EL PAíS › LA CARRERA DEL GOBERNADOR REELECTO

El amianto como estilo político

 Por Mónica Gutiérrez

Acostumbrado a pelear desde el llano y en desventaja, José Manuel de la Sota vivió esta campaña de un modo particular. Es la primera vez pelea una elección desde el poder y no escatimó el uso de los recursos que el poder le ponía al alcance, en materia de difusión de gestión y de repercusión mediática. Hasta se había ganado el mote de perdedor, después de resignar dos veces en manos del radicalismo la gobernación de Córdoba. Pero .el gallego., como le dicen sus compañeros de militancia, ha demostrado perseverancia aún cuando los resultados le fueron adversos. Los que lo conocen dicen que recuerda esa paciencia a la hora de hablar de su sueño presidencial y él mismo lo dejó entrever anoche, en medio de los festejos en la Casa de Gobierno: .no era nuestro momento., dijo cuando le consultaron sobre su fallido intento. Su gestión en la gobernación está poblada de luces y sombras, aunque la estrategia publicitaria haya ganado, convirtiéndolas en fuegos de artificio.
De la Sota se inició en la política en 1974, como secretario de Gobierno de la Municipalidad de Córdoba, aunque ya había demostrado dotes de liderazgo en la militancia estudiantil. En su curriculum figura la candidatura a intendente de Córdoba (1983); fue diputado nacional (1985-1989); constituyente en Córdoba por el Partido Demócrata Cristiano (1986); candidato a gobernador en 1987 y en 1991; embajador en Brasil (1991-1992) y senador nacional por Córdoba (19951998). Pocos se acuerdan de que fue candidato a vicepresidente de la Nación de la fórmula que lideraba Antonio Cafiero en 1988, y que perdió ante Menem-Duhalde. De la Sota ocupó casi todos los cargos partidarios en el justicialismo y llegó a ser gobernador de Córdoba tras derrotar a quien entonces era el mandatario, el radical Ramón Mestre, el 20 de diciembre de 1998. La rebaja de impuestos en un 30 por ciento, que más tarde concretó, fue el caballito de batalla de su campaña por entonces, menos profusa publicitariamente que la que desplegó en el intento por la reelección, los últimos meses. Su matrimonio político con Olga Riutort, ex secretaria General de la Gobernación, le trajo algunos dolores de cabeza en la gestión, cuando la funcionaria fue blanco de ataques y de investigación por algunos supuestos hechos de corrupción, como su secreto viaje a Chile con 50 millones de bonos provinciales en una valija, cuando ningún cordobés había oído hablar de bonos todavía.
En su gestión no logró concretar su afán privatizador, ni de la Empresa Provincial de Energía (EPEC) ni del Banco de Córdoba. En cuanto a la primera, la férrea oposición del sindicato de Luz y Fuerza y el desacuerdo de los cordobeses revelado en las encuestas, logró hacer desistir al gobierno, que, ante la crisis nacional, tampoco consiguió ofertas razonables para la venta de la empresa estatal. Sí consiguió reducir a la mitad el parlamento, transformando en unicameral la Legislatura, con 70 representantes, después de que la ciudadanía respaldara este proyecto en un referéndum popular.
El caso Bodega (el legislador que habría cobrado una coima para votar las privatizaciones), las causas que involucraron a su ex fiscal de Estado Domingo Carbonetti y el crecimiento desmedido de la deuda pública que le endilgan sus opositores han sido los principales puntos oscuros en la gestión de estos cuatro años. Sus detractores tampoco olvidan la clausura que hizo del Consejo de la Magistratura que el mismo propició ni la expulsión del fiscal Anticorrupción, Luis Juez, cuando éste avanzó con investigaciones que comprometían a funcionarios de su gestión.
El tallado en oro del bastón de mando, una costumbre anacrónica que recuperó cuando asumió en 1999, fue el primer símbolo de lo que le significaba el poder. La sonrisa eterna y ancha y la indiferencia ante lasdenuncias son sus caballitos de batalla ante cualquier conflicto, apoyado siempre en estrategias mediáticas costosas y estudiadas, que bien supo llevar adelante su gurú, Duda Mendonca. La proyección nacional siempre lo desveló. Por eso cualquier argentino, en el norte o en la capital, pudo ver las escuelas que De la Sota inauguraba o las casas que entregaba. El año pasado intentó ser candidato presidencial, pero se bajó argumentando “falta de reglas claras” en la interna del PJ. El verdadero motivo había sido que, pese a un primer apoyo de Eduardo Duhalde, las encuestas nunca le fueron favorables.

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