EL PAíS › LA BATALLA
EL FELIPISMO EN MAR DEL PLATA

Los que quieren a Cristina

 Por Martín Piqué

Desde Mar del Plata

“Hoy, aquí hay un nacimiento. En otro lugar hay un funeral.” La primera frase que Felipe Solá eligió para referirse a sus adversarios reflejó el tono de lo que vendría. Una intransigencia notoria hacia el duhaldismo, que hasta parecía asustar a algunos funcionarios felipistas que pocos meses atrás convivían lo más bien con sus ahora ex compañeros. “Y ya lo ve/y ya lo ve/ es para Duhalde que lo mira por tevé”, atronaba por momentos en el gigantesco polideportivo Malvinas Argentinas, construido para los Panamericanos. El cantito, todo un clásico, no logró que los ministros bonaerenses Juan Pablo Cafiero, Mario Oporto y Gerardo Otero aplaudieran. La mayoría del auditorio, compuesto por dirigentes, militantes del PJ y piqueteros, sí se plegó a la dedicatoria. Esos pequeños matices, sin embargo, quedaron perdidos entre el clima de euforia. Solá y sus seguidores, acompañados por una nutrida delegación kirchnerista, desafiaron a Eduardo Duhalde de todas las formas posibles.
Solá tuvo ayer su día esperado. Acompañado por el kirchnerismo, terminó de asociar su futuro a la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner. Hacía rato que Solá soñaba con esta ocasión. Finalmente se le dio. Lo hicieron posible la intransigencia del Presidente y los últimos movimientos de Duhalde. “Algunos dicen que apoyan la transformación, pero en realidad le temen. No dicen la verdad. No están ahí para poner en caja a los poderosos. Lo viejo en política es viejo cuando se convierte en una traba que impide avanzar a lo nuevo”, acusó sin dar nombres. Después fue más explícito. “Algunos prefieren tomar café con Menem en un hotel que cuesta mil euros por día”, atizó.
El encuentro del Frente para la Victoria había comenzado el viernes a la noche. Ayer continuó con discusión en comisiones y finalizó a las 17 con el discurso de Solá. Como coincidió en el mismo día con el acto duhaldista encabezado por Chiche Duhalde, la jornada tuvo algo de aquellos partidos de equipos rivales que se juegan a la misma hora para definir un campeonato. “¿Cuánta gente hay en La Matanza? ¿Qué imágenes están en los canales?”, se preguntaban los colaboradores de Solá. En el palco, en cambio, se veía mucha euforia. Solá, flanqueado no casualmente por el subsecretario general de la Presidencia Carlos Kunkel (el inventor de la expresión “madre de todas las batallas” para referirse a la interna bonaerense) y su ministro de Gobierno, Florencio Randazzo, seguía con su estrategia de buscar diferenciarse del duhaldismo. “Basta de careteo. Que se saquen las caretas y digan por qué les molesta Kirchner, por qué les molesta Cristina Kirchner”, cargó.
Del enorme techo del gimnasio colgaban prolijos estandartes verdes, rojos y azules con el eslógan de Solá: “Es hora de construir un futuro”. También habían pancartas hechas a mano, típicas del peronismo bonaerense, y banderas de las organizaciones sociales, especialmente la FTV y el MTD Evita. Entre tanto cotillón peronista llamaba la atención la cara del Che pintada en trapo de la FTV: esa cierta discordancia ideológica se notó también en el cantito con que los desocupados de Luis D’Elía interrumpieron algunas veces la lectura del trabajo en comisiones. “No queremos un partido liberal/queremos un movimiento/nacional y popular.” La presencia de D’Elía –quien estuvo junto con Edgardo De Petris, Emilio Pérsico y Jorge “Huevo” Ceballos, transversales kir- chneristas– había generado algunas rispideces entre los organizadores. El intendente de La Matanza, Alberto Balestrini, prefería que D’Elía, viejo conocido suyo, tuviera un perfil más bajo. Balestrini se sentó detrás de Solá junto con los cincuenta intendentes del PJ, al lado del recién incorporado Sergio Villordo, de Quilmes, de estudiado bajo perfil, Balestrini tendrá un rol estratégico en el armado del Frente para la Victoria. Mañana se entrevistará con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en la Rosada.
A la tarde, antes del discurso de cierre de Solá, los participantes debatieron el rumbo del peronismo en más de treinta comisiones. Uno de los escenarios del debate fue el Hotel de Luz y Fuerza. En una pizarra correspondiente a la comisión 17 se leían algunos de los disparadores de la discusión: “Salir del pragmatismo/Volver al movimiento revolucionario/Salir del ‘partido del establishment’”, eran las consignas, poco habituales en la retórica peronista de los últimos tiempos. Los participantes se veían entusiasmados. Pero también había desilusiones. En el mismo hotel se escuchaba críticas que parecían contradecir aquellos principios: “No puede ser que Felipe lo reciba a Julio Carpinetti. ¿Qué mensaje le estamos dando a la militancia?”, se quejaba un influyente dirigente. La recepción a Carpinetti –ex intendente de Florencio Varela en los ’90– era utilizada como ejemplo para ilustrar un proceso que algunos consideran inevitable: los cambios de camiseta de último momento.

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