EL PAíS › LOS CAMBIOS DEL ESCENARIO POLITICO TRAS LA TRAGEDIA

De víctimas y protagonistas

Los próximos pasos de Aníbal Ibarra y la estrategia de Mauricio Macri. Los familiares y el Gobierno. El PJ quiere cobrarse su precio del espacio transversal. Un día de paseo en Santa Fe, sin ir más lejos. Un corrimiento a derecha que no se resolverá de la mano de inspectores.

Opinion
Por Mario Wainfeld

El jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, irá a la Legislatura a dar explicaciones sobre el incendio de República Cromañón. Mauricio Macri ya no deshojará la margarita y será candidato en Capital. Son noticias de interés pero las habrá más impactantes. El escenario político se modifica día a día pero algo es seguro: ya nada será igual que antes de la tragedia.
Ibarra estará en el Parlamento local muy pronto, acaso la semana que empieza mañana. Aún se discuten entre los ibarristas y el archipiélago de opositores que integra la Legislatura las reglas del debate. El oficialismo local previene contra el armado de “un circo romano” y rechaza la idea de interpelación. Sus opositores la exigen, aunque conviniendo en que debe evitarse el canibalismo. La diferencia entre la interpelación y un debate abierto es casi imperceptible si se la mira fuera del microclima político. Lo que se controvierte es el formato del debate y la presencia de barras o familiares en el recinto. Lo esencial, de cara a la sociedad, es que el jefe de Gobierno dé explicaciones. Néstor Kirchner se lo había sugerido con énfasis hace diez días. Ibarra afirma que jamás pensó en no ir a la Legislatura, pero que no podía hacerlo cuando la conmoción tocaba su techo. El miércoles, ante su mesa chica, confirmó que debatirá cuanto antes.
Será todo un reto para él y para el conjunto de la maltrecha corporación política porteña que no las viene teniendo todas consigo después del 30 de diciembre. La templanza, el decoro, la necesidad de los familiares de las víctimas deberían servirles de faro. Las encuestas que consultan con fervor en la Rosada, en el macrismo y en el ibarrismo tienen un patente común denominador: “la gente” aborrece que se procure sacar rédito político de la tragedia.

Protagonistas

“La gente” no se expresa exclusivamente ante el encuestador, también en las calles, de modo más preciso. Las marchas que reclaman justicia por lo sucedido en el boliche de Once mantienen su calor y su convocatoria. Los familiares de las víctimas y los jóvenes siguen reclamando contra la impunidad y sólo una mirada muy esquemática sellaría que han alcanzado el techo de su convocatoria. Eso dependerá de la evolución del panorama político general y de lo que suceda en la investigación judicial.
El gobierno porteño y, muy especialmente, el nacional han volcado un celo inédito en la atención a los heridos sobrevivientes y a los familiares de todas las víctimas. La vastedad de ese universo torna algo impredecible cuáles serán sus conductas públicas futuras. La Rosada se aplica a estar cerca de los damnificados, atender sus problemas personales, laborales o de salud inmediatos. “Los psicólogos especialistas en estos casos nos explican –dicen funcionarios que han dialogado con los afectados– que lo más necesario no es un tratamiento psicológico convencional sino contención. Necesitan saber que cuentan con alguien, poder expresarse, comentar su dolor, transformarlo en energía.”
El Gobierno está elaborando una base de datos de las víctimas, fatales o no. Por lo que se viene sabiendo, provenían de un espectro policlasista del Gran Buenos Aires (la mayoría) y de la Capital, con más peso de la clase media entre los porteños.
Una tendencia creciente entre los familiares es agruparse territorialmente, esto es, con sus pares que son además sus vecinos. Un mapa de los domicilios de las víctimas corroboraría la lógica de la pasión rockera porteños y bonaerenses provienen mayoritariamente de los barrios o ciudades cercanos a Villa Celina, el terruño de Callejeros.
Los jóvenes, los familiares son inesperados protagonistas de la crisis política. De otros protagonistas políticos, más institucionales, dependerá que no se ahonde su compartida condición de víctimas

Mauricio, en primera

“Macri no se maneja exclusivamente con racionalidad. Odia personalmente a Aníbal (Ibarra) y quiere destruirlo”, discurren en la Jefatura de Gobierno acusando al presidente de Boca de tener designios desestabilizadores. Una versión concordante se difunde entre los ibarristas: Macri se postularía como primer legislador y no como cabeza de la lista de diputados. El objetivo sería hacer centro en el episodio Cromañón, buscar la presidencia de la Legislatura y colocarse en la línea sucesoria de Ibarra.
Los principales operadores de Macri niegan la especie, sin privarse de la metáfora futbolística. “Mauricio jugará en Capital o la provincia de Buenos Aires, pero siempre en Primera. No va a ir en una boleta segundona”, reflexionan mientras asumen que cada vez es más certero que la opción será porteña. Según algunos sondeos, el líder de Compromiso para el Cambio hoy puntea en Capital. La jugada parece de libro, Macri aspira a ser presidenciable en 2007 pero por ahora su fuerza se expande a tres o cuatro distritos, los dos ya nombrados, quizá Entre Ríos, acaso alguna provincia más. Necesita como el agua una elección muy buena en Capital para seguir adelante.
Para el kirchnerismo y para el ibarrismo el panorama es, de momento, más difícil de desentrañar.

