EL PAíS › KERRY KENNEDY, DIRECTIVA DE AMNESTY INTERNATIONAL

“Lo aterrador de la ESMA es que parece tan común”

La hija de Bobby Kennedy vino a la Argentina para participar del seminario sobre Memoria, Verdad y Justicia. Visitó la ESMA, recorrió Florencio Varela y habló sobre derechos humanos en la era Bush, la tortura y lo que más le llama la atención de la militancia argentina.

 Por Victoria Ginzberg

“Quiero bajar, hablar con la gente”, dice la mujer rubia. Los destinatarios del pedido son el subsecretario de la Presidencia Carlos Kunkel; el cónsul en Nueva York Héctor Timerman y Juan Carlos Dante Gullo. Los tres acompañan en una incursión por el conurbano a los especialistas norteamericanos invitados para hablar en el seminario sobre Memoria, Verdad y Justicia que organizó el Gobierno la semana pasada. Kerry Kennedy –directora del Consejo de Liderazgo de Amnistía Internacional e hija del asesinado Bob Kennedy– no se conforma con la reunión en Florencio Varela con un grupo de vecinos. Baja del remise en una modesta calle comercial, acaricia un burro y habla –intérprete mediante– con el cartonero al que pertenece el carro que tira el animal. La gente del barrio la mira de lejos. Lleva zapatos de taco bajo, un pescador negro y una camisa rosa. No está demasiado arreglada, pero se nota que no es de allí. Un oficial de la policía la custodia de cerca. Los muchachos de la carnicería de enfrente la observan divertidos. Durante el viaje, Kennedy habla con Página/12 de las sensaciones que le dejó su visita a la ESMA y de la defensa de los derechos humanos en los Estados Unidos post 11 de septiembre.
–Usted investigó biografías de dirigentes de derechos humanos de distintos países para un libro ¿Qué encontró de característico en los argentinos?
–Su tremendo coraje, su capacidad de poder resistir a la opresión por parte del Gobierno, enfrentarse con torturas, con la oscuridad y con la muerte en pos de esos derechos básicos que muchos damos por sentado.
–Esas son características que pueden compartir todos los dirigentes a los derechos humanos en el mundo, pero ¿hay características de los argentinos?
–Una cosa sorprendente para mí fue el jueves cuando marchamos con las Madres de Plaza de Mayo. Su persistencia en marchar todos los jueves por la tarde, haya lluvia o sol, no importa el Gobierno que esté en el poder. Aun cuando hay un gobierno que básicamente las está apoyando ellas siguen marchando. Eso realmente es bastante extraordinario.
–¿Qué impresiones se llevó de la ESMA?
–Fuimos a la ESMA con algunas Madres y Abuelas, con Cristina Kirchner y varios sobrevivientes. Fue una mañana extraordinaria. Yo he pasado bastante tiempo en cárceles horrendas, centros de detención y torturas en todo el mundo. Visité lugares así, como Auschwitz, y caminé a través de lo peor que tienen los seres humanos para ofrecer. La parte aterradora de esto es que todo parece tan común, tan ordinario. Había un centro de torturas en el corazón de la ciudad, de esta hermosa, cosmopolita y fabulosa ciudad. En el medio de unos jardines magníficos, a unas pocas cuadras de un estadio de fútbol, cruzando la calle de una escuela, justo al borde de una enorme avenida. ¿Nadie escuchó los gritos? ¿Por qué no hubo alguien que le pusiera fin? ¿Por qué las miles de personas que estaban en el estadio de fútbol no marcharon hasta ahí y pidieron que se pusiese fin? Uno va caminando y le explican: acá es donde torturaban a la gente, éste es el cuarto en el que las mujeres daban a luz y luego les sacaban a sus hijos y después las drogaban y las tiraban vivas desde los aviones. Y aquí es donde el general trajo a todos los torturados a una misa en Nochebuena. Aquí es donde los médicos miraban y decían “dejen de torturar porque si no, lo van a matar”, o “podés seguir adelante un poco más”. Y acá es donde el cura daba la extremaunción cuando alguien iba a morir. Uno no puede imaginarse que tanta gente se permitiera participar de esta crueldad. Y cualquiera que camine por ahí debe preguntarse: ¿Qué es lo que he hecho para frenar esta crueldad? ¿Participé o me quedé indiferente frente al sufrimiento?
–¿Se imaginó un museo funcionando en ese lugar?
–Sí. Uno tiene la idea de un museo como un lugar sombrío, como una experiencia muy pasiva. Pero no hay nada de pasivo en caminar a través de las habitaciones de la ESMA. Fue fantástico estar allí el viernes, especialmente con Sara Bloomfield, directora del museo del holocausto en Washington. Ella tenía muchas ideas sobre cómo respetar el lugar y convertirlo en un lugar vibrante para la gente que lo recorre. Sugirió que tomaran uno de los aviones, de donde dejaron caer los cuerpos y que lo pusiesen en un jardín delante de la ESMA. Con una frase muy sencilla que dijese “éste es avión que se utilizó para dejar caer los cuerpos de seres humanos vivos al río durante la noche”. Otra parte muy conmovedora de esta experiencia fue que en uno de los placares de las habitaciones de los oficiales encontramos un graffitti que decía “nosotros no tuvimos nada que ver con esto, pero lo lamentamos”. Creo que eso lo acaban de encontrar.
–Durante mucho tiempo los países centrales se ocuparon de las violaciones a los derechos humanos en el Tercer Mundo, donde la situación era considerada más grave. ¿Eso está cambiando en este momento?
