EL PAíS

Polémico del primero al último día

JUAN JOSE PANNO.
Sería bueno no olvidar

Es un buen momento para ser agradecidos. No queda claro por qué el técnico de la Selección Argentina de Fútbol dejó su puesto. Pero mientras se hace la luz sobre este tema habrá que ir armando la lista de los méritos que acumuló durante su gestión, y que sería bueno no olvidar.
Es un buen momento para ser agradecido porque Marcelo Bielsa no se casó con nadie.
No transó con el poder de turno y con los periodistas lameculos del establishment.
Fue respetuoso de la esencia del fútbol argentino y del sentimiento del hincha.
Flexibilizó algunos rasgos de su personalidad, desde la sensación de postergación que dejó acerca de Riquelme y Saviola.
Plantó a sus equipos para que fueran protagonistas ante cualquiera y en cualquier circunstancia, independientemente de las tácticas elegidas con las que muchas veces desde estas páginas no estuvimos de acuerdo.
Impulsó un sano espíritu olímpico, tal vez como nunca lo hubiera hecho nadie.
Apostó siempre al juego.
Fue tan sobrio en el triunfo como digno en la derrota.
No descargó culpas en nadie a la hora de las malas.
Habló de los jugadores siempre en las buenas.
Defendió sus principios sin declamaciones extentorias.
Evitó cualquier acto de demagogia, tan usual en nuestro fútbol.
Se cerró demasiado para protegerse de ataques despiadados y ese fue, tal vez, el peor de sus pecados.
Supo que podía solo contra todos.
Posiblemente, no haya elegido el mejor momento para irse, pero en todo caso, sí es un buen momento para que se agradezca que, con Marcelo Bielsa, el fútbol argentino ganó más de lo que perdió. En todo sentido.


“TATO” PAVLOVSKY.
“En su lugar hago lo mismo”

Bielsa es un director técnico muy serio, que en las estadísticas debe ser uno de los más exitosos, pero su gran problema fue que no se correspondía con la subjetividad del hincha de fútbol argentino. Su imagen no se corresponde con la imagen que tenemos del fútbol. Quizá también pesó que se cansó de que le critiquen todo, que no tenía buena cara, que sea tan correcto, todo. El hincha se ve más cercano a Bianchi o Veira, que sí están en su imaginario. Hasta su forma de hablar, pausada, irritaba a muchos hinchas y periodistas. Si hubiera sido técnico de básquet se lo habrían perdonado, pero de fútbol no. En cuanto a resultados, salvo el Mundial, su trabajo fue estupendo. Trabajó de forma seria y demostró ser un hombre muy capaz. Pero en los bares la gente está feliz, se abrazan y dicen “por fin se fue”. Ahora siento pena, no por él porque seguro conseguirá trabajo cuando quiera, sino por el que viene, ya que se lo ve como al Mesías.
También demostró ser un hombre guapo, que se bancó situaciones muy difíciles, puso el pecho, pero seguramente tuvo un nivel de resentimiento acumulado impresionante. Me viene a la mente el ejemplo del boxeador, que lo noquean, se repone, gana seis peleas y después se retira. Esto es, aguantó la frustración y las críticas, se repuso y se retiró diciendo hasta acá llego, cumplí una etapa y me voy.
Ahora quizá vendrá Bianchi, que responde mejor al imaginario del fútbol argentino. También es un señor y muy mimado por la gente. Si hoy salimos a la calle para que voten, Bianchi gana por robo. Lo que debiera quedar como aprendizaje para todos es que tenemos un altísimo nivel de exigencia, que debiéramos ser más humildes con quienes están tan expuestos. Es una presión desmedida muy difícil soportar.
Como resumen, creo que cumplió una muy buena etapa, una gran etapa en la que recibió críticas muy duras. Yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.


NICOLAS CASULLO.
Desa(in) comodando

Marcelo Bielsa siempre fue un contrapelo a las lógicas, decires previsibles, cassetes y tipologías del fútbol (deporte, mercado, pasión y medios de comunicación), desde su puesto de director técnico de la selección mayor. Un atrayente despropósito de lenguaje, de argumentaciones y posturas. Una sola vez tuve oportunidad de hablar largamente con él en 1999, durante una larga sobremesa hasta las cuatro de la mañana y me sorprendió lo ásperamente claro que tenía lo que era en la Argentina la tarea informativa, la corporación periodística, el exitismo de la gente, el encabalgarse a las corrientes imperantes, los comentadores de pantalla, lo efímero de los momentos de gloria y de las cavernas del infierno. Curiosamente, ese día habló desde una lucidez extraña que por lo general yo no encontraba ni en el campo cultural, académico ni intelectual que frecuento en cuanto a la crítica al mundo dado, en cuanto a la envidiable “calidad de vida” que nos ofertamos los argentinos entre nosotros diariamente.
Desde esta misma perspectiva bielsista –que incluía una soberbia que sin embargo no hería las cosas genuinas del fútbol– siempre pensé que debió renunciar a su regreso del fracaso de Japón, pero su decisión fue otra, que recién comienzo a entender con su renuncia luego de la medalla dorada en Atenas. Su pérdida de energía ahora para afrontar el desafío de la tarea, creo que es la manera de seguirnos planteando que lo que importa en el fútbol, para Bielsa, es una bastante indecible conjunción que pasa por afuera de si juega o no con número 10 o línea de tres. Esto último queda sin duda totalmente incluido, pero sus posturas siempre implican un momento de crítica inusual a lo establecido: algo que nos desacomoda, que nos incomoda, que quiebra los juegos de palabras, la rutina pensante. Por encima o por debajo de sus admiradores y detractores, es como si el DT hubiese dado muy frecuentemente, y sobre todo al periodismo joven, lecciones. En una época donde esto último está tan desprestigiado y en desuso por el cinismo, el negocio, la demagogia, “el ganador”, hubo siempre en Bielsa como “una lección” nunca pedida reptando por debajo del enganche o el carrilero, que amigos y enemigos calladamente le reconocen.

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