EL PAíS › EN EL GOBIERNO DE IBARRA NO ESTAN CONFORMES CON RAFAEL ROMA

Un Balito con la pólvora mojada

Se pensó que su incorporación serviría para atraer a los disconformes del ARI y para darle brillo al área social. Pero no conformó en ninguno de los dos aspectos y se habla de cambio.

 Por Santiago Rodríguez

Su nombramiento como secretario de Desarrollo Social fue la jugada política más fuerte de Aníbal Ibarra en el armado de su gabinete. En los días en que analizaba cómo integrar la primera línea de su administración, el mismo jefe de Gobierno y los pocos colaboradores que tuvieron alguna influencia en su decisión final imaginaban otra cosa; creían que su experiencia política daría brillo a la gestión y que sería una suerte de imán para atraer al ARI o a muchos dirigentes de ese partido que por entonces cuestionaban a una Elisa Carrió en baja. Pero con el correr del tiempo la realidad demostró otra cosa y la figura de Rafael “Balito” Romá se fue desdibujando, a punto tal que el suyo es uno de los nombres más mencionados cada vez que se habla de cambios en el gabinete de la ciudad.
De “cuadro político que no podemos desperdiciar” –como en la previa a la integración del gabinete porteño se referían a él los ibarristas– a ser un secretario más del gobierno de Ibarra, el derrotero de Romá tiene explicación. O, mejor dicho, varias explicaciones.
Ibarra tomó la decisión de incorporarlo a su administración en los días en que desde la Casa Rosada lo alentaban a erigirse en vértice de un espacio transversal que aglutinara a todas las expresiones progresistas ajenas al PJ que apoyaban a Néstor Kirchner. Sumar a Romá resultaba ideal en función de ese objetivo: era el principal operador político de Carrió y su designación tenía el completo aval del jefe de Gabinete nacional, Alberto Fernández.
La elección del lugar en donde nombrarlo también tuvo su razón de ser: en el entorno de Ibarra suponían que su experiencia política y de gestión por haber sido vicegobernador bonaerense, sumadas a su origen peronista, hacían de Romá el hombre indicado para hacerse cargo del área social del gobierno porteño.
En el momento en que lo nombraron, Balito ya no tenía una relación de privilegio con Carrió, pero Ibarra y sus colaboradores hicieron una apuesta a dos puntas. Una alternativa posible –la que menos chances tenía– era que la designación de Romá ayudara a que Carrió diera marcha atrás en su decisión de plantarse como opositora al gobierno de Kirchner, del que Ibarra siempre se mostró mucho más cerca que la chaqueña. La otra posibilidad tenía que ver con un hipotético desbande en el ARI si su jefa no encontraba un discurso y un lugar en el tablero político que le permitiera diferenciarse de Kirchner: en ese caso, la figura de Romá podía servir para atraer a aquellos que optaran por abandonar esa fuerza.
Carrió tuvo algunas bajas en sus filas, pero aquel desbande no se produjo. Y si bien accedió a que algunos de los suyos se integraran a las segundas líneas del gobierno ibarrista, la chaqueña mantuvo firme su orden para que nadie de su partido asumiera funciones de relevancia junto a Ibarra. El ARI de la Capital acompañó esa decisión y Balito fue excomulgado de la fuerza. “No es un orgánico del ARI”, dicen hoy los dirigentes porteños de ese partido.
En el gobierno de la ciudad muchos evalúan que, “al final, en términos políticos no sumó demasiado” y, además, le cuestionan la gestión. “¿Se lo vio alguna vez anunciado algo o ampliando alguno de los programas que ya venían en marcha?”, preguntan varios con malicia. Quienes lo defienden tienen un argumento para la réplica: dicen que su capacidad de acción fue acotada porque no le dieron el pleno control del área a su cargo y dejaron para secundarlo a Mónica Desperbasques, quien conoce muy bien Desarrollo Social porque ocupa ese lugar desde hace años. Desperbasques goza, además, de la plena confianza del jefe de Gabinete porteño, Raúl Fernández, principal hombre de consulta de Ibarra.
El caso de Romá es similar al de Héctor Capaccioli, un estrecho colaborador de Alberto Fernández, cuyo nombramiento como secretario de Descentralización fue presentado como la expresión de la pata kirchnerista de la coalición que le permitió a Ibarra retener la jefatura de gobierno: Luis Vespoli, el segundo de Capaccioli, es también un dirigente muy cercano a Raúl Fernández.
Alejado del ARI y sin mayor sustento en el gobierno porteño, Romá se ubicó bajo el ala protectora de Vilma Ibarra y, como la hermana del jefe de Gobierno, está cada vez más involucrado en el espacio político que encabeza Alberto Fernández. La prueba del lugar en el que se ubica hoy políticamente es que fue uno de los que hace un par de semanas participó en una cena que organizó Vilma en el Club Vasco Francés. Allí compartió la mesa con otros dirigentes actualmente alineados con el jefe de Gabinete, como Capaccioli, la diputada Nilda Garré, el legislador porteño Miguel “Pancho” Talento y la titular del PAMI, Graciela Ocaña.

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La llegada de Romá a la Secretaría de Desarrollo Social fue una apuesta transversal de Ibarra.
Por entonces, era el principal operador político de Carrió y tenía el aval de Alberto Fernández.
 
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