EL PAíS › OPINION

Juzgar a nuestros jueces

Por Daniel Goldman *

A las 9.52 hs. del 18 de julio de 1994, la vida en este país era medianamente normal. La fachada de cualquier predio judío no se distinguía del Club Italiano o de la Sociedad Benéfica Portuguesa. La guardia de una institución judía sólo se ocupaba de los quehaceres de portería. Pero la Argentina pasó a ser otra a partir de las 9.53. Transcurrió ya bastante tiempo, y nos habituamos a esta forma patológica de convivencia.
Pocos meses atrás conmemoramos los 10 años de la mayor catástrofe que sufrió el pueblo judío de la diáspora después del Holocausto. 45 días después del aniversario, el Tribunal Oral Número 3 emitió la sentencia en la que nadie se sintió enteramente cómodo, porque por un lado queda demostrado que un juez, en vez de buscar la verdad, se había dedicado a armar una causa y por otro lado porque después de 10 años sólo se conoce la identidad de las víctimas y nada de los victimarios. Dice el Talmud: ¡Ay de la generación que debe juzgar a sus jueces! Después de 10 años, no conocemos a los autores ideológicos del atentado ni la conexión local. Tampoco los autores materiales. Sólo sospechamos de algunos “próceres” que embebidos en pizza y champagne mintieron descaradamente.
A pesar de no saber, aprendimos en estos 10 años que un atentado de esta magnitud no se realiza sin el encubrimiento de siniestros personajes que se enquistan en las instituciones cuya misión es dedicarse a cuidar a su población. Tampoco se consigue el funesto objetivo sin la ayuda de funcionarios que ocultan y obstaculizan la búsqueda de la verdad.
A pesar de las presiones, durante estos 10 años, desde el púlpito de la Comunidad Bet El hemos criticado de manera vehemente esas ominosas actuaciones.
Paralelamente a este triste diagnóstico, un pequeño pero significativo sector de la dirigencia judía cultivó opciones acordes con sus intereses individuales. Con sus acciones empañaron el mensaje de los profetas, de los sabios del Talmud, de los exégetas medievales, de los pensadores modernos y de nuestros padres y abuelos inmigrantes que llegaron a estas tierras, quienes nos enseñaron y marcaron la altura ética que debe alcanzarse ante cada acontecimiento difícil que nos toca vivir. Esa misma dirigencia se debe una minuciosa autocrítica, para que el resto de la colectividad pueda recapturar la fe y la credibilidad en las instituciones centrales.
Nos sentimos consternados frente a tanta oscuridad. Pero esperamos que la grandeza moral y la audacia espiritual acompañen las futuras decisiones judiciales y políticas que permitan conocer la verdad a pesar del tiempo perdido, de modo tal que nuestros muertos descansen en paz y nuestros hijos vivan con plenitud y responsabilidad los aires de libertad de esta Nación. Para ello, cada uno de nosotros tenemos la obligación de elevar nuestra voz toda vez que percibamos que las instituciones del Estado se alejan de sus obligaciones constitucionales.

* Rabino de la Comunidad Bet El.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.