EL PAíS › TITO COSSA, DRAMATURGO

“Un problema de desconfianza”

“Hay que descongelar la desconfianza entre los políticos y los artistas”, afirma Cossa y señala que las acciones en el plano cultural han sido “nulas”.

 Por Luis Bruschtein

Entre la expectativa por el nuevo discurso oficial, mezclada con el desconocimiento del mundo de la cultura por parte de los políticos y las pocas medidas del Gobierno en esta área, se ha desarrollado el primer año de gestión del presidente Néstor Kirchner, según el dramaturgo Tito Cossa.
“Este es un Gobierno que tiene iniciativas –afirma–, que se pone a favor de los vientos que corren y hace cosas, avanza sobre cosas, pero en el plano cultural su actividad es nula”.
–Un grupo de gente de la cultura tuvimos reuniones con funcionarios. Este grupo estaba integrado sobre todo por gente de teatro, que por genética somos más grupales y más peleadores; el teatro siempre está en los líos o pretende forzar cosas. Uno de los encuentros fue con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, que nos dijo: “La cultura es importante, pero no es urgente”, frente a temas como la discusión de la deuda externa, obviamente. Y tuvimos otra entrevista con Pepe Albistur, el secretario de Medios, que reconoció en una charla que el Gobierno estaba en deuda con la cultura.
–Algunos intelectuales han sido convocados por el Presidente...
–Sí, pero han sido intelectuales más ligados al pensamiento. Convocó a (José Pablo) Feinmann, a (José) Nun, a Beatriz Sarlo, es decir son intelectuales que, aparte del caso de Feinmann que además es artista, reflexionan desde un punto de vista filosófico o sociológico. Pero salvo los músicos, que generosamente van a los actos, como Víctor Heredia o León Gieco, el Gobierno no tiene contactos con los artistas. Los artistas también reflexionan. Yo creo que lo que hay es una especie de desconocimiento del fenómeno artístico. Porque el arte no es ingenuo, no es inocuo, trabaja sobre el imaginario popular. Y ese imaginario después se transforma en acción social, en acción política. Trabaja sobre el pensamiento, de una manera muy difícil de codificar. Pero yo no sé hasta qué punto el peronismo no le debe mucho al Martín Fierro, porque se van creando ideas, produce esos procesos que son difíciles de detectar en el imaginario popular.
–Pese a esa orfandad, la actividad teatral es muy fuerte en el país...
–Tiene mucha fuerza, pero sale del esfuerzo personal, no hay nadie en el teatro independiente que pueda decir que gane dinero, de manera que todo se hace con el esfuerzo, y porque nos gusta hacerlo, no es porque seamos héroes de nada. Todo eso habría que organizarlo, incentivarlo. Creo que habría que poner mucho el acento en la formación del artista. En el caso del teatro argentino, que es de muy buen nivel, lo sería aún más si se apuntalan las escuelas, la Municipal y la Nacional, hay que proteger el arte propio, difundirlo afuera, que los embajadores y los agregados culturales se dediquen a difundir el arte en todas sus variantes.
–¿La poca importancia que se le asigna desde niveles oficiales obedece sólo a un problema de desconocimiento?
–Más que de desconocimiento es un problema de desconfianza. Hay un malentendido histórico entre políticos y artistas. Los políticos generalmente no entienden, a veces creen que la cultura es entretenimiento, que es una cosa para pocos, elitista, o algo así como “yo tengo una sobrina que toca el piano”. Y del lado de los artistas hay una desconfianza muy grande con los políticos, miedo de que te usen, y por supuesto hay un poco de soberbia del artista con respecto a los políticos. Creo que este malentendido habría que descongelarlo. Y los políticos algún día tienen que pensar en serio un plan sobre la cultura, entenderla, que se forme una comisión bipartita que estudie este proyecto de convertir el tema de la cultura en una política de Estado, una política que supere los vaivenes de la contingencia. El Estado tiene que crear las condiciones para que la cultura se difunda. Tendría que haber una política que ordene todas las iniciativas. Creo que el Gobierno tiene que dejar de ser indiferente. Pero nosotros tenemos que ser capaces de organizarnos, golpear la puerta y sentarnos a hablar.
