EL PAíS › LAS EMPRESAS DEL PRIMER MUNDO ALIMENTAN LA CORRUPCION DE LOS PAISES EN DESARROLLO

Haz lo que yo digo, no lo que yo hago

Un informe de Transparency International señala el origen de los sobornos que contaminan a los países emergentes. Petróleo, Telecomunicaciones y Energía Eléctrica están entre los principales sectores receptores de coimas para conseguir contratos o licencias.

 Por Raúl Dellatorre

La lupa se posó sobre los poderosos y la investigación de Transparency International sobre las naciones industrializadas reveló la existencia de un nivel muy alto de sobornos de sus empresas a funcionarios de países en vías de desarrollo para obtener ventajas en sus operaciones. “Nuestra nueva encuesta no deja ninguna duda de que un gran número de corporaciones multinacionales de los países más ricos están tomando un camino ilegal para ganar contratos en los países emergentes”, afirmó Peter Eigen, presidente de Transparency. Los responsables del capítulo argentino de la entidad destacaron que las conclusiones de este trabajo “vienen a desnudar el doble discurso de muchos representantes de países industrializados que, mientras impulsan reformas políticas en países como Argentina para terminar con la corrupción, hacen la vista gorda con sus propias empresas, que son las pagadoras de los sobornos a funcionarios”. Ninguno de los países cuyas empresas han sido las principales beneficiarias de las privatizaciones en Argentina –Estados Unidos, España, Francia e Italia– figuran entre las mejor calificadas o con una “propensión inferior al 40 por ciento” a pagar u ofrecer sobornos para obtener o mantener un negocio.
La organización mundial anticorrupción TI consultó a 835 expertos vinculados a grandes empresas en 15 de los principales mercados emergentes –entre ellos, Argentina–, a los que se les pidió que indicaran qué grado de probabilidad le asignaban al intento de soborno por parte de las empresas para obtener un negocio en el país. A cada encuestado se le pidió que calificara la probabilidad, por país de origen de la empresa de una lista de 21 que se le presentó, al que se agregó el propio país al que pertenecía el encuestado. El resultado, como se ve en el cuadro, arroja que precisamente las empresas locales son las percibidas como las más proclives a pagar sobornos en su propio país. Entre las empresas extranjeras, las de Rusia son las que “peor califican”, con Italia incluida también en el bloque de países de origen de empresas más corruptas. Con niveles de propensión a la corrupción alta, pero en un escalón inferior a las anteriores, entran España, Francia, Estados Unidos y Japón. Sólo Alemania y el Reino Unido, entre las firmas con inversiones importantes en Argentina, se salvan con una calificación que las ubica entre los orígenes de empresas con nivel “medio” de propensión a la corrupción.
La segunda pregunta formulada a los encuestados fue por los sectores más proclives a aceptar sobornos, “por ejemplo para licitaciones públicas, regulaciones o concesión de licencias”, según describe el informe. Aquí resultaron con elevada tendencia a ser escenario de sobornos las áreas de Petróleo y Gas, Telecomunicaciones y Generación y Transmisión de Electricidad, tres sectores en los que Argentina realizó concesiones por negocios multimillonarios a empresas de origen extranjero. Banca y Finanzas aparece algunos escalones más atrás, aunque también con un elevado índice de “sobornabilidad”.
“El informe es oportuno, porque hace justicia al señalar a los países de origen y los sectores interesados en cerrar contratos a cualquier precio”, señaló a Página/12 Cristian Gruenberg, director del Programa Anticorrupción de Poder Ciudadano. Este organismo es el capítulo argentino –versión local– de TI. La mención de la oportunidad viene a cuento de las recientes declaraciones de funcionarios estadounidenses, tanto desde el Departamento del Tesoro como del Fondo Monetario Internacional, con respecto al nivel de corrupción en Argentina y cómo ello descalifica al país a la vista de los inversores extranjeros.
Ni Anne Krueger, vicedirectora del FMI, ni Paul O’Neill o John Taylor, números uno y dos en el Tesoro estadounidense, hacen referencia a sus propias empresas o bancos cuando señalan la corrupción reinante en Argentina. Tampoco hay condenas explícitas de los miembros europeos delGrupo de los 7 (países industrializados) a sus propias empresas cuando reclaman reformas estucturales en los países periféricos para recuperar “la confianza de los inversores”.
Argentina fue terreno, en la última década, del más impresionante proceso de desnacionalización de servicios públicos y sectores estratégicos que se haya visto en el mundo en dicho período. Muchas de estas operaciones están sospechadas de corrupción, pero el pacto de silencio aun de parte de las firmas extranjeras que resultaron desplazadas impidió que hubiera condenas a los supuestamente responsables.
“Que Argentina tiene un nivel de corrupción insoportable no hay dudas, pero también hay que ver que Estados Unidos ha sido señalado como uno de los países cuyas empresas tienen el mayor nivel de propensión al soborno”, destacó Gruenberg. “Las prácticas de soborno en los países en desarrollo era conocida, pero el informe confirma que son los países del Primer Mundo desde donde se pagan los sobornos”, puntualizó.
Otra conclusión a la que permite arribar el informe de TI es que mientras los países centrales insisten en reclamarle reformas del Estado a los países dependientes para erradicar la corrupción, en sus propios países hacen poco y nada por eliminar esas prácticas. “Si es cierto que se quieren buscar soluciones efectivas, habrá que admitir que son los países centrales el origen de los bancos que facilitan las transferencias del dinero ilegal, y el origen de las empresas que corrompen a funcionarios”, planteó el director del Programa Anticorrupción. “La opinión internacional condena a Argentina por corrupta desde una visión incompleta. Argentina es corrupta porque hay países industrializados que la corrompen: no alcanza con condenar a las instituciones debilitadas y al funcionario inescrupuloso. Esto es parte del doble discurso de los países centrales: reclaman transparencia a otros países, pero con respecto a sus propias empresas tienen la política de que, afuera, vale todo para ganar”, agregó.

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