–Creo que gran parte del interés en Estados Unidos en los derechos humanos a nivel internacional surgió de nuestro interés en el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos y las violaciones a los derechos humanos en nuestro país. Todo o casi todo organismo de derechos humanos en los Estados Unidos, han hecho más a nivel nacional sobre temas como la pena de muerte, violencia contra las mujeres, asuntos de debido proceso para los inmigrantes, menores en las cárceles, violencia y corrupción policial. Estas son algunas de las violaciones a los derechos humanos que encontramos en nuestro país. Pero bajo el gobierno de Bush, debido al aval de tácticas extremadamente coercitivas, que algunos llaman torturas...
–¿Usted no las llamaría así?
–Ciertamente las hubo en Abu Ghraib. Las metodologías avaladas por el gobierno, como la privación del sueño en los interrogatorios, el uso de perros aterrorizando a las víctimas, creo que se pueden colocar en ese nivel. Bueno, eso ha concentrado la atención en las violaciones a los derechos humanos cometidas por el gobierno de Bush.
–A eso me refería. ¿Cómo se hace para combatir esas prácticas al provenir de un gobierno con tanto poder?
–En primer lugar, en la primera elección ni siquiera votamos por Bush. En la segunda, yo no voté por Bush y tampoco lo hizo la mitad de mi país. Pero de cualquier manera lo tenemos. Después del 11 de septiembre, el gobierno de Bush declaró que había una guerra contra el terrorismo, sin un ejército, sin un principio o un fin. Simplemente dijeron que estaban suspendiendo los derechos de cualquiera que se vea involucrada en esta guerra. Dijeron que no se aplicaba la Convención de Ginebra y comenzaron a usar estas tácticas de interrogatorio que constituyen torturas a miles de personas en todo el mundo en centros de detención conocidos como Abu Ghraib y Guantánamo. También hay centros clandestinos de detención en donde hay personas sin acusación. La Corte Suprema de los Estados Unidos ha dicho que se los debe acusar de algo en particular o se los debe liberar. Y la administración de Bush se sigue resistiendo a cumplir esa medida. Es un gobierno que trajo al pueblo americano a una guerra en base de una serie de falsedades. Nos dijeron que Saddam Hussein era el responsable de 11 de septiembre, y no lo era. Nos dijeron que poseía armas de destrucción masiva, y no las tenía. Nos dijeron que tenía armas químicas y biológicas y no las tenía. Nos dijeron que había una amenaza inminente de ataque de Irak, un ataque similar al 11 de septiembre y eso no tenía fundamento alguno. Ahora hemos perdido más de 1500 integrantes de nuestras tropas, hay más de cien mil iraquíes muertos. Después del 11 de septiembre Bush dijo que quería a Osama bin Laden vivo o muerto, y está vivo.
–¿Qué acciones se llevan a cabo desde el movimiento de derechos Humanos para oponerse a este tipo de hechos?
–Mike Posner (de Human Rights First, que también participó del seminario sobre la ESMA) acaba de presentar una demanda contra Donald Rumsfeld por tortura. Rumsfeld va a venir a Argentina la semana que viene, sería útil que aquí le preguntaran sobre esa causa. Va a tener un impacto sobre él si cuando viaja por el mundo le empiezan a preguntar por ese tema.
–¿La sociedad norteamericana está movilizada por estos temas?
–Parte de la búsqueda de los organismos de derechos humanos es lograr que la sociedad americana se movilice más. Fracasamos, por eso perdimos las elecciones. Tenemos que hacer mejor nuestro trabajo.
–¿Pueden modificarse estas prácticas a corto plazo en Estados Unidos?
–Honestamente creo que la única forma de crear realmente un cambio es a través del proceso político. Creo que voy a pasarme el resto de la vida tratando de deshacer lo que el gobierno de Bush haga en los próximos dos años y medio. No sólo a nivel internacional sino también internamente. La semana que viene voy a ir a una marcha con trabajadores agrícolas porque ellos están terriblemente mal pagos. Hubo cinco juicios por esclavitud en los Estados Unidos con sentencia favorable en los últimos cuatro años. La mayoría relacionados con inmigrantes de América Central.
–En el seminario sobre la ESMA se habló sobre verdad y justicia, provenir de una familia con crímenes políticos que no se consideran resueltos ¿la influenció en su definición de esos conceptos?
–(Piensa.) No. Pienso que lo que hizo el presidente Kennedy durante su vida, lo que mi padre hizo, eso fue lo tuvo un impacto sobre mí, y no sus muertes. Sus muertes y las investigaciones consecuentes, no son lo que me motiva en la vida. Su visión de justicia, de un mundo en paz, con justicia social, política y económica, eso es lo que me motiva.
–En su militancia por estos derechos. ¿en qué la ayudó y en que la perjudicó el hecho de ser una Kennedy?
–Mis primeros recuerdos son de mi padre en el Departamento de Justicia, cuando él era procurador general durante el movimiento de derechos civiles. En ese entonces el gobierno federal de Estados Unidos estaba asistiendo a los defensores de los derechos civiles como Martín Luther King, que eran perseguidos por gobiernos provinciales. De alguna manera lo que intentamos hacer nosotros es paralelo, tratamos de involucrar a la comunidad internacional para ayudar a los defensores de los derechos humanos, para protegerlos de sus gobiernos federales. Yo tenía cinco años cuando mi padre vino a Argentina y todavía recuerdo su regreso de ese viaje, hablando de la gente que había conocido acá, gente como Jacobo Timerman, dirigentes de sindicatos y estudiantes que estaban tratando de incidir en pos de un cambio. Fue a las partes más pobres de la ciudad y estaba muy conmovido y eso le dio mucha energía, el coraje de la gente que conoció y su visión para el futuro del país. Creo que todas esas cosas impactan en una criatura.

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