EL PAíS › OPINION

Un recital para varios públicos

 Por Mario Wainfeld

Había que conciliar demasiadas consignas. Ratificar la identidad kirchnerista, sumando actores al llamado plebiscitario del Presidente. Diferenciarse del duhaldismo pero sin producirle ningún escozor que excediera la propia presencia escénica de Cristina Fernández de Kirchner. Darle un masaje al desprestigiado PJ capitalino pero no malquistarse con los bonaerenses, con los porteños que no son peronistas, con “la sociedad”, colectivo predilecto del discurso de la senadora. Por decir lo menos, el acto de Obras Sanitarias interpelaba a dos públicos: la dirigencia y (un poquito de) la militancia peronista porteña, por un lado. “La gente” por otro.
- De esos no se habla: La estrategia del Presidente respecto del duhaldismo tiene su complejidad, que explica bastante de lo ocurrido ayer, en especial de lo que no se dijo.
Néstor Kirchner quiere doblegar a Eduardo Duhalde sin humillarlo. Quiere que se vea que es él quien manda pero ansía ir en lista única. Bien puede que lo logre porque Duhalde no es exactamente un pasional y sabe medir las correlaciones de fuerzas, tanto como leer encuestas. Pero el tránsito al acuerdo definitivo es escarpado, lleno de desfiladeros estrechos. En estos momentos prima un clima pactista. La liturgia de Obras honró esas circunstancias. Estuvieron presentes todos los ministros duhaldistas (varios de ellos ya en retiro efectivo de esa pertenencia), Ginés González García, José Pampuro, Aníbal Fernández casi codo a codo con Felipe Solá y los intendentes Alberto Balestrini y Julio Alak. Una somera demostración de fuerzas, que se trabajó con mano de seda. Ni Alberto Fernández ni Fernández de Kirchner mentaron nombres propios ni vertieron alguna evocación que diera a la tribuna siquiera un resquicio para chiflar o zarparse contra los compañeros duhaldistas. Chiche Duhalde no zafó ayer de ser el jamón del sandwich pero nadie se lo refregó en la cara.

- Los que miran por TV: Regis Debray escribió en su notable El Estado seductor que la tevé no sólo modificó formatos de la política, sino también sus horarios. Muchas cosas se programan teniendo en mira los noticieros de las ocho de la noche, escribió refiriéndose a su Francia. Debray, que seguramente ha de ser bien gorila, debería enterarse que el sector renovador del peronismo funciona con iguales premisas. El acto se demoró por un embotellamiento fenomenal pero a las 20.15 comenzó. No se leyeron más adhesiones, se pasó un video cortito apologético del Presidente... y a los discursos. El jefe de Gabinete habló diez minutos y cuando iba por la mitad echó una ojeada ansiosa a su reloj. La senadora Fernández se tomó poco menos de veinte minutos.

- Tres esperanzas: Tres objetivos mensurables persigue Néstor Kirchner en las elecciones de octubre: a) plebiscitar su gestión, b) prevalecer en casi todas las provincias y c) acrecentar el número de diputados nacionales “propios”. Todos van en el mismo rumbo, pero no son idénticos.
El plebiscito, que alude tanto al poder propio como a la falta de una fuerza opositora implantada en todo el territorio nacional, es el que suena más accesible hoy día. Cuesta imaginar que el mix PJ-Frente de la Victoria no le saque 20 puntos al segundo. El Gobierno calcula que la –devaluada– medalla de plata será para Ricardo López Murphy, aunque hará lo posible para que lo desplace el radicalismo.
La suma de territorios es más peliaguda. Santa Fe y Capital, dos distritos esenciales, vienen duros. La presencia de Cristina en Capital apunta en parte a traccionar una lista que puede ganar pero que también puede salir tercera, compitiendo con dos presidenciables, Elisa Carrió y Mauricio Macri. Aunque en el Gobierno lo nieguen, la jefa del ARI viene midiendo bien, y puntera, para la mayoría de los sondeos.
- Matar al mensajero: El canciller Bielsa, el más posible candidato en Capital, no estuvo, distraído por un viaje al exterior que puede abrirse a lecturas suspicaces, como asimismo ocurrió con el faltazo (también fundado en un periplo) del vicepresidente Daniel Scioli. Una figura robusta esperaba a los dos Fernández en el pasillo que precedía al palco para entregarles una adhesión escrita “de Rafael”. Era su ex jefe de asesores Eduardo Valdés. Más de cuatro conocedores del paño pensaron que Néstor Kirchner no habrá estado feliz con el mensajero elegido. El Presidente aborrece a Valdés, a quien incrimina, entre otras cosas, haber armado un escándalo mediático con el caso de la cubana Hilda Molina.

