EL PAíS › OPINION

Emergencia económica

 Por Luis Bruschtein

Se puede armar un panel estilo Grondona con los partidarios del modelo, esos técnicos de la macroeconomía, con discursos académicos, despreciativos pero paternalistas hacia todo aquel que no piensa como ellos y del otro lado a un grupo de pibes en situación de calle. Sería una carnicería. Y para remachar, el periodista puede pontificar después sobre la sabiduría de esos títulos de Harvard.
No lo armó Grondona, pero ese panel se dio en los hechos, en la calle y en este país. La primera marcha de los chicos fue en mayo de 2001. Fue premonitoria de la crisis. Y no fue casual, porque los chicos en situación de calle constituyen la zona más vulnerable de los dramas de la pobreza. En diciembre de ese año, la escenografía de cartón del modelo se desplomaba sobre la cabeza de los argentinos mientras los sabios de la economía seguían exaltando los beneficios del neoliberalismo. Los pibes no saben de economía, pero saben de sus efectos.
Hubo otra marcha en 2002 y ahora, después de dos años, el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, que reúne a más de 300 instituciones que trabajan con la infancia, volvió a organizarla. Pasó mucha agua bajo el puente, el modelo se rompió cuando los índices de pobreza, desnutrición, marginalidad y mortalidad infantil eran de los más altos en la historia del país.
Los índices mejoraron, pero hay una ley que está vigente hasta diciembre de este año que declara al país en estado de emergencia económica. Si la economía está en emergencia, la infancia es la primera en sentirla, sigue siendo la más vulnerable y expuesta. La velocidad de destrucción es infinitamente más rápida que la de reconstrucción, sobre todo en los procesos económicos, pero la niñez no tiene esos tiempos. Cuando los efectos empiezan a sentirse, miles de chicos perdieron su educación y soportan las secuelas físicas y psicológicas de la miseria.
Los técnicos de la economía y los políticos tienen que aprender a incluir también esos tiempos que seguramente son más urgentes que los de sus áreas. “Se trata de una sociedad que se protege de sus chicos en lugar de protegerlos”, afirma uno de los organizadores de la marcha. Habla de una sociedad que se conmueve por las imágenes de chicos desnutridos, pero que cuando se refiere a la problemática de la inseguridad inmediatamente los instala en el campo del enemigo.
El gran panel que se perdió Grondona se hizo en los hechos, los chicos perdieron el debate y perdió el país. No es necesario repetirlo para darse cuenta a esta altura de quién tenía la razón.

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