–Usted se reunió, junto con otros artistas, con el secretario de Cultura para presentarle algunas propuestas...
–Estamos integrados a un movimiento de apoyo al teatro, el MATE, donde están Alejandra Boero, Gorostiza, Rubens Correa, Urquijo, en fin; somos un grupo chico, pero nuestra tarea es el apoyo al teatro. Tratamos de ser un vaso comunicante entre los problemas del teatro y las instituciones, generalmente del Estado. El MATE tuvo acceso y un buen diálogo con Torcuato Di Tella, pero por otro lado su gestión es muy errática, incluso presenta flancos que provocan ataques que no siempre son de la derecha. El diario La Nación lo viene atacando desde que empezó, sobre todo desde que echó a Amalita Fortabat del Fondo Nacional de las Artes, que fue una de las buenas medidas que tomó. Da por terminada la función de la Fortabat, pero hace dos meses que el Fondo está acéfalo. Esto demuestra, por lo menos, ciertos problemas en la gestión. A nosotros nos escuchó, nos reunimos tres veces con él.
–¿Cuál fue el motivo de esa reunión?
–Empezó con la propuesta de quién podría encabezar el Instituto Nacional del Teatro. Le ofrecimos una terna y de allí eligió a Raúl Brambilla, lo cual, insisto, para mí es nuevo. He tenido acceso a secretarios o directores de cultura, hemos recibido alguna ayuda económica para el Teatro del Pueblo cuando lo estábamos refaccionando, pero nunca tuvimos este diálogo, donde nosotros le planteamos a Di Tella que este gobierno, que quiere cambiar las cosas, tiene que lograr que la cultura sea tenida en cuenta como una política de Estado, no como un apéndice del gobierno de turno.
–Esa prioridad tiene que expresarse también en la inversión...
–El presupuesto de Cultura de la Nación es el más bajo de los últimos quince años. El Instituto Nacional del Teatro sigue padeciendo recortes como en épocas anteriores, como con Menem o De la Rúa, no hay una decisión de cambiar ese aspecto. Hemos pedido la autarquía, como el Instituto Nacional de Cine. Se puso mucho acento en el cine. En cine, el Instituto funciona bien, tiene la autarquía, tiene todo el dinero que le corresponde, porque tanto los fondos del Instituto de Cine como los del Teatro provienen de un impuesto del Comfer. Pero el cine se lleva algo así como el 50 por ciento y el teatro solamente el 8 por ciento. Y aparte, el teatro, en este caso no sé si el cine también, tiene un impuesto a los premios de la Lotería. Esos dos ingresos deberían dar un promedio de 12 millones de pesos por año, que pueden cambiar un poco para arriba o para abajo. Lo más que se cobró fueron 8 millones, ahora se está en 7, en 6, con recortes, con demoras.
–¿Adónde van a parar esos impuestos recaudados?
–Con la Ley Cavallo, todos los fondos que tiene el Estado van a una cuenta única y allí ellos deciden. Si tuviera autarquía, los fondos vienen directamente y las autoridades del Instituto los manejarían con toda la libertad. En ese sentido estamos mal. Yo creo que este gobierno, por lo que se dice, por lo que uno mira, por lo que uno lee, está muy basado en las decisiones de Kirchner, entonces creo que Kirchner todavía no ha echado una mirada sobre el tema cultural. No sé si, como dijo Parrilli, piensa que no es un tema de urgencia, o si es que no ve este problema. Los políticos en general no le dan pelota a la cultura, pero éste en especial no se ve que tenga interés. Nosotros, por otro lado, tenemos la culpa de no pelear más la cosa, de no unirnos, de no organizarnos, hacemos reclamos aislados, dispersos... Yo creo que con Menem no se nos hubiera ocurrido ir a plantearle estas cosas, con De la Rúa tampoco, pero con este Gobierno que uno ve que le preocupan los derechos humanos, que avanza sobre ese tema, que hay acciones en cosas; también tiene que avanzar en la cultura.

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