EL PAíS

Sobre dirigentes y cabezas

 Por Mario Wainfeld

El ministro Alfonso Prat-Gay fantaseó con una inflación anual del 25 por ciento, máximo. El Presidente subió la apuesta bajando la tasa: veinte por ciento. Nada autoriza esos cálculos, que serían más aproximados si se ciñeran al primer semestre. Los números conturban al oficialismo y algunas tretas le juegan una mala pasada. Quiso valerse del índice de precios de San Luis para dibujar los aumentos de diciembre y la provincia autónoma llegó a una cifra record.

Las proyecciones oficiales se quedarían cortas aún si no fueran macanazos. Falta la poda de los subsidios que el ministro de Energía Juan José Aranguren anuncia inminente: será otro impulso hacia arriba.

Las primeras paritarias importantes en ese escenario serán las docentes, a nivel nacional y provinciales. La cuenta regresiva hasta el comienzo de las clases va más rápido que las tratativas.

Los bancarios patearon su paritaria hacia adelante, con un toque de distinción. Pactaron con la opulenta patronal (siempre ganadora) varias sumas fijas mensuales, que mejorarán más a los salarios bajos. El total servirá de piso para la convención colectiva en regla, que será después del verano.

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El Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Chubut desató un conflicto candente. Congregó en una asamblea a quince mil personas. La empresa Tecpetrol, de la multi-argentina Techint, amenazó levantar varios equipos de perforación poniendo en riesgo la fuente de trabajo de cinco mil laburantes. El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria sin que haya acuerdo a la vista.

Magnánimo, Aranguren propuso que “todos” cedieran un cachito: la empresa, la provincia petrolera y los trabajadores. El ex CEO de Shell tiene una sesgada noción de la justicia retributiva.

Los petroleros trabajan duro en condiciones exigentes. Sus sueldos son (con lógica y justicia) altos, comparados con los de otras ramas de actividad. Cuentan con un recurso reivindicativo esquivo a otros compañeros: un paro de actividades tiene un enorme impacto, cerrar el suministro de gas y petróleo es más potente que ocupar una plaza.

Es un conflicto específico, con una medida de fuerza latente. Excepción en el cuadro general, salvo en el sector público en el que las acciones son reactivas, una vez producidas las iniciativas del oficialismo (ver nota central y recuadro aparte).

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Dada la merma ya operada del salario real y las amenazas de Prat Gay, la combatividad de los gremios es muy baja. También lo sería si se la comparara con la que enfrentó al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

El Alto Valle de Río Negro es un ejemplo sugestivo. Productores de frutas las arrojaron a las rutas. La devaluación lejos estuvo de beneficiar a las “economías regionales” en su conjunto. A ellos no les llovió el maná. Es para otros tramos de la cadena de valor la llovida, como en la copla.

Las disputas intra sectoriales son un clásico, era un desenlace previsible, a contramano de la oratoria macrista. Las dificultades de los productores son preexistentes pero años atrás los trabajadores se sumaban a la protesta. Ahora se mantuvieron quietos. Es esperable la complacencia de Uatre, gremio del oficialista y patronalista Gerónimo Venegas. Pero hay otros sindicatos que, por ahora, permanecen a la espera.

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Tal vez gravite la hipótesis que es prematuro y perdedor enfrentar a un gobierno recién elegido. Seguramente influye también la falta de combatividad de la mayoría de la dirigencia sindical.

La fragmentación del movimiento obrero en cuatro centrales (o cuatro y pico, si contamos a la del gastronómico Luis Barrionuevo) era un rédito cortito, mezquino para el gobierno popular kirchnerista. A la larga, generaba trabas y complicaciones.

Para la administración macrista es una buena ventaja comparativa estratégica.

Los dirigentes más empinados de ambas CGT combinan declaraciones más o menos atinadas con un reunionismo ineficaz y hasta aburrido.

Las convenciones colectivas serán un desafío novedoso. Por primera vez desde 2003 los sindicatos tendrán enfrente a un gobierno que les quiere poner coto y un empresariado con renovadas ínfulas. Se subraya “enfrente”.

La magnitud de la pérdida de derechos y bienes de los compañeros debería servirles de acicate y despabilarlos.

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El tres veces presidente Juan Domingo Perón hablaba con frecuencia de “la columna vertebral” del movimiento que lideró. A veces aludía al movimiento obrero organizado, otras a la clase trabajadora. No son lo mismo, hay un orden conceptual que muchos jerarcas sindicales subestimaron tantas veces. La representatividad se pondrá a prueba, en un estadio histórico adverso.

Otro dicho proverbial del peronismo es aquel que pregona que se llega a la lucha “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. No es lo mismo, para nada. Por ahora se cuentan con los dedos de una mano los dirigentes que están a la altura. En el futuro cercano, habrá que ver.

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