EL PAíS › EL PROCESISMO PUEDE GANAR LA CAPITAL

Macri asoma

Los oficialismos nacional y porteño confían en que Macri puede imponerse en la primera vuelta pero que volverá a caer en la segunda. La capacidad de ambos para profetizar el pasado se saltea algunos detalles relevantes de la actual campaña, en la que el accionista de SOCMA se está manejando con mayor astucia que sus rivales. Una victoria del PROcesismo en la Capital trastocaría el mapa político nacional.

 Por Horacio Verbitsky

Un valor sobreentendido entre políticos y analistas es que Maurizio Macri tiene un piso alto de votos para la primera vuelta de la elección por la jefatura de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pero un techo bajo que le impediría ganar en la segunda. Dicho de otra manera, que concita más rechazos que adhesiones. Como el estatuto constituyente de la Ciudad establece un verdadero ballottage, en el que sólo gana quien obtiene más de la mitad de los votos, Macri estaría condenado a repetir ahora su desempeño de 2003, cuando sacó cuatro puntos de ventaja en la confrontación inicial pero en la decisiva quedó siete puntos por detrás de Aníbal Ibarra, quien resultó reelecto. Es posible pero de ninguna manera seguro que así sea, y cada día menos probable, dada la habilidad con que Macri se maneja y los errores que cometen sus fragmentados competidores. Richard Nixon por derecha y Salvador Allende a la izquierda son ejemplos de perdedores que al cabo de varios intentos lograron revertir ese sino.

Luego de la derrota de 2003, el consultor estadounidense Dick Morris dijo que en su país “un hombre como Macri sería condecorado. Lo admirarían por ser un empresario exitoso y ese aprecio por su trayectoria llevaría a la gente a votarlo. En la Argentina, un empresario exitoso provoca resentimiento en la gente. Creen que debe de haber triunfado a expensas de ellos. Sienten que si Macri ganó, ellos deben de haber perdido”. Su consejo fue que Macri dijera en forma abierta que “todos los problemas y las acusaciones se referían a su padre” y que a él debían juzgarlo por su desempeño en Boca Juniors. Ésa es la línea que Macri ha seguido desde entonces, beneficiado por la sorprendente omisión de los demás candidatos en recordar los hechos de su vida empresarial (ver El país en que vivimos) y en desmenuzar la declaración de bienes presentada al Congreso. Allí consta que el ex concesionario de servicios públicos ineficientes sigue siendo accionista en las Sociedades Macri, de las que sólo abandonó la vicepresidencia ejecutiva. Macri declaró un patrimonio de 25 millones de pesos, que incluye propiedades muebles e inmuebles, ahorros y casi 10 millones en acciones de SOCMA, por las que percibe dividendos. Una parte significativa de los negocios de esa sociedad están en el distrito que Macri aspira a gobernar.

Travestismo

Los mismos que denuncian la complicidad de Macri con el saqueo del país bajo los gobiernos de las últimas décadas tienden a subestimarlo, como si fuera un obstáculo fácil de superar. No es así. La elección de Gabriela Michetti como compañera de fórmula; la expresión perdida con que mira a un/a travesti a quien tomó de la cintura para una foto, con una sonrisa lúbrica y los ojos entrecerrados puestos en los artificios al alcance de su mano, sugieren que el candidato de la derecha comprende los puntos flojos a reforzar y que no lo paralizan prejuicios ni convicciones. Michetti forma parte de lo que en forma genérica se denomina el progresismo porteño, de cuya vertiente socialcristiana proviene. Es difícil de comprender cómo alguien que comenzó su militancia junto a Carlos Auyero haya aceptado convertirse en la persona de confianza en la Legislatura de un paradigma tan nítido como Macri de todo lo que Auyero detestaba. En todo caso, el tema no es aquello que Michetti pierde sino a la inversa, el beneficio que Macri obtiene de su proximidad. La foto con una nena, ambos parados en una tarima sobre un basural, fue tan burda como las de George W. Bush envasando zanahorias junto a los miembros de una cooperativa indígena en Guatemala y forzó a Macri a un pedido de disculpas. El encuentro con el/la travesti, en cambio, unió lo útil a lo agradable. Ningún consultor pudo inventar ese gesto embelesado en el rostro de quien hace apenas tres años inspiró las reformas al Código de Convivencia que devolvieron a la policía el control sobre vida y hacienda de las/los trabajadoras/es sexuales.

