EL PAíS › BERGES, EX JUEZ A PARTIR DEL JUEVES

“Hay más problemas por amiguismo que por coimas”

Del caso de la Escuela Yoga al de Rímolo-Soldán, tuvo algunas de las causas más mediáticas del país y cuestionamientos fuertísimos. El 1º de julio deja la Justicia y pasa a trabajar en la Superintendencia de AFJP como abogado. Un balance de las que ganó y las que perdió, y su visión sobre por qué resulta tan difícil investigar crímenes económicos.

 Por Adriana Meyer

Encarceló a los miembros de la Escuela Yoga por “corrupción de mayores”, persiguió a barrabravas y banqueros, indagó durante once horas a Eduardo Escassany, suspendió campeonatos de fútbol, procesó a intendentes, quiso allanar la SIDE y mandó a la cárcel a personajes de la farándula como la pareja Soldán-Rímolo. Tras once años en la Justicia, el juez de instrucción Mariano Bergés abandona su despacho y pasa a ser un abogado contratado por el Gobierno en el organismo que controla las AFJP. Hincha de Boca y adicto al trabajo, está casado y tiene dos hijos adolescentes. Antes de dar el portazo (deja abierta la posibilidad de regresar), aceptó conversar con Página/12 sobre los motivos de su decisión e hizo un balance de la labor que desplegó desde su despacho en Tribunales.
–¿Por qué irse de la Justicia tras 25 años, once de juez?
–Hay un desgaste por la propia función: once años de juez de instrucción del modo en que uno lo ha desarrollado es bastante fuerte. Y hay un cansancio más que físico, una mediatización del personaje Bergés que parece que necesita un descanso.
–¿Cómo surge la posibilidad de ir a la Superintendencia de AFJP?
–Podría ejercer la profesión liberal, pero no es tan sencillo porque uno tiene algunos principios. Tuve algunos ofrecimientos y éste fue el que más se adapta a mi perfil. Es un contrato anual, renovable, para trabajar en asuntos penales de la Superintendencia.
–¿Y después de ese año?
–No descarto quedarme en la Superintendencia, depende de cómo haga mi trabajo, o volver a la Justicia.
–¿Como camarista?
–O como juez de instrucción otra vez, ¿por qué no? No me molestaría concursar, dar examen.
–¿La propuesta surgió del Gobierno?
–No, no. El ofrecimiento surgió por intermedio de un abogado que trabaja en el organismo, con el que tengo una relación antigua. Necesitaban una persona para trabajar en temas penales urticantes.
–Trascendió que la Superintendencia de AFJP trata de establecer si existe un modus operandi en el sistema privado previsional que realizó maniobras en perjuicio de los afiliados. ¿Usted se va a ocupar de eso?
–Hasta el último día que trabaje en el juzgado (su renuncia rige desde el 1º de julio) trato de no tener ninguna contaminación con lo nuevo.
–¿Va a cobrar más o menos lo que ganaba como juez?
–Voy a cobrar por un año una suma muy parecida a la que cobraba como juez. Aclaro que mi salida no es por un tema económico. Es más un desgaste y las ganas de tomar un respiro, un cambio.
–¿Es cierto que renuncia para que no lo destituyan, como se publicó?
–En estos once años tuve denuncias, por la Escuela Yoga, di las explicaciones y di la cara. Las denuncias que llegaron al Consejo de la Magistratura fueron todas desestimadas. En este momento tengo una en mi contra que me hizo (Luis) Barrionuevo, cuando fue procesado por el fútbol.
–En otro encuentro con colegas, usted dijo que llevaba más de diez años de juez y que no podía soportar el ritmo de otros diez. ¿Es así?
–No lo dije así, pero el sentido es ése. Mi manera de tomarme el trabajo siempre fue muy pasional, intensa y hasta obsesiva. Eso produce un desgaste. Y, además, en algunos temas hice cosas que en general los jueces no hacen. Lo que no quiere decir que fuera lo correcto.
–¿A qué se refiere?
–Y... los expedientes que tuve vinculados con el fútbol. Otro puede ser el que se vincula con el corralito. O cuando fuimos a registrar la Secretaría de Inteligencia. Todo el mundo debe pensar que tengo cien detenidos, pero debo tener quince. Para un juez es muy complicado cuando aparecen los intereses económicos. Ahí uno toca intereses comprometidos, empresariales, bancarios, futbolísticos e incluso judiciales. Tuvimos una causa muy importante en la que estaba involucrado el Poder Judicial del Chaco, y conocidos abogados del foro. Era el corralito al revés: peticiones de amparo que particulares y empresas de la Capital tramitaban en el Chaco, y ahí se libraban las órdenes de secuestro del dinero que se cumplían acá en Buenos Aires. Una persona que vivía en Callao y Corrientes recuperaba el dinero vía Chaco. El establishment en aquel momento aplaudió, pero no tanto cuando los mismos bancos fueron allanados.
–¿En la causa sobre fuga de capitales?
–Sí, sí. Se hicieron allanamientos importantes y se llegó a entregar dinero a unas trescientas personas. Eran montos pequeños, y además no había personas conocidas mías. En aquellos tiempos era cuestión de ver quién era amigo de algún juez. Pero también hubo causas grandes como la que tuvimos contra el intendente (Jorge) Domínguez, la de la Escuela Yoga. Y ni hablar de la causa Rímolo, que es mediática por antonomasia. Como si el tema mediático fuera algo personal. Yo no me preocupo del tema mediático, el tema está, pero yo no llamo a periodistas. Lo que se intenta dar es el mismo trato igualitario al imputado por robo que nadie conoce que a un banquero o un empresario, por ejemplo. Hace un mes tuvo que venir al juzgado el presidente de una empresa telefónica. Sus abogados resistieron, pero el hombre tuvo que venir. Acá en Tribunales hay más problemas por el amiguismo que por una coima. Si un juez pide plata o recibe plata, es gravísimo. No hay nada que discutir. Pero que usted me convenza de que yo haga determinada cosa no es una cuestión suya sino un problema mío si lo acepto. Y eso desgasta. El pedido no satisfecho trae broncas, enconos.
