EL PAíS › KIRCHNER PREPARA SU PELEA CON EL FMI

Invadir Estados Unidos

El Presidente está decidido a “ir hasta el fondo con el Fondo”, congelando el trato hasta tanto termine de negociar la deuda en default con los bonistas. Para ello prepara fortalecer el frente interno con medidas sociales, a la vez que construye sus candidatos en los dos distritos más grandes del país.

 Por Sergio Moreno

“Si fuese presidente de Cuba me pedirían que invada Estados Unidos”, ironiza el presidente Néstor Kirchner en rueda de amigos. “Y si la invadieses, te lo recriminarían por meterte con la primera potencia del mundo”, abona el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ante los mismos interlocutores. En el Gobierno se reponen de una temporada de altibajos. Analizan lo ocurrido en los últimos meses y consideran que los astros se han alineado nuevamente para encarar una etapa de (extenuante) pulseada con el Fondo Monetario Internacional. Mientras hacen números para concretar el aumento salarial a públicos y privados, Kirchner afila el cuchillo para “llegar hasta el fondo con el Fondo” y negociar a cara de perro con los bonistas privados. Con ello, no desatiende el escenario electoral y se afirma en la certeza –que va marcando el tiempo– respecto de los dos principales territorios donde el Gobierno jugará su chance de incrementar su poder político: Cristina Fernández de Kirchner será candidata en la provincia de Buenos Aires, y en la Capital Federal lucirá la casaca del oficialismo nacional y porteño el canciller Rafael Bielsa.
En la Casa Rosada analizan números, estadísticas e informaciones que llegan desde las distintas áreas de la administración. El proceso económico no encuentra escollos en este período y las previsiones son más que esperanzadoras. Roberto Lavagna ha afinado más que nunca su táctica al pulso del Presidente. Ambos parecen preparados, como en vísperas. “Con el Fondo voy a ir a fondo –juega con las palabras Kirchner, acaso sin quererlo–, ¿qué otra me queda? Si esta deuda es asfixiante. Yo les voy a pagar, pero no me voy a atar a sus políticas, que nos llevaron a este desastre. Se les paga y no se les da bola”, sostiene el Presidente ante sus colaboradores.
Como ya adelantara Página/12, en la Casa Rosada y Economía analizan los efectos que podría tener en un mercado con inminentes cuellos de botella en áreas productivas el ingreso de una gran masa de dinero. El temor a la inflación por encima de los parámetros estimables hace aguzar la obsesividad del Gobierno. Lavagna afina el lápiz a pedido de Kirchner para que ese aumento, que tanta falta les hacen a los sectores de bajos recursos, pueda ejecutarse a corto plazo, muy probablemente a través del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil como reclaman tanto la CGT unificada cuanto la CTA.
Esta medida, adicionada al aumento a los haberes jubilatorios menores de 1000 pesos –anunciado la semana pasada– más la puesta en marcha del plan de construcción de viviendas arma una masa crítica social necesaria para cohesionar cierta opinión popular tras las mesnadas presidenciales que plantarán bandera ante las huestes del Fondo Monetario y los bonistas defaulteados.
“¿Por qué debe un país soberano pedir permiso al FMI para cualquier cosa que haga?”, se pregunta el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en El malestar en la globalización. “Yo aspiro a que dentro de cuatro años la Argentina ya no esté en el subsuelo. Para conseguir eso tengo que jugar fuerte”, dice el Presidente. “La pelea con el FMI está planteada y vamos a darla”, agrega uno de sus principales consejeros.
La confrontación –presentada como un congelamiento del diálogo hasta después de terminar los road shows para renegociar la deuda privada, esto será después de diciembre– trae un beneficio colateral, según lo entienden los estrategas del kirchnerismo. A modo de ejemplo, se remontan a los ’80 y recuerdan la invasión soviética a Afganistán. Mientras los rusos estuvieron en el territorio, los afganos se unieron hasta echarlos. Tras la salida de la URSS, los rebeldes tardaron más de diez años en tomar Kabul. “El combate con el enemigo externo une”, corona un importante ministro, comparando curiosamente al Fondo con la extinta Unión Soviética.
La unidad de marras vendrá ante la confrontación, pero también con la praxis a la que se ha entregado el Gobierno. Por allí pasa una parte de la decisión de dialogar con la CGT, la CTA, con el peronismo y hasta el radicalismo. Un integrante del gabinete venido del sur aclara: “Puede que Kirchner se vea con la CGT, con los sindicatos, con el PJ, pero no resigna sus convicciones. Ojo que no tranzamos. Los gordos nos pidieron guita para las obras sociales para supuestamente atender a los desocupados. No se las vamos a dar. Una cosa es que pidan, otra que nosotros abramos el juego y muy otra es acceder a sus deseos”, se ataja.
Con respecto al radicalismo, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, suele contar que cada vez que visita el Parlamento mide el pulso de lo que ocurre en el país y, a partir de allí, ha visto el rol que puede jugar la UCR de cara a tiempos de lidia con el Fondo. “Si tenemos posiciones cercanas, por qué no dialogar. Muchos gobernadores radicales habían comenzado a preguntarles a sus legisladores por qué no nos apoyaban, habida cuenta de que coincidían con nuestra gestión. Esa fue la génesis del diálogo con la UCR”, dice el principal brazo ejecutor del Presidente.
Distinta es la actitud del Gobierno para con Elisa Carrió y Ricardo López Murphy. La entidad que les otorgan en la Rosada a ambos dirigentes opositores es bastante pobre, por no decir paupérrima. La caracterización que hacen de ambos –especialmente de Carrió– no está ayuna de un cierto encono y algo de pasión. “No existen, carecen de representación importante. Si a Carrió le llegase a ir bien en la Capital (el año entrante), a lo sumo obtendría tres o cuatro diputados. Es sólo ella, no tiene partido. El caso de López Murphy es peor aún”, sentencian intramuros de Balcarce 50. Quizás el Gobierno haya cometido un gran error en dejar que Carrió, la misma que se fotografiara junto a Kirchner y Aníbal Ibarra allá en los estertores de 2002, se alejase tanto y blindase sus posiciones hasta transformarse en una draconiana crítica de todo lo que hace el Gobierno. La semana pasada rescató de la gestión Kirchner el recambio en la Corte Suprema y el aumento a los jubilados. O se olvidó de la política de derechos humanos y la recuperación de la ESMA o algo más que su forma está mutando en la ex dirigente radical. No obstante, algo de la actual Lilita reconoce su génesis en la falta de paciencia del Gobierno para contenerla, a pesar de su inflamado carácter.

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