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“¿Cómo no sentirme dolido si un sacerdote fue cómplice de torturas?”

Por primera vez, el obispo de Viedma, Miguel Hesayne, da su opinión sobre el juicio oral que se le sigue a Von Wernich. Además, analiza la actuación de la Iglesia en los años de plomo.

 Por Elio Brat
desde Neuquén

Si bien desde hace un tiempo se apuró en subrayar que no conoce personalmente a quien fuera capellán de la policía bonaerense en los años de Ramón Camps, el sacerdote Cristian von Wernich, el obispo emérito de Viedma, Miguel Hesayne, aceptó por primera vez dar públicamente su opinión acerca de lo que siente respecto del juicio que se está realizando en los tribunales de La Plata, el primero que juzga la actuación de un miembro de la Iglesia Católica durante la dictadura. A más de treinta años de sucedidos aquellos hechos que ahora se vuelven a ventilar, monseñor Hesayne admite tener “un profundo dolor de Iglesia ante la probabilidad muy firme, según los testimonios que sigo por la prensa, de que un sacerdote celebrante del misterio eucarístico fuera colaborador de criminales responsables de crueldades y tantas muertes”.

–¿Cómo está viviendo, desde su posición actual en la Iglesia, el juicio a Von Wernich?

–Con mucha preocupación y mucho dolor de Iglesia. Preocupación que no se caiga en condena barata y menos en sentimientos de venganza. El juicio al peor de los reos siempre ha de ser buscando la Justicia en la verdad hecha en el amor al prójimo. El acusado siempre es persona humana y como tal hay que tratarlo. No hay justicia sin amor. No hay amor sin justicia. La dignidad de la persona humana es inalienable aun en el caso que se la haya respetado obrando indignamente. Y el pivote central de una sociedad ordenada es el respeto de la dignidad de cada persona como un absoluto.

–¿Por qué habla de un “dolor de Iglesia”?

–Lo vivo con mucho dolor de Iglesia como cuando descubrí, en el tiempo de la dictadura, que católicos que comulgaban cometían el horrendo pecado de torturar a otros y otras. Siento la misma indignación que sentí ante ese pecado, ante lo cual hice todo lo posible para que cayeran en la cuenta de la inviolabilidad de la persona humana y por su dignidad de ser humano. Para la fe cristiana eso es un pecado rayano en el sacrilegio, es decir la profanación de lo sagrado, porque cada bautizado en el templo vivo de Dios es más sagrado que los templos materiales. Entonces, ¿cómo no sentirme sumamente dolido si en este juicio se descubre que un calificado miembro de la Iglesia, como es el sacerdote católico (por Von Wernich), ha sido cómplice del crimen de torturas u otros tormentos?

–¿Usted cree que junto a las acusaciones que pesan sobre Von Wernich se juzga también a toda la Iglesia en el proceso que se lleva adelante en los tribunales de La Plata?

–De ningún modo debería ser así. Porque la Iglesia es el pueblo de Dios en primerísima acepción. Y si en la pregunta por el término “Iglesia” se está refiriendo al Episcopado, por un falso reduccionismo, le contesto que tampoco. Si el sacerdote ha cometido tamaño pecado, ha sido bajo su absoluta responsabilidad personal.

–¿Qué piensa hoy de la actitud que tuvo la Iglesia durante la dictadura?

–Lo que pienso acerca de lo sucedido en los años de la dictadura es que se obraba con manual en mano, animado por la ideología de la seguridad nacional, cuyo eje dinámico era y es “el fin justifica los medios”, y cuyo absoluto es el Estado. Un totalitarismo latinoamericano cuyo origen hay que buscarlo en imperialismos actuales. En esos tiempos, la Iglesia pueblo de Dios padeció persecución, y el Episcopado también, de diversas formas. El caso del padre (Enrique) Angelelli es emblemático.

–¿Haría alguna autocrítica acerca de lo que hizo o dejó de hacer como obispo en esos años de la represión?

–Una y otra vez me he hecho esa pregunta... Pero no puedo juzgarme en actuación pasada con conocimientos de la trama delictuosa tan bien armada que tenemos actualmente. Esto mismo hay que pensar del Episcopado en general y su actuación en esos años.

–Si bien usted ha dicho que no ha conocido a Von Wernich ni su accionar directo en esos años, ¿puede decirnos de otros casos donde sí haya conocido a gente ligada a la Iglesia que también haya estado pegada a actividades represivas?

–Vuelvo a decir que no conozco al sacerdote (Von Wernich) y su actuación ministerial. Por los medios sé que está acusado de ser violador de los más elementales derechos humanos, pero reitero que no tengo elementos de juicio mínimos para ser veraz en este caso. Pero pienso que los que conozcan su actuación tienen la grave obligación de cumplir con el testimonio fehaciente a favor o en contra del acusado. En otros casos, teniendo conocimiento personal, no dudé en ser testigo en el juicio oral por el cual la Cámara Federal juzgó a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, en agosto de 1985.

–Retrotrayéndolo a los años de la dictadura y los debates que se dieron a nivel de la Conferencia Episcopal en San Miguel, ¿qué era lo que más se discutía en esa época?

–Pienso que esta pregunta toca el “secreto profesional”. Además, no hablo de ausentes y sobre todo de quienes han pasado a la eternidad.

–Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario del asesinato del padre Angelelli, en La Rioja. ¿Qué opinión le merece el hecho de que nunca la Iglesia argentina se haya arrepentido por no haber salido a defender a un obispo amenazado, como era Angelelli en aquellos años, y que luego aceptara la versión de que lo sucedido ese 4 de agosto de 1976 fue un “accidente” y no un homicidio?

–No es exacto que nunca la Iglesia haya dicho nada sobre lo que sucedió con Angelelli. Hay desde hace más de año actuaciones del mismo Episcopado para develar el hecho.

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El obispo emérito de Viedma, Miguel Hesayne, dice sentir “dolor de Iglesia”.
 
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