EL PAíS

Una traba que cae

Rosendo Fraga *

El triunfo de Lula implica una ruptura del modelo analítico entre política y economía en América latina de los años noventa, de acuerdo al cual terminaba ganando la elección el candidato más “racional” para la economía, dado que la gente al momento de votar prefería no arriesgar y optaba por la estabilidad. Las tres derrotas sucesivas de Lula y en especial las dos victorias de Cardoso reflejaban esta teoría, lo mismo que la reelección de Menem en 1995 o la de Fujimori. Las izquierdas, al momento de votar, eran vistas como inexpertas para el gobierno y esto generaba un voto conservador, que privilegiaba no tomar riesgos.
Quizá Chávez fue la excepción, pero todavía la última elección presidencial uruguaya mostró el temor a los gobiernos de izquierda con el triunfo de Batlle, mientras que el único presidente socialista que había llegado al poder en la región, que era Ricardo Lagos en Chile, lo hacía en el marco de una coalición con sectores de centro y con un programa económico que no alteraba las bases de la política económica chilena, que proviene del régimen militar, y manteniendo el objetivo de alcanzar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. Lula rompe este modelo, ya que desde junio es claro que un gobierno del candidato del PT genera incertidumbre económica y que tendrá más dificultades que Cardoso para obtener la “confianza” de mercados e inversores.
La transición hubiera sido mucho menos tensa en materia económica si el ganador fuera el candidato oficialista, ya que cuando éste creció en los sondeos se produjo una baja inmediata del riesgo país. Pero los votantes brasileños prefirieron arriesgar la estabilidad económica con tal de producir un cambio político y social. Dado que Brasil es la mitad de América del Sur en términos de PBI, territorio y población, el impacto regional del triunfo de Lula es muy importante. Ideológicamente, implica un giro hacia el populismo, por lo menos con relación a Cardoso y más allá de las señales de pragmatismo y moderación.
Las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Ecuador (octubre), la Argentina (marzo) y en Paraguay (abril) sentirán el efecto Lula en cuanto a las tendencias electorales. El triunfo del PT en Brasil no implica que vayan a ganar en estos países los candidatos populistas o de izquierda, sino que ahora “pueden” llegar a ganar, lo que era impensable en la década pasada. Para la región, implica una mayor distancia respecto a los Estados Unidos que la registrada en los años noventa, sin que ello signifique que el nuevo gobierno brasileño inicie una política de confrontación con Washington ni mucho menos. En el caso concreto de la Argentina puede ser electo algún candidato que genere incertidumbre económica, como pueden ser Carrió o Rodríguez Saá.
Lula tendrá que mostrar que frente a la deuda externa tendrá la eficacia para manejar la cuestión que no tuvo en la Argentina el gobierno de la Alianza, que también heredó una deuda importante y que terminó en défault. Desde esta perspectiva, tendrá que lograr un delicado equilibrio manteniendo la prioridad del Mercosur pero marcando las diferencias con la Argentina, para evitar el efecto “contagio” en la percepción de los mercados, que están muy sensibilizados frente al cambio político que tiene lugar en Brasil. En conclusión, el triunfo de Lula muestra que se ha roto la relación entre racionalidad económica y voto popular en la región.
* Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.

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