EL PAíS › OPINION

La larga marcha hacia la Reforma

 Por Mempo Giardinelli

La semana pasada, diferentes personas, partidos, movimientos y sectores, partiendo de diagnósticos más o menos parecidos acerca de la desastrosa situación de nuestro país, iniciaron un novedoso proceso político cuyo objetivo último es una reforma constitucional que exprese el verdadero deseo de cambio de la ciudadanía. Se trata, ante todo, de no convalidar la trampa electoral que viene planteando el contubernio gobernante. O sea, deslegitimar el proceso electoral trucho que el Gobierno ha lanzado como una especie de hueso sin carne para que cierta perrada se pelee a dentelladas feroces, como estamos viendo.
Los sectores y personalidades que coincidieron la semana pasada –que volverán a reunirse esta semana y marcharán el viernes 30 por todo el país– tienen claro que debe distinguirse entre lo urgente y lo importante. A lo primero se responde con las consignas y planes que ya fueron plebiscitados con más de tres millones de votos, cuando la consulta del Frenapo en diciembre pasado. Al hambre se responde dando pan; al desempleo, con trabajo; a la entrega del país, recuperando la dignidad. Hay planes desarrollados, las posibilidades están dadas, hay gente capacitada y sobra decisión política para realizar todo eso. En otras palabras: el cambio en la Argentina es perfectamente posible y por eso marchamos y confluimos.
Pero, para que se pueda realizar ese cambio, hay que ver no sólo los árboles sino también el bosque en su conjunto. Y eso es lo más importante, porque estamos asistiendo a los días finales de un sistema corrupto y mafioso que nos llevó a la ruina y todavía gobierna (en nuestro nombre, pero en contra de nuestros intereses), y encima pretende reacomodarse y por si fuera poco relegitimarse por vía electoral.
Entonces, frente a esa artimaña la salida tiene un solo nombre, que es el que algunos sectores venimos proponiendo desde hace varios meses: una Reforma Constitucional realizada por los verdaderos representantes que la sociedad desee y elija, pero no con el actual sistema electoral.Por supuesto, para hacer una Reforma como ésta primero debe realizarse un referéndum vinculante que exprese la necesidad y voluntad de llamar a una Convención Constituyente, consulta que también deberá realizarse con un nuevo sistema electoral y además –proponemos algunos– con la fiscalización de organismos y personalidades del mundo entero. De lo contrario, el contubernio impulsará una reforma a su medida, o sea otro Pacto de Olivos a puertas cerradas entre los mismos de siempre.
La Reforma es necesaria y urgente porque los cambios deben tener rango constitucional para encauzar a la Argentina en los rumbos que el pueblo argentino viene reclamando: respeto a la ley, democracia participativa con control ciudadano y no violencia en la resolución de los conflictos. Esto es lo que desde el Manifiesto Argentino venimos impulsando desde hace meses: una revolución democrática y constitucional, capaz de llevar a cabo las muchas reformas concretas que hemos propuesto y ofrecido a la Nación.
Por supuesto que será una larga y difícil marcha la que conducirá a que finalmente “se vayan todos”, expresión simbólica de un deseo de cambio verdadero y profundo que se gestó y vive en el espíritu de la sociedad. Y por supuesto que seguiremos enfrentando argumentaciones engañosas, como el ridículo intento del Gobierno de que la sociedad discuta quién debe irse primero. O como las erróneas y nada inocentes interpretaciones acerca de la abstención electoral. Acerca de lo cual cabe aclarar que en la mencionada reunión de la semana pasada nadie habló de abstención ni de voto en blanco ni de voto bronca.
No es ésta la cuestión que desvela a los que fundamos este espacio de participación, resistencia y lucha democrática. Lo que tenemos claro es que debemos enfrentar la trampa electoral que han convocado Duhalde y el contubernio para noviembre y marzo. Ante esto, no se ha hecho ningúnpronunciamiento ni es necesario hacerlo. Es obvio que algunos piensan que si se llegara a esas elecciones convendría abstenerse, otros opinan que habría que impulsar el no-voto activo o el voto-bronca, y hay otros que sostienen que habrá que votar en blanco. Lo cierto es que por el momento todos coincidimos en esperar la evolución de los acontecimientos y lo que sí tenemos claro es que no vamos a convalidar estas elecciones tramposas. Estas, las que el Gobierno convocó y es obvio que no puede ni manejar.
Cada vez es más evidente que el sistema se cae, y aun cuando se llegara a esas elecciones, el nuevo presidente (sea Rodríguez Saá, Menem o cualquier otro) resultaría “elegido” por un ínfimo porcentaje de la población. Y como además todos estos sujetos han mentido siempre –y seguirán mintiendo–, ese supuesto mandato parido en la debilidad mostrará que el poder en la Argentina sigue minado en sus bases y así continuará mientras no se cambie de raíz el miserable modelo de exclusión social vigente. Si ese presidente resultase elegido por, supongamos, apenas el 20 por supuesto del electorado, su gobierno será insostenible y la sociedad, todos nosotros, seguiremos exigiendo que se vayan todos.
Cambiar la República y sanear la política es una larga marcha. Nada se definirá en la próxima elección, con esta convocatoria y con estos tipos. Por eso es importante, y también urgente, la Reforma Constitucional.

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