Boquenses

Las habilidades del jefe de PRO se complementan a la perfección con las falencias de quienes lo enfrentarán en las urnas. En una de las decisiones más asombrosas imaginables, las oficinas de campaña del candidato del kirchnerismo dejaron saber que su compañero de fórmula será Carlos Heller, quien en 2003 fue uno de los precandidatos a la vicepresidencia que tuvo en consideración Elisa Carrió. Heller es un banquero proveniente del movimiento cooperativo, que en 2001 integró el Frente Nacional contra la Pobreza. Su referente político es el Partido Comunista (0,54 por ciento de los votos emitidos en la Capital en 2003, en alianza con los partidos Intransigente, Autogestión Liberadora y Movimiento de Autonomía Popular). Pero además fue vicepresidente de Boca Juniors hasta la asunción de Macri, durante una década en la que el club más popular del país no obtuvo ningún campeonato. Los asesores de Macri no hubieran podido descubrir mejor forma de potenciar el principal argumento de su candidato. Heller podrá poner a debate a lo sumo los manejos económicos boquenses de la década macrista, pero es más que dudoso que esas historias que nunca han llegado a concretarse en una condena judicial pesen más que los éxitos de Carlos Bianchi y el Coco Basile.

Tiempo de revancha

Pero además Heller no viene solo. Junto con él llega a la boleta kirchnerista el ex jefe de gobierno Aníbal Ibarra, quien encabezaría la lista a legisladores locales. De este modo, el ministro de Educación Daniel Filmus cargará en su mochila de candidato con la polémica gestión de Ibarra, que culminó el año pasado con su destitución en juicio político. Es comprensible que éste sea para él tiempo de revancha. Más enigmática es la ganancia que pueda obtener Filmus de semejante compañía. El proceso iniciado con el incendio de Cromañón polarizó como nunca antes los alineamientos políticos en la Ciudad. Un sector apreciable de la sociedad cree que Ibarra fue el chivo expiatorio de responsabilidades más extendidas, lo cual explica que las opiniones positivas sobre su gestión superen hoy las que atraía cuando desempeñaba su cargo. Pero aquella catástrofe y la impávida respuesta de Ibarra son también el fundamento del alto número de aversiones que el ex gobernante concita, en un fenómeno de piso alto y techo bajo similar al de Macri. Tal como Chateaubriand describió a los borbones restaurados en el poder después de la revolución francesa, Ibarra parece no haber olvidado ni aprendido nada. Sabe que alcanzó su máximo esplendor cuando impidió el acceso de Macri al gobierno, pero no puede impedir que se perciban su inquina por Telerman pero también hacia Kirchner. Al jefe de gobierno le enrostra traición, al presidente desinterés por su suerte, el mismo reproche que hoy rumia el ex gobernador riojano Didi Maza, destituido por la legislatura de su provincia. Las similitudes son sólo aparentes: en La Rioja lo único que ardió fue un autito, al que prendieron fuego los partidarios de Maza para simular una pueblada que provocara la intervención federal. Ahora, como entonces, Kirchner prefirió dejar que las aguas locales encontraran su nivel sin intervención nacional, aunque es ostensible que el procedimiento de remoción legislativa no le agradó en ninguno de los dos casos. El desdén con que Ibarra se refiere al kirchnerismo es algo más que una táctica de seducción dirigida a un distrito que en 2003 prefirió para presidente a Ricardo López Murphy y Elisa Carrió. Ibarra ha armado una lista donde sólo hay lugar para el núcleo íntimo que intentó en vano impedir su destitución y con la que espera obtener más votos que la lista kirchnerista. Su objetivo principal de anonadar la reelección de Telerman se cumpliría si la segunda vuelta debiera dirimirse entre Macri y Filmus. Su dicha sería completa si Macri ganara en el repechaje, lo cual lo haría emerger como el jefe de la oposición en el distrito.