- La hora de sumar: Cerca de Kirchner se computa que éste cuenta con 30 diputados nacionales fieles y anhela duplicar su número para el mandato que comienza en diciembre. El Presidente, ante su mesa chica, ha llegado a hablar de 80 en algún rapto de entusiasmo. Los números son tentativos, a los ojos de Página/12 todos están un poco por encima de lo real disponible y de lo virtual obtenible. Pero en la Rosada cunde la esperanza.
Cabe añadir que, más allá de las metas cuantitativas ambiciosas o utópicas con las que el Presidente busca dar mística a su tropa, hay un logro (menos verbalizado) que sí está al alcance de su mano. Que los diputados kirchneristas superen holgadamente a los duhaldistas, una circunstancia que (dada la fruición por el éxito de los peronistas) promovería enérgicas reaperturas del libro de pases en 2006.

- El fantasma de Perón: Mientras se esperaba a los oradores, en las pantallas gigantes aparecía Perón en un video, mudo, de “Actualización política y doctrinaria”, un film emblema de los ’70, dirigido por Fernando “Pino” Solanas. Una señal de identidad política-generacional de los anfitriones que pudo no bastar a las huestes partidarias. En el único desafío a Cristina, un sector de la tribuna le pidió más menciones a Perón. La senadora, que rehuyó todo el resto del tiempo “dialogar” con cánticos y voces, le replicó que ella se acuerda de Perón cuando vota y cuando gobierna. Una frase que el video había atribuido al Presidente pero cuyo copyright fue reivindicado por la oradora. La falta de peronismo es un reproche que muchos compañeros formulan en voz alta y (unos cuantos más) en voz baja al equipo de gobierno. Los actos siempre tienen su encanto y su coqueteo con lo imprevisto, aun uno tan pautado como el de ayer. Ese debate se dramatizó. La senadora tuvo reflejos y se mantuvo en sus trece.

- Que se vayan muchos: Un indicador de la voluntad presidencial de poner toda la carne al asador es la cantidad de personas con responsabilidades de gobierno que ya son candidatos o están a un tris de serlo. Cristina Fernández, Rafael Bielsa, Oscar Parrilli, Horacio Rosatti, incluso la vicegobernadora santafesina María Eugenia Bielsa. Si no termina yendo el canciller, iría Daniel Filmus. Algunos, para colmo, se deliran con Alicia Kirchner como candidata en Santa Cruz. La apuesta es muy fuerte. Tanto que significará, quieras que no, una suerte de relanzamiento del Gobierno meses antes del comicio, justo en un momento en que el oficialismo quiere innovar muy poco. Un costo colateral, si se accede a los objetivos anhelados. Un karma, si las cosas no salen bien. Como fuera, las cartas ya están echadas.

- Miles y millones: Millones de personas conocieron y conocerán lo de ayer vía los medios de difusión masiva. Los miles que estaban presentes no los representan imperfectamente, más bien no los representan. Los partidos políticos han perdido contacto con “la sociedad” y el PJ Capital, llegado el caso, es en ese sentido de los peores. La concurrencia –más dirigentes que militantes, más militantes que base social– jugaba su juego. Merchandising de actos con carteles, banderas y pecheras anunciando pertenencias. Primaba un folclore nada inocente, internista, endógamo. Cualquiera que lo maneje inferirá que Héctor Capaccioli aspira a un cargo legislativo y que Andrés Rodríguez quiso hacerse ver. Su sindicato estatal, UPCN, ocupó los lugares más visibles y se ocupó de la seguridad del acto. Rodríguez es uno de los menemistas enragés que ayer fungían de oficialistas.
La elegante transmisión que ofrecieron los organizadores no dio mucho calce a la tribuna. Prefirió centrarse en los dos Fernández, él de azul, ella de blanco.
Nada fenomenal ni definitivo ocurrió ayer, aunque el acto haya munido en maqueta algunos issues de campaña. El saldo, seguramente, conformó a los organizadores porque Cristina Fernández ocupará su espacio en los medios, su imagen será reproducida, los duhaldistas tomarán nota. El discurso de los oradores, más allá del fuego que propaga Cristina, fue el de un oficialismo seguro de sí, mucho más que el de una corriente política rupturista. Para tener novedad o convocatoria extramuros resultó impreciso, huero de nombres propios, de concisión excesiva.
Obras 2005 no dejó nada para emocionarse, para indignarse, ni aun para sorprenderse. Al fin y al cabo son aprontes. Los larguísimos aprontes de una campaña que se autodefinirá como breve, porque (cualquier candidato enchufado lo sabe) a “la gente” no le apetecen las campañas prolongadas.

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