–¿Le atrae particularmente la investigación de delitos económicos?
–Ocurre que el delito económico no tiene una adecuada investigación, y tampoco la sanción correspondiente. Y uno tiene que enfrentarse con abogados que dan batalla de todo tipo, legal, en los medios, en el expediente. Lo digo con respeto, pero creo que en el resto de los colegas son pocos los que en estos temas le dan para adelante, quizá sólo porque son los más difíciles.
–¿Cuál es la relación entre la violencia en el fútbol y la política?
–Qué pregunta... Nosotros acreditamos en el caso de Chacarita Juniors una importante relación de los imputados con las áreas de la política. Es decir, gente de la barra brava había tenido vinculación muy estrecha en hechos ocurridos en el PAMI y en Catamarca, cuando se votó para gobernador. Hay otras denuncias sobre otros clubes de mayor representatividad en las que queda claro que hay una enorme relación entre la violencia que ocurre y la actividad de los dirigentes y la policía, y, en menor medida pero importante, la AFA. En algunas resoluciones ya escribí que si esas partes toman la decisión firme de suprimir la violencia, la violencia se acaba y más rápido de lo que piensan. Advertí que con la actividad de un solo juez, la mía, sumada a la de algunos fiscales como Daniel Pablovsky y Guillermo Marijuan, ya se ven mejoras. Creo que desde que está (Javier) Castrilli en este organismo nuevo (Prosef, Programa de Seguridad en el Fútbol) las cosas han mejorado mucho por una sola razón: es una persona inflexible y no hay arreglo con él.
–¿Algunas patotas son funcionales al poder político?
–Yo lo veo como grupos que están cometiendo delitos, en muchas denuncias y casos comprobados están relacionados con la política claramente. Los jefes de las barras son venerados no sólo por sus acólitos sino por cualquier persona de su mismo equipo. Rafael Di Zeo es venerado por gente que no va siquiera a esa tribuna, por personas que tienen dinero, que están en las plateas. “¡Mirá, allá está Di Zeo...! ¡Allá está la Doce!”, pero no sólo por la hinchada sino que señalan dónde está Di Zeo. Ahora logramos que entre a la cancha como cualquiera, con su entrada. Antes o hacía violentamente, con el resto del grupo. Algo se modifica, pero los dirigentes y la policía tuvieron que empezar a cambiar. Y una vez en una resolución me pregunté: ¿es necesario que vaya el juez, como si fuera un vigilante, para que la cosa ande bien? No puede ser.
–¿Se trata de una decisión política?
–Sí, pero tiene que ser de los directivos y de la policía. Especialmente los directivos, y lo comprobé con River y Boca. Cuando los directivos aprietan las clavijas, las cosas empiezan a salir bien porque la policía se acomoda, responde a órdenes concretas de la Jefatura de Policía y del Prosef, indudablemente las cosas han ido mucho mejor. Y en la provincia pasa lo mismo con el organismo que dirige (Mario) Gallina. Ojo que yo he tenido discusiones con todos ellos, he tenido dirigentes imputados y detenidos, como hace poco en el caso de Boca, de River o de Nueva Chicago.
–Sin embargo, la Cámara le revocó algunos de esos fallos.
–No puedo entender las razones que tuvo la Cámara... hay muchos violentos que todavía pueden ir a la cancha. Por eso, también el Poder Judicial está en crisis. El sentido común indica que si una persona está procesada en dos causas por hechos graves que tienen que ver con la violencia, no deberían ir a la cancha. No digo que estén presos, pero que no entren a los estadios. La Cámara dijo que era inconstitucional hacer eso, entonces es más bien una cuestión ideológica que apareció en los últimos años en el Poder Judicial.
–¿Su cansancio tiene que ver con sucesivas revocatorias de sus fallos por parte de la Cámara?
–Tuvo que ver, pero no tanto. No he tenido tantas. Quizá tuve en algunas causas resonantes, pero en los once años debo tener un promedio de más de un 95 por ciento de causas confirmadas. Por ejemplo, en la causa de (el ex intendente Jorge) Domínguez me recusaron. Pero cuando le tocó a otro juez, terminó yendo a juicio. En la causa del fútbol fueron revocadas algunas detenciones, pero porque el problema de encarcelar a una persona es casi discrecional. Y en realidad no cambia mucho la situación. En la del corralito se revocó la prohibición de salida del país de algunos banqueros. Eran banqueros que yo suponía que no iban a volver para responder en el proceso. De hecho, el del Scotiabank no volvió y estuvo casi dos años con pedido de captura. El tiempo me dio la razón, lo digo con humildad, porque luego se probó que los bancos habían dicho que iban a responder por los montos en dólares y no lo hicieron. Tuve una causa grande contra (Fernando) De la Rúa por la autopista Illia. Y quizá la gente no se acuerde, pero a partir de eso el peaje ahí cuesta 50 centavos y no un peso. Un juez es ley más sentido común.

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