EL PAíS › DURO DISCURSO DEL OBISPO VILLALBA

Educar es lo primero

 Por Washington Uranga

El arzobispo católico de Tucumán, Luis Villalba, utilizó su alocución en el acto religioso de acción de gracias (Tédeum) celebrado en la ciudad de Tucumán y con la presencia del presidente Néstor Kirchner, para solicitar “atención prioritaria a la educación”, porque “si queremos progresar hace falta impulsar la educación” y porque “no hay nación grande si no tiene una buena educación para todos”. El obispo dijo también que “la grandeza de un país no pasa solamente por lo económico, sino por lo cultural y lo educacional que lo sustentan” y tras hacer su diagnóstico sobre la situación de la educación en el país sostuvo que “la mayor de las pobrezas es la falta de educación” y que nuestros niños “no sólo tienen hambre de pan, también tienen hambre de educación”.
Villalba es un obispo que se caracteriza por hacer diagnósticos severos, pero también muy fundamentados en sus alocuciones. El año anterior, en la misma oportunidad, el arzobispo tucumano advirtió sobre la desnutrición infantil que luego estalló como grave crisis en la provincia. Ahora, en oportunidad de la celebración del 187º aniversario de la Declaración de la Independencia, Villalba recordó que “si bien la ley federal de educación ordena que haya diez años de escolaridad obligatoria, son muchos los niños que no pueden alcanzar esta meta y eso se debe a que faltan aulas en los secundarios” y agregó datos estadísticos sobre la situación de la educación en el país, que revelan las carencias existentes.
El arzobispo aseguró que “no hay posibilidad de progreso político o de crecimiento económico sin un paralelo desarrollo social, que supone una educación con igualdad de oportunidades reales y efectivas para todos sus miembros”. Subrayó que “especialmente se debe cuidar y proteger la educación de los miembros más débiles o marginados” porque “la democracia, que exige una participación personal, consciente y comprometida, debe preocuparse por la creciente educación de sus ciudadanos, para que no sean muchedumbres gregarias, sino pueblo responsable”.
El obispo dijo también que “sin duda que la crisis que las instituciones padecen, y que da lugar al descontento de la ciudadanía, se debe a la inconducta moral de personas que actúan en las diversas estructuras del Estado y de la sociedad, en todos los niveles”. Agregó que “similares comportamientos, contrarios a las normas éticas, son luego aceptados por muchos para justificar la propia indiferencia o las injusticias que cometen en relación con la sociedad”. Y sostuvo que “de esta manera, nace una especie de modalidad colectiva de astucia, una inclinación perversa para vivir en la ilegalidad, que provoca desconfianza, desigualdades y heridas entre las personas y los grupos sociales”.

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