodríguez–, con varios hombres, vehículos, armas largas y una sólida organización.
En las fuerzas de seguridad prefieren decir que las grandes bandas actúan poco porque hubo una exitosa ofensiva contra ellas: “Buena parte de la gente está detenida”, argumentan en la Federal. Sin embargo, la cuestión es polémica: el hecho de que en la mayoría de los casos no se pudo dar con los rescates pagados por los secuestros indicaría que no se llegó a los jefes y que los apresados tienden a ser hombres de las segundas y terceras líneas.
Blindados
El robo de los camiones de caudales fue uno de los clásicos objetivos de las grandes bandas, pero hacía casi cuatro años que no se producía un asalto de envergadura a un blindado. El martes a la noche actuaron nomenos de diez personas, de las cuales cuatro terminaron detenidas, entre ellas dos integrantes de la Prefectura, que actuaron vistiendo su propio uniforme. El robo se frustró básicamente porque uno de los guardias reaccionó desde adentro de uno de los camiones, pero la investigación demuestra que hubo un entregador –la banda sabía que podía llevarse más de un millón de pesos porque en ese punto ya los blindados traían dinero de supermercados y de Easy–, que en la organización hay otros miembros de fuerzas de seguridad que están prófugos y que el armamento, que incluía fusiles y ametralladoras, requirió de una inversión importante.
En la ruta
En San Nicolás, donde se realiza la investigación del secuestro de Cristina Taborda, la esposa del titular de la AFIP de Pergamino, insisten en algunas características notorias del caso:
- La banda se instaló en la ruta 191 que transitan personas que vienen de Entre Ríos, pero especialmente turistas que se trasladan en automóvil hacia y desde Punta del Este. El objetivo es detener alguna familia que, por el auto, exhiba algún poder adquisitivo. En el caso de Taborda, se trató de un Mitsubishi Lancer, que igualmente está lejos de ser un auto de los más caros.
- El grupo que secuestró a Taborda estaba integrado por al menos seis personas, en tres automóviles. Exhibían armas largas, estaban vestidos de policías y tenían chalecos antibala.
- La banda es del Gran Buenos Aires, porque hacia allí se dirigieron reteniendo a los demás integrantes de la familia de Eduardo Cruellas, el marido de Taborda. A los hijos y a Cruellas los dejaron en Tortugas y Garín.
- Los investigadores judiciales están seguros de que hay hombres de fuerzas de seguridad en la banda: “Nadie se traslada casi 200 kilómetros por rutas y autopistas sin tener garantías de impunidad. Y la garantía es una chapa de policía”, le aseguraron a Página/12.
- No se trata del único caso: hace varios días fue secuestrado el hijo de un productor agropecuario de Arrecifes y también las negociaciones por la liberación se llevaron adelante desde el Gran Buenos Aires.
- El jueves pasado se produjo otro hecho de similares características: hombres vestidos de policías interceptaron una camioneta Rodeo y mantuvieron cautivos a tres empleados de la empresa dueña del vehículo. Lo notorio es que, como en los casos anteriores, mudaron a los empleados a otro coche, los trajeron al Gran Buenos Aires y finalmente los dejaron en libertad en San Isidro.
- El diagnóstico es que algunas bandas del Gran Buenos Aires se trasladan al interior bonaerense para aprovechar el menor control, a lo que se suma el buen momento del campo.
- Aunque el secuestro de Taborda lo realizaron no menos de seis personas, hay datos contradictorios de la banda. Por un lado, han mostrado capacidad para esconder a la secuestrada –ya lleva una semana cautiva–, pero por el otro no eligieron bien a la víctima y terminaron pidiendo una cifra relativamente exigua para estos casos, 30.000 dólares.
La batalla
El ex viceministro de Seguridad bonaerense Marcelo Saín le dio a este diario su diagnóstico. “Es cierto que hay una reaparición de grandes bandas, pero hago una distinción: no creo que trabajen para la policía o para otras fuerzas de seguridad. Es cierto que tienen integrantes de uniforme, que en muchos casos hay comisarios o subcomisarios que les cobran peajes, pero son bandas que se arman en la cárcel, sobre la base de ‘pesados’ que son referentes en el mundo del delito. No cualquiera arma una banda, tiene que exhibir poder, ser reconocido por los otrosdelincuentes. Por lo que nosotros hemos estudiado, esas organizaciones compran quintas en las que operan, coches con los que se manejan y armamento de envergadura. Después pagan a entregadores y diseñan su plan. Además, cuentan con abogados, mantienen económicamente a los que cayeron presos y, en general, los jefes no participan directamente de la operación. En este diagnóstico, el ahora detenido Sergio Leiva, conocido como el Negro Sombra –cuya participación en secuestros fue adelantada en exclusiva por Página/12 en octubre– no es jefe de la banda que integra, sino uno de los matones que usan los verdaderos jefes. La relación con los policías es la siguiente: le ponen plata a tal o cual comisario para que haga la vista gorda, por ejemplo cuando algún buchón le trae un dato sobre el lugar donde hay alguna persona secuestrada o un golpe que se está por dar. El arreglo muchas veces no es con el máximo jefe de una Departamental de Investigaciones, sino con sus segundas líneas, y entonces por esa vía se enteran de todos los pasos de las investigaciones.”
Hay un terreno que todavía no está nítido para los especialistas. Algunos sostienen que las bandas dominan algunos barrios, especialmente en materia de tráfico de drogas. Eso las lleva a incursionar en casi todas las áreas del delito: los secuestros express, que les sirven para ir entrenando a algunos de sus integrantes, los robos, los secuestros extorsivos y las grandes operaciones. El modelo se parece un poco más al de Río de Janeiro, donde los narcos ejercen el dominio. Estos especialistas consideran que el Negro Sombra, Lala y otros matones son por ello el centro de las bandas. Para otros, en cambio, los jefes no están en los barrios ni la banda se asienta allí, sino que viven bien, en quintas o casas de clase media y desde esos lugares manejan las operaciones e incluso a los matones como el Negro Sombra. Los enormes botines que consiguieron –700.000 dólares en el caso Macri, 200.000 en el secuestro de Mirta Fernández, 145.000 dólares en el de Pablo Belluscio, 100.000 en el caso de Christian Traverso– les permiten mantener la infraestructura y financiar los siguientes golpes.
Saín propone que a las bandas no se las investigue con los policías de la zona, que están infiltrados o arreglados por ellas, sino conformar una especie de base operativa, con cuadros seleccionados, instalar ese grupo en algún lugar del Gran Buenos Aires durante cuatro o cinco meses, acumular información y especializar a ese cuerpo en el desarticulado de estas organizaciones que están resurgiendo. El ex viceministro insiste, además, que es clave seguir el recorrido del dinero, la única vía real para llegar a los jefes.

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