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La UCR y el Frepaso, en una frágil convivencia

En el gobierno porteño sobrevive la Alianza a pesar de la debacle que terminó con el gobierno de De la Rúa. En las dos fuerzas está latente el debate sobre cómo seguir frente a las próximas elecciones.

 Por Santiago Rodríguez

Alguna vez prometieron ser algo distinto; incluso en las últimas elecciones se presentaron como una Alianza “diferente” y es cierto que pudieron sortear los avatares que terminaron con la coalición a nivel nacional. Sin embargo, poco o nada queda ya de la mística con la que llegaron al poder y a esta altura el Frepaso y la UCR son en la Capital Federal algo así como un matrimonio por conveniencia. Siguen juntos porque a ninguno le conviene el fracaso del gobierno porteño y porque en un escenario electoral tan incierto como el del año próximo Aníbal Ibarra puede llegar a necesitar de los radicales para conseguir su reelección y los radicales de su figura para mantenerse medianamente en pie al menos en la Ciudad de Buenos Aires.
–¿Cómo están parados hoy políticamente?
–Diría que comprando tiempo. –La respuesta la brindó hace un par de días a Página/12 un estrecho colaborador de Aníbal Ibarra, aunque también encajaría a la perfección en boca de cualquiera de los radicales que continúan bajo el paraguas de su administración. La razón es simple: ni el jefe de gobierno, ni sus socios del radicalismo, tienen en claro si el camino que vienen transitando juntos desde hace unos años está por llegar a su fin o no y ante la duda “compran tiempo”.
Ese tiempo comenzará a agotarse en la medida en que empiece a definirse el escenario electoral para el año próximo, si es que Eduardo Duhalde logra mantenerse en la Presidencia hasta entonces y no debe llamar a elecciones anticipadas. Lo que difieren en el entorno de Ibarra son las opiniones en cuanto al momento en que se debe fijar una posición de cara a esa instancia.
En el Frepaso, amén de lo que el ibarrismo califica como “el panperonismo encarnado por Juan Pablo Cafiero y Darío Alessandro que no opera en la ciudad”, existen dos visiones. Están los que piensan que ya es hora de deshacerse de la UCR para aliarse con el ARI y profundizar también los lazos con el Frenapo y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Por otro lado, hay quienes sostienen que tirar al radicalismo por la ventana implicaría poner en riesgo la gobernabilidad de la ciudad y que, además, hay algunos radicales “progresistas” que sería bueno que participaran de una alianza más amplia con Elisa Carrió.
El secretario de Descentralización porteño, Ariel Schifrin, y la senadora Vilma Ibarra son la cabeza visible del grupo que plantea la primera de las posiciones. El eje de su argumento es que “hay que empezar a diferenciarse en lo político porque a esta altura ya no se le podrá sacar mucho más jugo a la gestión”.
“Definamos primero cuál es nuestra política de alianzas y nuestro marco de gobernabilidad y después vemos”, suele ser la réplica de quienes se inclinan por la segunda alternativa, entre los que se cuentan el jefe de Gabinete, Raúl Fernández, y el procurador general de la ciudad, Juan Carlos López. La argumentación en favor de su posición es que “los radicales son parte del esquema de gobernabilidad y hay que priorizar la gestión porque aun cuando sea cierto que ya no se le puede sacar mucho jugo, peor es que desbarranquemos”.
Schifrin y Vilma, como Fernández y López, y también la subsecretaria de Comunicación, Verónica Torras, integran el círculo de allegados con los que Ibarra consulta sus decisiones. Lo que hace por el momento es escucharlos y esperar. Sabe que no es que en el ARI lo estén aguardando con los brazos abiertos y que sin el radicalismo –por caso, en la Legislatura quedan apenas cinco diputados del Frepaso– se le hará cuesta arriba gobernar la ciudad. Sabe, además, que los radicales –porque aún los que juegan a su favor ya se lo dijeron– pueden desempolvar la vieja lista 3 y restarle votos y también que hay dirigentes como Jesús Rodríguez que alientan a Rodolfo Terragno a candidatearse para la jefatura de gobierno, lo cual le complicaría aún más las cosas. Es que en el radicalismo las opiniones también están divididas en cuanto a qué hacer con la sociedad que los une al Frepaso. Terragno ha repetido hasta el cansancio que a él sólo le interesa la Presidencia –quienes lo conocen aseguran que no miente– y sus cuadros en la ciudad son los que más convencidos están de que hay que seguir acompañando a Ibarra. Otros dirigentes más vinculados a la estructura partidaria tradicional, como Enrique “Coti” Nosiglia, Rafael Pascual y muchos delarruistas consideran, en cambio, que es tiempo de soltarle la mano.
Si pudiera disponer el tablero político a su gusto, Ibarra desearía que las elecciones en la ciudad fueran simultáneas con las nacionales y aparecer en la misma boleta de Carrió candidata a presidenta, en una alianza con el ARI que incluya también a los radicales que hoy quieren seguir a su lado. Pero como las cosas no dependen sólo de él, sigue “comprando tiempo” con la esperanza de erigirse finalmente en el mejor candidato de ese arco “progresista” para enfrentar a un PJ que imagina liderando una coalición de derecha y con posibles candidatos que no son para menospreciar, como Mauricio Macri, Patricia Bullrich o Gustavo Beliz.

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El jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra, está dispuesto a “comprar tiempo” para no definir.
 
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