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Lunes, 20 de diciembre de 2004

FúTBOL › QUE LES ESPERA A BOCA Y RIVER EN LA PROXIMA TEMPORADA OFICIAL

Superclásico edición 2005

El campeón de la Sudamericana oficializa esta noche a su entrenador y tiene unos pocos refuerzos en carpeta. El campeón del Clausura no compra si no puede vender antes. La Libertadores está en la mira de ambos.

 Por Gustavo Veiga

Porque a Boca le sobran o porque a River le faltan, porque los campeonatos autóctonos quedan opacados por las Copas y porque éstas generan prestigio internacional, divisas frescas y abren nuevos mercados, la Libertadores del año que viene será como la seductora señorita que los dos buscarán conquistar. Con un ingrediente extra que expresa como ninguno ese fútbol bipolar: el 2005 traerá consigo, una vez más, la carrera inflacionaria para saber quién se queda con los mejores jugadores, quién gasta más plata y quién paga la mayor comisión a intermediarios. Aunque los números no den.
Boca terminó más entero este año. Ganó la Copa Sudamericana y eliminó por penales a su clásico rival en la Libertadores, aunque después perdió con el Once Caldas. River obtuvo el Clausura 2004, pero cuando lo sacó a Boca del Apertura y tenía chapa de candidato, al final se lo quedó Newell’s. Los dos cosecharon menos de lo pensado, pero eso no significa –ni mucho menos– que peligre la hegemonía de ambos. Habrá que aguantarlos porque vienen por más. Con caras nuevas, economías que aguantan si antes concretan ventas e internas políticas para seguir con detenimiento.
Es curioso. Boca, que por fin ganó algo desprendiéndose de una pesada carga –la casi infalible imbatibilidad de Carlos Bianchi– lo hizo con la fórmula de River. Sumó la Copa más joven de la Confederación Sudamericana con un técnico de la casa, Jorge “Chino” Benítez. Desde 1981 que no lo hacía con alguien que se calzó primero la camiseta y después el buzo de entrenador con idénticos colores. En aquella ocasión había sido Silvio Marzolini.
Para los dirigentes que siempre recelaron de Bianchi, para el plantel que jugó un campeonato aparte contra un sector del periodismo y contra sí mismo, para Carlos Tevez que disputó su mini-torneo contra los paparazzi, para todos... la Copa festejada la noche del viernes con un chapuzón en la pileta, como en el rugby, tuvo el perfume de una auténtica Libertadores.
Así como la derrota en el último clásico contra River provocó la renuncia de Miguel Brindisi, la victoria ante el Bolívar plebiscitó la continuidad de Benítez. Bastó que cincuenta mil hinchas lo pidieran a los gritos: “El Chino no se va...”. Por lo demás, una espontánea reunión entre los dirigentes Macri, Pompilio, Beraldi, Crespi y Cirillo, en la sala de kinesiología de la Bombonera, anticipó la ratificación del DT que se oficializará hoy. Se veía venir hace una semana y, sobre todo, después de que Alfio Basile se bajara de su candidatura.
La conducción de Boca encontró la fórmula salvadora de casualidad. “No tiene chances”, se había escuchado apenas asumió su interinato el técnico que ahora ya no será provisorio. Eran tiempos de habladurías: Bielsa, Van Gaal, el Bolillo Gómez, después Basile, en fin... Y, además, los dirigentes se ahorrarán la mayor parte del millón y medio de dólares que le pagaban por año al Virrey. Lo que se dice, una verdadera ganga. Y encima, con la cuenta que desborda de divisas por la transferencia de Tevez al Corinthians... perdón, al fondo de inversión británico MSI (Media Sports Investments).
Pero un lunar apareció sobre la epidermis de Boca entre tantos festejos y plata fresca: es el juicio que está dispuesto a iniciarle al club el abogado Eduardo Saraví. Se trata del hombre que depositó en All Boys los 10 mil dólares necesarios para que Tevez pasara a los infantiles de Boca en 1997. Su reclamo está directamente relacionado al 20 por ciento del pase que le correspondería cobrar. Unos 3.600.000 de la divisa norteamericana.

