EL PAíS › OPINION

El increíble caso AMIA

 Por Raúl Kollmann

El oficial principal de Bomberos Horacio Lopardo firmó en su momento el acta que dio cuenta del hallazgo del motor del coche bomba. El texto decía, por ejemplo, que estaba trabajando en una pala mecánica sobre los escombros y que la pala chocó con algo duro. Vieron entonces unos hierros negros, tuvieron que parar y allí apareció el motor de la Trafic.
El lunes en el juicio oral, Lopardo admitió que todo eso era mentira –sí, una mentira grosera– y que en verdad vio por primera vez el motor cuando ya lo habían sacado y lo llevaban hasta una carpa que instalaron los grupos de rescate israelíes.
Antes que Lopardo declaró Alberto Swarcz, un profesor de Ciencias Judaicas que sirvió de intérprete con los israelíes. El sí dijo que vio el preciso momento en que se encontró el motor, señaló la ubicación junto a los baños y dio detalles bastante precisos. Hubo un problema: no queda en claro cuándo se produjo el hallazgo. Swarcz declaró hace dos semanas que fue el 23 de julio de 1994, cinco días después de la explosión, y el lunes se corrigió y afirmó que fue el 25, la fecha del acta oficial.
La fecha queda totalmente en duda porque en el expediente judicial se ve con claridad que intervienen los teléfonos del principal imputado en la causa, Carlos Telleldín, antes del 25 de julio, o sea que ya en ese momento da toda la impresión que el motor –cuyo número llevó hasta Telleldín– ya se había encontrado. Pero todo eso aparece oscurecido por maniobras e irregularidades en el expediente, tapado por el juez Galeano con argumentos como “se archivó mal, en desorden”.
Es más, hace un mes declararon otros dos bomberos que dijeron haber visto el motor, ya sacado de entre los escombros, al día siguiente del atentado, o sea el 19 de julio. Y otros testigos, por ejemplo Swarcz, casi ponen en duda que el motor que ahora se les exhibe sea el mismo que el que salió de entre los escombros.
Para los fiscales y una parte de los querellantes, todas estas mentiras y contradicciones no liquidan el hecho fundamental: en los escombros de la AMIA apareció un motor y es una de las pruebas de que el atentado fue perpetrado con un coche bomba. Sin embargo, eso no tapa que lo que se ve en el juicio oral es una investigación escandalosa realizada por el gobierno de Menem, las fuerzas de seguridad y el juez Galeano. Cada día que pasa, el observador imparcial reafirma una conclusión: algunos de los protagonistas de esta investigación oficial deberían terminar presos.

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