EL PAíS › OPINION

Cinco hipótesis por si no fue casual

 Por Martín Granovsky

Todo es posible. Incluso la casualidad. Es posible que, de casualidad, un fiscal federal de La Plata pida un allanamiento en la Capital Federal en una causa por drogas.
Es posible que, simple casualidad, un juez federal de La Plata acceda al pedido del fiscal.
Es posible también que sólo mande el pedido a la Policía Federal sin dar datos especiales salvo dos alias y un domicilio en Ciudad Oculta.
Es posible que decida hacer la operación sin que participe ningún oficial de la Policía Bonaerense ni siquiera para un mínimo reconocimiento.
Es posible que todo esto ocurra 48 horas después de que la Justicia condenó a pasar el resto de su vida en prisión a los policías federales que asesinaron a Ezequiel Demonty obligándolo a ahogarse en el Riachuelo.
Y es posible que –otra casualidad más– justo el allanamiento de Ciudad Oculta sea la casa donde vive la abuela de Ezequiel.
Si una investigación demostrase que esa media docena de cosas posibles fue real, habría que tomar ya mismo dos iniciativas.
La primera, que el Gobierno no tomó, convocar a un congreso de expertos en estadística y entregarles el caso. Para ellos será todo un desafío calcular qué probabilidad había de que se cruzaran tantos planetas en tan poco tiempo y en un mismo lugar del universo.
La segunda iniciativa, que el Gobierno sí tomó, es apurar el sumario a los policías que participaron del allanamiento, para investigar las graves denuncias de la abuela Demonty sobre golpes y malos tratos. En este plano el escenario es muy claro. Por un lado estará el testimonio de las víctimas, que comenzó ayer mismo y puede leerse en estas páginas. Por otro, un argumento que funcionarios del Gobierno ya escucharon ayer. Dice que la orden de allanamiento pintaba una noche feroz –drogas en Ciudad Oculta–, y que los policías no recurrieron a la antigua costumbre de entrar tirando. Una parte de ese argumento ya recibió la respuesta del mismo Presidente cuando los hechos estaban frescos. Ordenó el pase a disponibilidad de los policías, con lo cual una parte puede terminar en retiro. Y dio pista libre al ministro del Interior, Aníbal Fernández, para que condenase en público lo que el propio Fernández definió como “excesos”.
El problema de ayer a la mañana, para el Gobierno, no fueron sólo los golpes. Fue, políticamente, quién era la víctima principal. Por su edad y por su apellido, tan fresco.
Los golpes recibirán un tratamiento aparte haya sido casualidad o no el cruce de planetas. Son un tema independiente de la estadística. La pregunta, sin embargo, es otra: ¿y si no fue casualidad? En ese caso se abren cinco hipótesis:
- Amigos de los policías condenados quisieron vengarse de los Demonty.
- Los vengadores contaron con cómplices de la Bonaerense.
- Por vendetta corporativa, un grupo de policías desplazados cargó contra la cúpula actual, encabezada por el comisario Néstor Vallecca, quien justo había dicho al Gobierno, según reveló ayer un funcionario, que estaba aliviado por la sentencia a los asesinos de Demonty porque le servía para marcar un corte.
- Un grupo de desplazados en la última purga, la más grande de la historia en la Federal, quiso provocarle una crisis a Kirchner.
- Se trata de una operación mayor, sin duda extrapolicial, para provocar un problema a varias bandas. Al gobierno nacional (con la idea de demostrar que no controla a la Policía, o que la Policía no se controla a sí misma, y que todo sigue igual que antes de la condena por el crimen de Demonty) y al bonaerense (que quedaría sospechado de actuar contra el nacional).
Lo inquietante de las cinco hipótesis es que todas descansan sobre una misma base: la planificación de un allanamiento a ciegas (la orden no menciona el apellido Demonty) en un proceso que recorrió la Departamental de Quilmes, la Justicia federal, la Secretaría de Inteligencia a través delas escuchas, de nuevo la Justicia federal de La Plata y, en el otro extremo, los policías que entraron en Ciudad Oculta.
Si esto es así, la duda es quién, cuándo y por qué ordenó sembrar la dirección de Avenida del Trabajo al 6600.
Y, para cuando se reúna el congreso de estadísticos, aquí va una pregunta. Con todo respeto, ¿es muy disparatado hacer un cálculo de probabilidades para establecer la relación entre dos hechos tan infrecuentes como la falla en la turbina del Tango-01 y la casualidad casualísima del allanamiento? Si es un disparate, por favor olvídenla.

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