EL PAíS › LA MIRADA OFICIAL SOBRE LOS ACUERDOS

La política no explica todo

 Por Mario Wainfeld

Es la política, compañelo: el Gobierno explica el reconocimiento de la condición de economía de mercado en la República Popular de China en términos básicamente políticos. China tiene especial interés en ir consiguiendo países que le reconozcan dicha condición a fin de ir persuadiendo a Estados Unidos de sumarse a ese clamor.
Los chinos, explica a Página/12 uno de los principales funcionarios que negoció con los orientales en estos días, dicen tener una lectura diferente a la de casi todo el resto del mundo, incluida Argentina, acerca de los resultados de las elecciones en Estados Unidos. Para ellos, cuentan sus propios funcionarios, el triunfo de George W. Bush fue una bendición. “Bush tiene la mirada centrada en Medio Oriente. Se desentiende de otros países, incluido el nuestro. Europa, por causa de la cruzada de Bush, está dividida. Eso nos trae dos ventajas, para competir con ellos y para negociar y hacer pactos políticos con los adversarios de Bush”, cuentan que contaban los diplomáticos chinos, traductor mediante, a sus pares argentinos. Según ese relato, que los argentinos toman como referencia, China anda por el mundo buscando más votos que mercados. Sobre todo, si se trata de mercados pequeños para un país en el que nacen 16 millones de chicos por mes. En la Casa Rosada y en Cancillería se trata de centrar la mira en lo político y desalentar el fantasma de la invasión china.

- Las salvaguardas: El Gobierno alega que no hay motivos para temer que productos de industria liviana china se propaguen en los próximos años. En primer lugar, aclaran, porque después del acuerdo de ayer siguen rigiendo las leyes antidumping y de Defensa de la Competencia. En segundo lugar, aseguraron confidentes de la Rosada a empresarios nacionales, porque se ha firmado un acuerdo secreto de salvaguarda de “sectores sensibles de la economía”, que durará hasta fin del año 2008. Esta explicación puede llegar a explicar la relativa tranquilidad con que los sectores corporativos asumieron la noticia. “¿Cuáles son esos sectores sensibles?”, preguntó Página/12. “Los que vaya determinando Argentina hasta finales del 2005”, le responden y aclaran, como en la serie Misión imposible, que la existencia de la mencionada cláusula se mantendrá en secreto y será negada si hay preguntas al respecto.

- Al estilo canadiense: “No hicimos lo mismo que Brasil”, dicen los funcionarios criollos, siempre prestos a dejar constancia de ser más nac & pop que las huestes de Lula aun si de firmar acuerdos con potencias se trata. En su discurso, Argentina reconoció ma non troppo la condición de economía de mercado, que en realidad se irá tratando rubro por rubro. Es una formulación que también adoptó el Canadá. Quienes participaron en la agitada reunión del martes a la noche en Cancillería, que tuvo como principales figuras locales al ministro Rafael Bielsa y al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, narran que los argentinos arrancaron con dos textos alternativos. Uno, burilado por el ministro de Economía Roberto Lavagna era el que buscaba patear para adelante el tema. El otro, aportado por Fernández, estaba basado en el modelo canadiense. Primó un texto mixto, dominado por el de Fernández. En la Rosada aseguran que Lavagna no se quedó afuera de nada y que no participó de la negociación porque la había comenzado el jefe de Gabinete. En Economía no desmienten esa versión pero se muestran, llamativamente, menos eufóricos con el resultado que el ala política del Gobierno.

- A no discriminar: Según los argentinos, la discusión en la noche del martes se hizo áspera y plena de chicanas. Fernández les habría endilgado a los chinos que no era sencillo reconocerle la condición de economía de mercado a un país comunista. “Usted me está discriminando por comunista”, aseguran que le espetó el chino. “Le aclaro que admiro lo que hizo el comunismo en China”, cuentan que suavizó Fernández. “No preciso su admiración”, contextualizó el chino. Los traductores, cuentan, cumplían su cometido en tono neutro.
En el palacio kirchnerista es un clásico referir sucedidos en los que la dureza es valorada como un don. En este caso, lo que se quiere transmitir es que Argentina no fue blanda ni abdicante con las contrapartes.

- ¿Vienen por la tierra?: Los chinos suelen incluir en todas sus agendas internacionales acuerdos sobre migraciones y sobre acceso a tierras. Algo más que lógico dada su población y acaso más acuciante que los propios alimentos, de los que existe una vasta y relativamente homogénea oferta mundial. Este punto escuece a las fuerzas progresistas argentinas en general y a Elisa Carrió en particular. Los negociadores argentinos aseguran que ese tópico no se mentó, lo que sencillamente cuesta creer. “Los coreanos pidieron algo de eso, pero no se trató en detalle.” El tema estará bajo la lupa en los tiempos por venir y es una de las inquietudes más generalizadas en el imaginario de las personas del común.
Los argentinos admiten sotto voce que tampoco se habló de la condición de los derechos humanos en China, que no es exactamente un modelo a seguir.

- La pregunta del millón: Los pedagogos acostumbran a simplificar los hechos y hasta desagregarlos para explicarlos mejor. La política suele ser más holística, aunque el relato oficial no lo asuma. Página/12 dialogó con dos empinados integrantes del Ejecutivo y ambos hablaron del anuncio de ayer como si fuera una galaxia remota a las “cartas de intención” que se anunciaron el martes, vinculadas a áreas de infraestructura. No hace falta ser un genio, ni muy conspirativo, para entender que se trata de un conjunto inescindible.
Hacer un juicio de valor sobre la utilidad de lo pactado es imposible, dado que faltan despejar varias incógnitas. Valga consignar, a cuenta, que Argentina se ha abierto a China, toda una novedad en su historia apenas precedida de dos o tres intentos muy fallidos en las últimas décadas. “Atrajimos su voluntad de invertir”, se autoelogian los argentinos. Está claro que hubo de su parte voluntad política y una mirada novedosa. Pero eso no basta para dar por sellado el éxito.
Los funcionarios resaltan el haber y son esquivos o imprecisos para puntualizar el debe. Quedan pendientes de precisiones las razones por las que los chinos, a los que nadie tilda de zonzos, emprendieron esos negocios. Siguen sin conocerse las contrapartidas de sus inversiones en viviendas, por caso quién se las pagará. Sigue el arcano sobre cómo se compensarán las exploraciones off shore. Y, en una primera mirada, queda muy claro que las inversiones ferroviarias tienen un primer bosquejo notablemente más preciso que el resto y bien enderezado hacia el Pacífico y hacia el transporte de productos agrícolas. Un principio que pondría alertar a Raúl Scalabrini Ortiz, quien explicó la dependencia respecto de Inglaterra basándose en el trazado de la red ferroviaria.
“Querían lo de libre comercio por razones políticas”, insisten en el Gobierno. Desde tiempos de Karl Marx, si lo sabrán los chinos, se entiende que la economía y la política se imbrican dialécticamente. Nadie busca una victoria política sin tratar de procurarse una económica. Argentina se acaba de agenciar un socio muy grande y muy potente. En esos casos cantar victoria muy rápido suele ser, de ordinario, un error.

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