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En las cumbres, Kirchner va por un lado y Duhalde y Lula por otro

Kirchner criticó las asimetrías dentro del Mercosur, mientras que Duhalde propuso la superación de las diferencias fortaleciendo la Comunidad Sudamericana. El ex presidente sintonizó con Lula.

 Por Martín Piqué

Los encuentros diplomáticos muchas veces se asocian a discusiones que nunca se llevan a la práctica, a cuestiones protocolares que permiten hacer turismo a presidentes y diplomáticos. La cumbre del Mercosur que terminó el viernes en Ouro Preto (Minas Gerais, Brasil) demostró otra cosa. Como sucedió en Cuzco hace una semana, en la reunión de presidentes se escuchó un fuerte debate sobre el rumbo que debe tomar el Mercosur –si debe ampliarse a toda Sudamérica, si pueden resolverse las asimetrías, si los Estados asociados tendrán las mismas capacidades que los miembros– en los próximos años. El presidente Néstor Kirchner tuvo su rol en la discusión, porque criticó las asimetrías que han sido una de las particularidades del bloque. Su discurso exteriorizó las diferencias con Brasil ante sus pares de la región. Pero la controversia con Luiz Inácio Lula da Silva tiene también un trasfondo local y sus intérpretes vernáculos.
El ex presidente Eduardo Duhalde formó parte de la delegación que viajó a Brasil. A Duhalde lo acompañaron dos de sus colaboradores más cercanos, que se desempeñan como sus asesores en la comisión de representantes permanente del Mercosur, Eduardo Amadeo y Luis Verdi. Los tres formaron parte del pasaje que voló en el Jumbo 747-200 de Aerolíneas Argentinas alquilado por el Gobierno. Cuando el gigantesco avión –cuenta con 399 asientos– regresaba a Buenos Aires, los viajeros analizaron los discursos de la cumbre. Se escucharon interpretaciones interesantes. En algo no había discusión: el discurso más duro había sido el de Kirchner. “Fue Lavagna puro”, analizó uno de los pasajeros en diálogo con Página/12.
En el avión también estaban el Presidente y el resto de la comitiva oficial. Estaban el canciller Rafael Bielsa; el ministro de Economía, Roberto Lavagna; el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini; el número 1 de la SIDE, Héctor Icazuriaga; el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, y el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra.
En los análisis del debate de la cumbre se reflejaban las diferencias entre la posición oficial argentina y la de Duhalde. Mientras Kirchner –secundado por Lavagna y Bielsa– descerrajó un duro cuestionamiento sobre las asimetrías del bloque (concentrándose en los problemas del Mercosur e ignorando los esfuerzos por ampliarlo), Duhalde propuso una agenda concreta para fomentar la integración incluyendo a toda América latina: su ya marca registrada, la Comunidad Sudamericana de Naciones (CAS), lanzada días atrás en Perú.
Como primer paso, Duhalde esgrimió una serie de prioridades para el próximo año. Las enumeró en tres áreas: integración física, energética y financiera. Para resumir su estrategia, cerca de Duhalde usaban una metáfora futbolística: “Cuando la cancha está embarrada hay que jugar por donde todavía queda pastito. Lo mismo hay que hacer en el Mercosur”.
A diferencia de los negociadores de Cancillería, en el entorno de Duhalde había entusiasmo por el futuro del bloque. Coincidían con la fervorosa defensa de las cumbres que Lula hizo en Cuzco. “La discusión que se viene es Sudamérica o América latina”, pronosticaban. La dicotomía implica la inclusión de México y los países de Centroamérica, un área más permeable a Estados Unidos por razones políticas, geográficas y económicas.
Si hubiera que pensar en un ranking de los presidentes más elogiados por Duhalde, dos nombres monopolizarían la lista. El primero, Lula. Después, el chileno Ricardo Lagos. A pesar de las diferencias entre ambos (el brasileño quiere hacer valer el poder de Brasil en los foros internacionales y suele enfrentarse con Washington, Lagos combina el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y la búsqueda de inserción enel Mercosur), los colaboradores de Duhalde los elogian por igual. Los destacan por sobre los demás mandatarios.
En su discurso durante la clausura de la cumbre, Duhalde planteó que los presidentes deberían optar entre seguir perteneciendo al Mercosur y la Comunidad Andina o unirse a la Comunidad Sudamericana. Su propuesta recibió elogios del peruano Alejandro Toledo y del boliviano Carlos Mesa. Kirchner, en cambio, sólo habló del Mercosur y de sus problemas. Se limitó a pedir una profundización del bloque, que volviera a su espíritu original. No mencionó ni siquiera en una frase a la integración continental, y hasta pidió que la convergencia no llevara beneficios hacia “un solo lado”.
En la superficie, las diferencias entre Kirchner y Lula parecen concentrarse en el intercambio comercial entre sus países. En cambio, si se traslada la lupa a la Argentina y se analiza los discursos del Presidente y el de su antecesor, la conclusión es diferente. Aparecen diferencias de mediano y largo plazo. Pero Duhalde no está solo. Por la sintonía y el afecto que le prodigan, se nota que detrás suyo tiene a un ex obrero metalúrgico del ABC paulista.

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Hasta hace no mucho, Kirchner, Lula y Duhalde coincidían en su visión sobre el continente.
 
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