Viernes, 16 de marzo de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Eva Rearte
La marchita se silbaba con provocadora picardía y las esquinas del centro se veían alteradas por actos relámpago de la incipiente JP, que reclamaba por el respeto a la voluntad popular y el regreso del líder.
La persecución al campo popular, y en forma particular a los peronistas, había comenzado con el bombardeo de la Plaza de Mayo en el ’55 y no se detendría.
Arturo Frondizi asume la presidencia en febrero del ’58 gracias al pacto con Perón. En él se convenía restablecer las conquistas populares en el campo económico y social, y levantar la proscripción política y sindical. La fusiladora se presta a la normalización, pero no abdica respecto del poder real.
Los peronistas recobran la identidad amordazada, pero la amnistía se tornó selectiva; el salario es devorado por la inflación y surge la pelea por la laica en oposición a la libre. En septiembre, la huelga general repudia los contratos petroleros. Se alza el Frigorífico Lisandro de la Torre frente al negociado con la carne: ocupado por los trabajadores, son ferozmente reprimidos por tres mil efectivos al mando del tristemente recordado comisario Margaride. El saldo es de 5200 trabajadores cesanteados.
Se agudiza la represión y con ello surgen nuevos modos de resistencia, producto del imaginario colectivo: corren chanchos por la calle Florida denostando al ministro Alvaro Alsogaray, estallan los rojizos buzones desparramando volantes que denuncian al régimen mentiroso.
El Plan Conintes, que Perón no aplicara en su segundo gobierno contra los que luego lo derrocan, adquiere vigencia cuatro años después. Las cárceles de todo el país se pueblan de resistentes.
Las familias descabezadas hacen tramas solidarias para el cuidado de los hijos, se ligan en la búsqueda de abogados y la asistencia en la salud. Los asaltos a la petrolera Shell marcan coherencia en la lucha y dan alimento, techo y abrigo a los diezmados por cesantías, exilios y encarcelamientos. Muchos de ellos crecen con las luchas populares y son víctimas del genocidio del ’76/’82. Otros mueren en condiciones de misérrima pobreza.
Los pocos sobrevivientes hace más de 15 años que claman y exigen ante todos los gobiernos el reconocimiento histórico merecido por haber regado la Patria de sueños y prácticas de libertad, entendiendo que el bienestar individual lo es con relación a la existencia del bienestar de todos. Este 16 de marzo se cumplen 47 años del nefasto Plan de Conmoción Interna. La deuda de honor aún está vigente.
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