Mal tiempo para los transversales

“A la transversalidad la mató una bengala”, dice un funcionario kirchnerista, casi de la primera hora. El hombre es kirchnerista con pergaminos pero antes fue, es y será peronista. Su diagnóstico no remite sólo a su análisis, sino en buena medida a su deseo. Vale más como signo del sentimiento del peronismo que como profecía precisa.
El gobierno nacional apuntala todo lo que puede a Ibarra. En parte lo hace porque Néstor Kirchner considera un riesgo letal las crisis institucionales. En parte, porque el Presidente siempre está vigil, de cara a los movimientos de Macri, a quien considera el mejor prospecto de candidato presidencial de la derecha. Pero, allende el afán presidencial, y el de Alberto Fernández, quien juega allí también una partida propia, la situación inclina la cancha a favor del peronismo. El “espacio transversal” no termina de rendir sus frutos ni de consolidarse como una opción de poder o alternativa electoral. El equilibrio inestable que maneja Kirchner, gobernar con el PJ y alentar alternativas parece descompensarse por una cuestión de peso específico, volcándose hacia un solo lado.
Una noticia difundida en estos días alienta esa percepción. El ministro de Justicia Horacio Rosatti sería candidato a primer diputado por Santa Fe, en pos de dar combate parejo a Hermes Binner. Recordemos que a Binner, quien encabezará la boleta de los socialistas, le fue birlada la gobernación en 2003, vía el timo de la ahora derogada Ley de Lemas. Lo interesante, comentan a este diario dos ministros del gabinete nacional, es que la manda “hay que ganarle a Binner” brotó de labios del propio Presidente, propiciando una alianza con el gobernador Jorge Obeid y con el senador Carlos Reutemann. Rosatti, dicen quienes conocen Santa Fe, es junto con la vicegobernadora María Eugenia Bielsa, el peronista de mejor imagen. Pero Bielsa, que fue sondeada varias veces por Juan Carlos Mazzón, no quiere ser diputada pues piensa que eso la alejaría de su provincia en la que, comentan sus allegados, podría todavía aspirar a representaciones mayores.
Lo real es que, si Rosatti sale del gabinete para ir a competir, es porque el Gobierno anhela ganar la mayor cantidad de distritos posibles. “Sería bueno que todos los gobernadores ganaran”, se sincera el operador kirchnerista. Hoy por hoy hay dos territorios “grandes” que le pintan peliagudos: Capital y Santa Fe. Para Santa Fe, tal parece, hay decisión tomada.

Cuaderno de comunicaciones

Una rendija de oportunidad para Macri, un crecimiento relativo del PJ, una fruición por los controles y las restricciones... la crisis empuja a derecha, le guste a quien le guste. A muchos les gusta, empezando por una derecha comunicacional y política que no se limita a discurrir sobre algunas conductas criticables y autodestructivas de los jóvenes o algunas contradicciones del mundo del rock, sino contra los jóvenes y el rock tout court.
Es inexorable que haya una batida de controles. Pero debería tomarse razón de que esas políticas tienen olor a encierro y a limitación. El propio Juan José Alvarez, insospechado de retórica progresista, ha añadido al debate público una observación bien pertinente. La cabal aplicación de las normas vigentes en la Capital es imposible porque esas normas, paradoja sólo aparente, a menudo están concebidas descontando su incumplimiento. Tal el caso específico, pero verosímilmente no único, de la cantidad de público en los boliches clase C regimentada en tiempos de tangueros y alternadoras. Por decirlo de modo un tanto enfático, restaurar la vida juvenil en la ciudad no es un intríngulis de inspectores sino de políticos.
Se quiera o no, lo que está ocurriendo es que los jóvenes, víctimas en Cromañón, tienen segada su cotidianidad expresiva y cultural. Y son puestos bajo sospecha por una cruzada conservadora oportunista, obvia pero inteligente como fue la de Juan Carlos Blumberg. Una respuesta a esa situación requiere del arsenal de la política. Se trata de hacerse cargo de nuevos desafíos y de pagar deudas viejas. Sin agotar la lista, una deuda luenga del sistema político es la de promover instancias de participación. La ciudad tiene largamente traspapelada la descentralización, un mandato constitucional que va en ese sentido y que hoy suena como necesario pero insuficiente. Si se permite una comparación osada, así como la gente necesita contención en sus vidas privadas, necesita participación en el espacio público.
Los protagonistas del dolor deberían serlo de la política para evitar que, una vez más, las víctimas queden en la vereda de enfrente de los que gobiernan.

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