EL PAíS › PEDRO ZEROLO, DIRIGENTE DEL MOVIMIENTO GAY-LéSBICO ESPAñOL

“La familia no se ha roto”

Fue el artífice de la campaña que culminó en España con la aprobación del matrimonio igualitario en 2005. Aquí explica las similitudes de aquel debate político con el que tiene lugar ahora en la Argentina. Y advierte sobre la derecha y su doble moral.

 Por Soledad Vallejos

Cuando Pedro Zerolo analiza lo que ha sucedido los últimos días en la Argentina, es optimista. Venezolano radicado en España, como activista de la diversidad, dirigente del PSOE y ex presidente de la Federación española LGBT, vivió de cerca el proceso político que, en 2005, llevó a la sanción de una ley de matrimonio igualitario en España. Poco después se casó con Jesús Santos, y vio casar a compañeras y compañeros de militancia, pero también a miembros de la derecha, cuya representación política más acendrada, el Partido Popular, había combatido la ampliación del matrimonio civil. Lo que sucedió hace cinco años en España se replica, casi de manera idéntica, en la Argentina: sectores integristas infiltrados en instituciones del Estado trabajaron codo a codo con la jerarquía más reaccionaria de sectores religiosos; hubo marchas glorificando a la familia heterosexual como única posible y legítima; desinformación de la mano de discursos con supuestos informes científicos que vinculaban males bíblicos con las minorías sexuales; resistencia a aceptar familias diversas; intentos de negar la adopción conjunta. Es así el mundo de la doble moral, dice Zerolo: “El pueblo lucha por la igualdad, la derecha se opone, apelando a todo tipo de razonamientos morales y éticos, y luego ponen de manifiesto su doble moral, su hipocresía y su cinismo. Ellos votan en contra, recurren todas y cada una de las leyes, pero nosotros las aprobamos y ellos las usan”. Lo que recuerda no es casual: a poco de la aprobación de la ley, uno de los dirigentes del PP se casó con su compañero, en ceremonia oficiada por otro integrante del partido que, por entonces, era alcalde de Madrid.

–¿Quiénes habían sido los opositores a la ley en España?

–Cuando la derecha salió a la calle en unión con los obispos más integristas de la jerarquía de la Iglesia Católica, equiparables a este sector que se está viendo de los ultras argentinos, no salieron sólo a manifestar en contra del matrimonio. Que tenga bien en cuenta el pueblo argentino que los que se oponen al matrimonio igualitario, en España y todos los países, se oponen también a todo: al divorcio, a la investigación con células madres, a la ley de reproducción asistida, a las campañas de prevención de VIH, a las de prevención del embarazo no deseado, a la laicidad del Estado... Si fuera por ellos, no hubiéramos avanzado nunca en nada. El legislador tiene que tener en cuenta eso, porque representa la voluntad popular. El que no se aprobara el matrimonio implicaría un retroceso, una involución de imprevisibles consecuencias, porque en el mejor de los casos los partidos o las formaciones políticas progresistas gobiernan, pero todavía los sectores más reaccionarios son los que tienen el poder, la ultraderecha política, la empresarial, la mediática, la religiosa, tienen muchísimo poder. Y no se van a quedar conformes.

–En España, poco antes de la sanción de la ley, el fundamentalismo conservador organizó manifestaciones con mucha presencia en las calles para oponerse. ¿Cómo revirtieron el desaliento de encontrar eso, y los discursos que animaban a negar la igualdad?

–Con valentía de quienes legislaban. En la valentía está el secreto de la libertad y la igualdad. En España, el reconocimiento del matrimonio supuso un avance social.

–¿Cuál es el balance a cinco años de aprobación de la ley?

–Es magnífico. En cinco años se han celebrado más de 20 mil bodas, lo que quiere decir que más de 40 mil familias españolas han visto cómo sus hijos e hijas se han casado. Desde entonces, cinco lugares más en el mundo tienen matrimonio entre personas del mismo sexo, y aun así la derecha sigue trabajando en contra. Aquí han pasado cinco años, y no se ha roto España, ni la familia, pero ellos siguen erre que erre en intentar bloquear la evolución social, en intentar evitar la profundización de las libertades, como siempre. Por eso insisto en que la Argentina está frente a una ocasión histórica. De haber sido por la derecha, viviríamos en una España completamente diferente a la que ha querido la inmensa mayoría. El problema es que tienen mucho poder. Siempre se van a oponer a los avances sociales. Pero el problema no es la homosexualidad sino la homofobia, no son las mujeres sino el machismo, no la existencia de distintas razas sino el racismo. Y hay quienes se nutren políticamente de agitar las más bajas pasiones del ser humano, eso es peligrosísimo, porque genera tensión social.

–¿Se puede conjurar esa tensión?

–Sí, para eso hay que convencer. Los activistas allí, la Federación Argentina LGBT, han hecho el trabajo más importante, que es ayudar al cambio de la mentalidad social. Ahora, según las encuestas, existe en la Argentina una mayoría social que apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo, una mayoría política también favorable. Sólo hace falta una mayoría parlamentaria para que sea una realidad.

–En España, los detractores de la ley también se resistían a que las parejas de personas del mismo sexo pudieran tener la misma institución con el mismo nombre.

–Aquí, en medio del debate, se intentó patrimonializar el nombre, la bandera, el himno, las instituciones, pero esas cosas son de todos y todas. Se agitó un patriotismo de hojalata. Históricamente, el matrimonio había estado vetado a todas las realidades discriminadas en el mundo, y han estado vetadas por los de siempre: los esclavos no podían casarse porque no eran libres; los negros no podía casarse con los blancos por ser negros; los comediantes, hace siglos en España, no podían casarse por no ser serios; las mujeres no se han podido casar en libertad e igualdad hasta antes de ayer, porque el matrimonio era una cárcel para las mujeres, era una institución patriarcal y machista que las sometía, hasta que, gracias a las feministas, se convirtió en un contrato entre iguales. Los homosexuales tampoco lo habíamos podido hacer hasta esta ley. Y que conste que hablo del matrimonio civil. Luego, cada cual puede contraer los votos religiosos que quiera, pero el matrimonio es una institución civil y por tanto tiene que ser contraído entre iguales, con iguales derechos, con iguales obligaciones y sin que sea óbice que las personas sean del mismo o diferente sexo. Ya ha pasado y ningún país se ha roto ni se ha hundido. Al revés: esos pueblos con leyes de matrimonio inclusivo se han sentido orgullosos de sus legisladores y gobernantes.

–¿Qué pasó, en el contexto europeo, desde que la ley entró en vigencia?

–España se ha convertido en un referente en la Unión Europea. El apostar por la diversidad es apostar por el futuro. El reconocimiento de esa diversidad procura siempre avance social, efervescencia cultural y prosperidad económica. Para nosotros, en Europa, el referente siempre había sido Holanda, que lo que vendió siempre fue diversidad. Es que los países no están sólo para exportar dulce de leche sino también para exportar modelos de sociedad e ideas. Además, tarde o temprano todos los países del mundo tendrán matrimonios civiles entre personas del mismo sexo. Pasó lo mismo con el movimiento antiesclavista, el movimiento racial, el movimiento feminista, y pasa ahora con el movimiento LGBT. Leyes como éstas no afectan sólo a las personas homosexuales, que nadie se equivoque: afectan a miles y miles. No somos orientaciones sexuales que vagamos por el espacio: somos hijos, hermanos, amigos, compañeros de trabajo. Somos una realidad.

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Dirigente del socialismo español, Pedro Zerolo es también figura central de la comunidad gay-lésbica.
Imagen: Arnaldo Pampillón
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