La Copa y las compras

Para Boca será el año del Xentenario –el próximo 3 de abril cumple los 100– y, River, que ya cruzó esa barrera en el 2001, aunque no cumpla un aniversario redondo, se querrá poner a la par. El flamante campeón de la Sudamericana tiene en carpeta a Gabriel Batistuta, ídolo, goleador y un golpe de efecto garantizado, como al desconocido Neicer Reasco, un ecuatoriano que juega de lateral por los dos costados, que no resistiría una encuesta de aceptación entre los hinchas.
También circulan ciertos nombres, algunos con fundamento y otros que apenas son una expresión de deseos: Leandro Romagnoli, Marcelo Delgado, Sebastián Battaglia y, como se mueven habitualmente los intermediarios en torno a Boca, se podrían agregar a esa lista varios más durante el verano.
En River, a cualquiera de los dirigentes consultados por estas horas se le escapa la misma respuesta: “No vamos a tirar la casa por la ventana”. En efecto, con un déficit operativo mensual de 2.500.000 pesos y un pasivo de 11 millones de dólares, el margen de operación se reduce demasiado si no hay transferencias de las figuras que quedan al exterior. Ariel Ortega es hoy una aspiración imposible. No sólo por la situación económica y financiera del club sino porque Eduardo López, el presidente de Newell’s, no lo dejaría ir así nomás luego del rédito que significó la contratación del jujeño, el dinero que desembolsó y los desconocidos avales millonarios con los que se garantizó la incorporación más impactante del segundo semestre.
“No hay liquidez. Si no vendemos, no podremos comprar”, le confió a Líbero un directivo que conoce en detalle el delicado estado de las finanzas. En River da vueltas una versión que ilusiona a los mercachifles de turno y desilusiona por igual a los que se oponen a la sangría que se avecina: un grupo inglés está detrás de los pasos de Javier Mascherano, Luis González y Maximiliano López. ¿Será el mismo que se llevó a Carlos Tevez para Brasil? ¿Se tratará del Media Sports Investments (MSI), del extraño Kia Joorabchian?
Sea como fuere, los números cierran a medias y apenas posibilitan operaciones de menor volumen. La compra de Horacio Ameli es el mejor ejemplo. Le adquirieron el pase y le harán un contrato por tres años para que regrese del América de México. Y puede que, en sentido inverso, viaje para allá Nelson Cuevas, un jugador que muchos pretenden afuera y que en Núñez no defienden con la misma fuerza.
Como la temporada acaba de finalizar, es difícil que las incorporaciones se den súbitamente. Incluida la de Ernesto Farías, por quien el Palermo de Italia pagó 5 millones de euros y no para que jugara sólo tres partidos como titular. Sí, apenas tres. Por eso, todo indica que si River no lo compra, es complicado que venga a préstamo. Una alternativa sería el cambio de figuritas: ¿el Tecla por Maxi López? Apenas eso, una posibilidad. Aunque si se toma en cuenta que al ex Estudiantes lo representa un empresario intrépido para montar operaciones como es Fernando Hidalgo, todo es posible. Este personaje se mueve como pez en el agua, que siempre mantienen los dirigentes de River y Boca a buena temperatura. A tal punto que desplazó del escenario a su ex socio, Gustavo Mascardi, que fuera el hombre fuerte de los negocios durante las gestiones de Alfredo Davicce y David Pintado.

El 2005 y la política interna

En River habrá elecciones a fin de año y, aunque todavía falta demasiado tiempo, ciertas piezas comenzaron a moverse sin disimulo sobre el tablero. José María Aguilar, el presidente que criticaba cualquier alquimia electoral que contuviera a Antonio Caselli, el hijo del ex embajador menemista en el Vaticano y hombre muy afín al empresario Daniel Hadad, habría dado algunos pasos hacia él. En los pasillos del Monumental ya se habla de una fórmula que contendría a los dos. Aunque, por supuesto, con el también diplomático –Caselli (h) es el embajador en la Argentina de la Soberana Orden de Malta– como candidato a vicepresidente segundo.
Hace unos días, Darío Santilli, hijo menor de Hugo y hermano de Diego –legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el macrismo–, compartió una cena donde quedó claro que Rodolfo Cuiña, el propietario de la cadena de artículos del hogar Rodó, será un seguro presidenciable. Y aunque el temade los comicios no está instalado en los medios, ni tampoco en River, quienes hacen política en el club no descuidan potenciales alianzas, ni dejan de pensar en que, promediando el 2005, se largará la carrera. Un escenario en el que la Copa Libertadores puede que condicione el humor del electorado riverplatense.
En Boca no se contemplan nuevas elecciones, ni siquiera por tres años más. Aunque se trata de una verdad a medias, ya que la oposición se divide entre la desesperanza de un prolongado mandato para Mauricio Macri que recién comenzó hace un año (diciembre de 2003) y la expectativa puesta en un futuro fallo de la Sala F de la Cámara Civil, integrada por los doctores Eduardo Zanoni y Fernando Posse Saguier, más José Luis Galmarini de la Sala C, que se pronunciará este año sobre la re-reelección del ingeniero. Un logro que ni siquiera Carlos Menem consiguió cuando lo intentó por vía de una Corte Suprema adicta.
Una sentencia favorable a Macri convalidaría el actual statu quo. Le daría aire para continuar oxigenado o abandonar Boca para lanzarse a las legislativas del 2005 o, incluso, esperar hasta el 2007 por las elecciones nacionales donde se votará para conseguir el despacho presidencial, pero de la Casa Rosada. Aunque un fallo en contra lo obligaría a convocar elecciones en el mismo año del Xentenario que imagina disfrutará con toda la pompa y no atormentado por malos presagios.
En cualquier escenario, en La Boca o en Núñez, afuera o adentro de una cancha, la Copa Libertadores podría ser un premio o un castigo. Su valor, su significado, está latente en cualquier pronunciamiento. Al hincha de River no le gustó demasiado lo que afirmó en estos días Leonardo Astrada: “No podemos cargar con la mochila de que sí o sí tenemos que conseguir la Copa”. Se lo dijo al programa River Monumental, en la reciente excursión por Bogotá. Una encuesta del diario Olé arrojó que el 58,2 por ciento de la gente cree lo contrario. Y cualquier otra que pudiera hacerse en las tribunas señalaría más o menos el mismo porcentaje.
En Boca, esa presión no existe. Aunque la Copa es el bien más preciado y el desafío para seguir ocupando vitrinas continúa latente. River buscará abandonar su perfil de coleccionista de títulos locales y también irá por ella, como le demanda su historia. Semejante disputa sólo es posible en un fútbol que, todo indica, continuará navegando entre dos polos. Que se atraen, pero que nunca se tocan.

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El festejo de Boca en la sudamericana. El año que viene habra pocas caras nuevas.
 
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