EL PAíS › OPINION

Horror al vacío

 Por Diego Schurman

Se ofrece en dos packaging. El más lacerante “Duhalde se cae” o el interesado “¿Duhalde se cae?”. Con una u otra presentación, el mundillo político comenzó a acuñar una frase que inquieta al Gobierno.
A Eduardo Duhalde le preocupa el descontento social. Si no, Eduardo Amadeo no hubiese apelado ayer a la palabra “represión”, contradiciendo la idea de “no criminalizar la protesta” que pregonó en toda su gestión el secretario de Seguridad, Juan José Alvarez. Pero lo que más teme el Presidente es el aislamiento político ya no de un entramado opositor sino del propio justicialismo.
En la Casa Rosada saben que en la caída de Adolfo Rodríguez Saá el ruido de las cacerolas fue insignificante al lado del vacío ejercido por los gobernadores del PJ.
En el crepúsculo del 2002, la crisis logró encolumnar al partido detrás de Duhalde, con la excepción de algunos “rebeldes” que gradualmente se rindieron al silencio. Mes y medio después, la impaciencia desnudó voces disonantes.
Néstor Kirchner y José Manuel de la Sota comenzaron a despuntar, por izquierda y derecha, como los oponentes internos menos comedidos. Al primero ni siquiera lo tiene de su lado en la pulseada con las petroleras. Del segundo directamente no porfía. Recuerda que en un viaje a Estados Unidos, todos le preguntaban por él. “Hay que tener cuidado, es el hombre del establishment”, dijo un ministro a este diario.
Los dos gobernadores se negaron a introducir por enésima vez cambios en la coparticipación. Los dos piden elecciones anticipadas. ¿Qué actitud adoptará el resto de los mandatarios? ¿Por qué razón aquellos que rechazaron un cargo en el Gobierno –obligando a Duhalde a nombrar más bonaerenses que lo deseado– ahora le rendirán pleitesías al FMI?
Ni hablar de Carlos Menem, quien ayer presuroso reclamó para este año o a más tardar al principio del próximo un cambio de gobierno –”el mío” dijo él, como miembro del peronismo– si la crisis seguía viento en popa, y paso seguido lanzó su candidatura, como si de caer “su” gobierno no cayera él también.
El “enemigo interno” de Duhalde se descubre en un corte transversal. Al club de dolarizadores se suman algunos integrantes de la propia Mesa de Diálogo oficial, quienes no auguran un futuro promisorio para ese emprendimiento.
Un botón sirve de muestra. En las reuniones de la CGT oficial, miembro vip de la concertación, los gremios de servicios (con los petroleros a la cabeza) hacen punta con las críticas. Se trata de dirigentes beneficiados en los años de oro del menemismo, fiesta privatizadora mediante. En este grupo, las críticas a Rodolfo Daer por haberse expresado públicamente a favor de Duhalde ya no son solapadas.
Los chisporroteos llegaron a la provincia de Buenos Aires. Felipe Solá se muerde la lengua, casi siempre, hasta que no aguanta. Entonces Duhalde lo llama. Se reúnen y arreglan las cuitas.
No fue desdén justamente lo que denotó cuando se supo que Patricia Bullrich, la mujer que imaginó para el área social de su gobierno, acercó su bote al de Ricardo López Murphy, a quien Carlos Ruckauf inquirió en persona para evacuar dudas conspirativas.
El canciller se fue convencido de que el radical no será parte de una asonada. Y, sin que se lo pidiesen, agregó una pastilla al relatar a Duhalde el encuentro: “Acordate que con Carrió tampoco pasa nada, no tiene el apoyo de Estados Unidos”.
Al fin, la dirigente del ARI aparece más aliada que obstáculo. Al menos para avanzar en la renovación de la Corte Suprema. En cambio, en el Congreso los peronistas corcovean en cada punto de la agenda, incluso a la hora de aprobar el Presupuesto que envió el Ejecutivo.
–Nos tenemos que apurar a sacar a los jueces de la Corte antes que Duhalde se caiga –dijo temeroso un legislador y lugarteniente del Presidente, demostrando otra vez que el tema los desvela. Anoche Duhalde reunió a un grupo de dirigentes para intentar cauterizar el tejido de alianzas lastimado en las últimas semanas. Y pidió continuar los encuentros. A los radicales, con Raúl Alfonsín a la cabeza, no los tendrá que azuzar. Para todos, el tiempo es su gran aliado.
Para los de su partido, en cambio, desempolvará una frase que suele repetir por estos días el intendente de La Matanza, Alberto Balestrini: si cae Duhalde, cae el peronismo.
Para el Gobierno, de ese abismo –producto del “caos y la anarquía” según palabras del propio Presidente– no emergerá un líder popular si no una criatura radicalizada, de ideas de derecha y prácticas dictatoriales para imponer el orden perdido.
En ningún momento imaginan en su reemplazo gobiernos progresistas, o de izquierda. A pesar de los cacerolazos y las asambleas populares, creen que a la clase media la moviliza únicamente el corralito. “Convive por años con 14 millones de pobres y ni se mosquean. ¿Por qué lo haría si le devuelven al menos parte de su dinero?”.
Aun así, al encabezar las negociaciones para que el líder piquetero Luis D’Elía morigere la protesta de hoy, el Presidente demostró cierta preocupación por garantizar la paz social. Pero, y ya no lo esconden en la Casa Rosada, más que una plaza llena, el terror–pánico de Duhalde es el vacío de poder.

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