EL PAíS › DE PITTSBURGH A ISLA MARGARITA, ACUERDOS Y DESACUERDOS CON BRASIL

Buena relación, con sus bemoles

Para la presidenta Cristina Fernández fue un viaje agotador que comenzó en Nueva York, en la ONU, siguió con el G-20 y culminó con la reunión de mandatarios sudamericanos y africanos. En todos los escenarios se interactuó con Brasil.

 Por Martín Piqué

Desde Isla Margarita

En la noche del sábado, cuando los fotógrafos ya habían registrado la foto de los presidentes en los jardines del Hotel Hilton sobre el mar Caribe, Cristina Fernández se preparó para un regreso anticipado a Buenos Aires. El trajín de una gira que había comenzado en Nueva York, continuado en Pittsburgh y terminado en esta isla venezolana, se le notaba en el rostro. El cansancio era visible en todos los miembros de la delegación oficial. “Estamos muy bien”, evaluó en un contacto con la prensa. Entonces explicó que para la comitiva argentina había sido un logro importante que la asociación entre América del Sur y Africa (ASA) hubiera conformado una secretaría –a cargo de Venezuela– y una mesa ejecutiva integrada por ocho presidentes. Por pedido de la propia CFK, la Argentina formará parte de esa mesa junto con Brasil –coordinador por Sudamérica–, Ecuador, Nigeria, Libia, Cabo Verde, Sudáfrica y Angola. “Es muy interesante porque se han conformado instancias de organización que antes no había”, aseguró la mandataria. La creación de una mesa de ocho miembros había despertado críticas por parte de Luiz Inácio Lula da Silva, quien hubiera preferido un órgano con menos miembros.

El otro punto que entusiasmó a la delegación oficial fue la firma del convenio constitutivo del Banco del Sur (ver aparte). El canciller Jorge Taiana también se ocupó de impulsar entre los países participantes de la cumbre la firma de una declaración en respaldo a la soberanía argentina en las islas Malvinas. Antes de partir hacia Buenos Aires, CFK informó que esa declaración había sido firmada por todas las delegaciones. Pero no fue ése el único texto que circuló entre los presidentes. Ayer al mediodía, el anfitrión Hugo Chávez propuso suscribir una declaración oficial de la cumbre dirigida al presidente estadounidense, Barack Obama, para reclamarle que Washington levante el bloqueo a Cuba y las leyes que traban el comercio con La Habana. La declaración fue votada favorablemente. La práctica de aprovechar un foro tan numeroso como el de ASA –en Margarita participaron 65 países– para tratar de convencer a las naciones presentes en torno de una demanda de mucho interés para un Estado en particular es tan conocida como la diplomacia.

Esa vieja costumbre de las cumbres tuvo su mejor exponente en el brasileño Lula. Como coordinador de ASA por Sudamérica, reconocido por los países africanos como el mandatario latinoamericano que más empeño ha puesto en el acercamiento a Africa, Lula aprovechó el foro para pedir a los participantes que apoyen la candidatura de Brasil para organizar los Juegos Olímpicos en el año 2016. Su pedido causó un efecto inmediato sobre algunas delegaciones. Lula también se valió de la convocatoria para proponer que se organice una reunión presidencial de los países amazónicos para discutir sobre contaminación, recursos naturales y la amenaza que Brasil cree percibir para su soberanía sobre los millones de kilómetros cuadrados de selva que rodean a la cuenca del Amazonas. Brasil tampoco desaprovechó la ocasión para hacer valer su liderazgo regional en la definición de la arquitectura organizativa de la asociación América del Sur-Africa.

Desde la primera cumbre de ASA, la organización de este tipo de encuentros estaba a cargo de cuatro actores principales: los países coordinadores por cada continente (Brasil y Nigeria) y los países a cargo de bloques regionales, como la Unasur y la Unión Africana. El sábado, Chávez propuso crear una secretaría general y una mesa ejecutiva de nivel presidencial. Lula no demoró en expresar su desacuerdo. Dijo que la incorporación de tantos países complicaría el funcionamiento de ASA, que sería difícil reunir a tantos presidentes a largo del año. Al final, se impuso la propuesta de Chávez. Algo parecido había ocurrido durante la reunión del G-20 en Pittsburgh, Estados Unidos. En un momento de las negociaciones, algunos países que integran el selecto club impulsaron una reducción del bloque de 20 a 14 miembros. “Francia y Brasil estuvieron entre los países que querían reducir el G-20. Nosotros nos opusimos. Esa propuesta hubiera dejado afuera a Australia y Sudáfrica”, contó a Página/12 uno de los miembros de la comitiva argentina que formó parte de la gira por Nueva York-Pittsburgh-isla Margarita.

La relación diplomática entre Brasil y la Argentina tiene esas oscilaciones. Es indiscutible que en líneas generales, en las cuestiones estratégicas, la Argentina reconoce el peso regional de Brasil y su progresivo ascenso en el tablero mundial: lo prueban el apoyo militante al Consejo de Defensa Sudamericano, la adopción de la norma japonesa de televisión digital, el respaldo sin vacilaciones a la decisión de Brasil de acoger en su embajada de Tegucigalpa al presidente derrocado en Honduras, Manuel Zelaya. Pero la Argentina también elige el momento de mostrar sus desacuerdos con Brasilia, de diferenciarse cuando sus intereses lo exigen: sucedió en el G-20, volvió a pasar en la cumbre con los países africanos.

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Cristina, Evo y Lula, con los mandatarios africanos, entre ellos Muammar Khadafi.
Imagen: Télam
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