EL PAíS

Dolor (Viene de tapa.)

No es un logro menor, y no parece exagerado asegurar que es la base que soporta cualquier esperanza sobre el futuro de la democracia argentina.
También explica que, cada tanto, surjan diferencias en su interior. Eso es humano, además de muy argentino, y nadie se atrevería a calificarlo de defecto ya que forma parte de la vitalidad misma del movimiento. Pero a veces los caminos se chocan y los seres humanos, humanos al fin, no consiguen evitar que sus diferencias lleguen hasta un punto en que pueden afectar el espacio tan difícilmente conquistado.
Desde su nacimiento, este diario tuvo una sola bandera irrenunciable: la defensa de los derechos humanos. Por ello no sólo siempre jerarquizó la información sobre el tema, sino también otorgó un destacado lugar a todas las organizaciones para exponer sus posiciones y debates. Más allá de las preferencias de cada uno de los editores, también humanos, Página/12 siempre privilegió las políticas públicas de los organismos en lugar de sus pequeñas disputas internas. Una decisión destinada a no hipotecar la credibilidad y el prestigio del espacio compartido. Pero también siempre abrió sus páginas para que las discusiones que no pueden ser resueltas en privado encuentren un lugar amigo en el cual desarrollarse. Otorgar ese espacio no quiere decir compartir cada una de las posiciones expuestas ni alegrarse por la “primicia”. A veces, algunos editores sienten dolor por las noticias que publican.
En estos días surgió una polémica en torno de la Comisión Provincial de la Memoria, que conducían hasta esta semana la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, que acaba de renunciar, y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
La polémica gira sobre temas internos: cómo se administró la Comisión. Y también sobre posiciones políticas: qué actitud adoptar ante la situación de los derechos humanos en la provincia de Buenos Aires y sobre la política de seguridad del gobernador Felipe Solá.
La semana pasada, Página/12 informó sobre el tema y publicó los argumentos de Estela Carlo-
tto para renunciar a la Comisión, así como la respuesta de los miembros de ésta. En esta edición, Horacio Verbitsky escribe su visión del problema y la presidenta de Abuelas, invitada a ampliar la suya, prefirió no hacerlo por ahora. Que la discusión haya llegado al punto en que está transforma esta noticia en una de aquellas que provocan preocupación y dolor, seguramente compartidos por buena parte de los lectores.
Los organismos son un patrimonio social y por eso su responsabilidad, y la de sus dirigentes, es difícil de exagerar. Algunos de ellos, como la propia Estela Carlotto, aunque la lista no se agota en ella, ya se transformaron en símbolos universales. Página/12 también siente una responsabilidad especial en resguardo de ese capital.
Desde la preocupación, desde el dolor y desde la historia, este diario quiere dejar en claro que los dirigentes de derechos humanos tendrán aquí el espacio que necesiten. Pero también quiere resaltar que un patrimonio construido en décadas se puede dilapidar en días y que esto sería no sólo penoso sino criminal para el conjunto de la sociedad porque, como muestra el atraso de 20 años en la reforma de la policía, aún hay mucho por hacer.

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