La isla de la fantasía

La decisión de Elisa Carrió de compartir con el público sus dudas acerca de la subsistencia de su partido republicano y de comunicar en tiempo real la búsqueda de alternativas sorprendentes que le aseguren alguna cuota de repercusión duró lo que un lirio. Ella misma destacó la dimensión lúdica de sus últimos pasos, que culminaron con la ratificación de que presentará su candidatura presidencial. Su abandono de la Ciudad refleja la ausencia de cualquier construcción política en su distrito de adopción, reiterativa de la que ya conocían sus comprovincianos chaqueños. Su escalada de denuestos a Kirchner, donde agotó demasiado pronto los motes ofensivos, no alcanza a disimular la común incapacidad de desarrollar fuerzas propias en función de un proyecto, con las diferencias obvias entre quien tiene el poder y quien aspira a conseguirlo. La involuntaria prórroga de su estado de reflexión indica que no es swinger todo aquel que se lo propone. Sus eventuales candidaturas para la Ciudad filtradas en los últimos días son un infotainer con síndrome de abstinencia televisiva, un broker del mercado financiero que dejó el gobierno contra su voluntad y un religioso con el inconsciente a flor de kipá que reescribió la letra del himno nacional para reemplazar libertad por seguridad. De concretarse alguna de tales candidaturas y en la kantiana eventualidad de una victoria, sólo faltaría decidir quién gobernaría la ciudad del lío. Por ahora, Carrió está ocupada en prometer desgravaciones impositivas a los grandes productores agropecuarios. Su anuncio de que si no obtiene la presidencia este año no volverá a intentarlo porque el país tendrá el gobierno que se merece, presagia el ocaso de otra tercera fuerza, en las huellas del renunciador de Palermo, el inolvidable licenciado Carlos Alvarez.

Respetar la propiedad
intelectual

El primer cartel de campaña de Filmus proponía: “Si lo conocés lo votás”. Telerman replicó con otro que decía: “Ya lo conocés”. Una mano cáustica agregó con birome en uno de ellos: “El segundo de Ibarra”. Sin embargo el eje de la comunicación del actual jefe de gobierno es una serie de carteles y spots televisivos englobados bajo la consigna “Actitud Buenos Aires”, que no aluden a las elecciones. Estos son algunos de sus títulos, en reiterado infinitivo: “Disfrutar de las fiestas”, “Conducir responsablemente”, “Respetar las normas al cruzar la calle”, “Vivir nuestra ciudad”, “Valorar la vida”, “No consumir alcohol al conducir”, “Usar siempre el casco”, “Usar siempre el cinturón de seguridad”, “Cuidar lo público”, “Ayudar al otro”, “Colaborar con la limpieza”, “Participar desde tu comuna”. Este despilfarro de recursos para difundir obviedades, asociadas a la imagen del jefe de gobierno, evoca las consignas que utilizó la propaganda oficial durante los años de la dictadura militar. El gobierno porteño intenta justificar este paternalismo idiotizante en la necesidad de “promover una ciudadanía responsable en materia de derechos y obligaciones de incidencia directa en las relaciones de vecindad y convivencia urbana” (sic). El diseño principal de la serie amenaza derivar, además, en un juicio contra el gobierno de la Ciudad. El blog del periodista Leandro Zanoni detectó que era un plagio de una portada de la revista inglesa de diseño i-D, publicada en 1987. La foto fue invertida e incluida dentro de una estrella. Un colaborador de la revista informó que su director, Terry Jones, y la modelo de la foto, Sarah Stockbridge, quien ahora vive en Buenos Aires, están preparando la demanda por el plagio. También sostuvo que durante el verano se negó la autorización para recitales de otros organizadores, de modo que sólo se permitieran los convocados por el gobierno de la ciudad.

Enemistado desde hace años con Alberto Fernández y Vilma Ibarra y rotos sus puentes con Kirchner desde que las fotos del presidente abrazado por la Tuta Muhamad llegaron a Noticias y Ambito Financiero, Telerman mantiene contactos con el ministro Julio De Vido, y con el secretario de la presidencia Carlos Zannini. Ahora está tratando de atraer a su campo a algunos dirigentes porteños que responden a Kirchner pero aterrados por el avance de la inundación ibarrista cuyas aguas, entienden, arrastrarán a Filmus. Telerman juega fuerte y no reconoce límites. Durante la audiencia de la primera semana de marzo ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el delegado oficial Horacio Méndez Carreras informó que el Estado Nacional no pudo cumplir con el compromiso asumido ante las víctimas del atentado a la AMIA, de sancionar un régimen de prevención y de respuesta ante catástrofes y emergencias, porque el jefe porteño había viajado a Israel. Ésa fue una benévola descripción para un episodio sórdido. El proyecto había sido elaborado por el ministro del Interior, Aníbal Fernández, a satisfacción de las organizaciones denunciantes. Sólo faltaba la firma del convenio con la Ciudad, con lo que entraría en vigor. Pero, según fuentes oficiales, Telerman puso como condición una conferencia de prensa conjunta con el presidente y como le fue rehusada se negó a firmar. El jefe de gobierno desdeñó esa versión como “un delirio”.

Ninguno de ellos tendría perdón si la consecuencia de tantas mezquindades y torpezas fuera la instalación de Macri en la vidriera porteña.

Compartir: 

Twitter

Imagen: Télam
SUBNOTAS
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.