EL PAíS › REPORTAJE A FREI BETTO, ASESOR DEL PRESIDENTE BRASILEÑO

“Ahora Lula intenta conquistar poder”

Antes del comienzo de la cumbre del hambre en Nueva York, el legendario cura de la teología de la liberación explicó a Página/12 por qué defiende al gobierno de Lula y habló de la Iglesia, de las metas económicas y hasta de los cultos evangélicos.

Por M. G.
Desde Nueva York

Brasil busca quedar en posición de ser el eje mundial del combate contra el hambre, y el Señor Hambre, en Brasil, es un sacerdote formado en la teología de la liberación que trabaja como asesor personal de Lula en el plan de Hambre Cero. Página/12 conversó con Frei Betto sobre la crisis social, pero Betto no eludió ningún tema.
–¿Lula es un ex izquierdista que se hizo conservador?
–Lula tiene dos virtudes que juntas le conducen por un buen camino. Es muy inteligente y muy realista. Siempre les digo a los sectores de izquierda, con los cuales tengo mucho contacto, cuando se ponen un poco angustiados porque no ven cambios inmediatos, que Lula ganó una elección y no hizo una revolución. Son dos cosas muy diferentes. Al ganar una elección hay que negociar cada paso que se da. Con el Congreso. Con el Poder Judicial. Es decir, con dos instancias que en Brasil son conservadoras. La otra cosa a tener en cuenta es que Lula llegó al gobierno. Ahora intenta conquistar poder.
–Ni siquiera el poder. Poder. Una parte.
–Sí, al menos una parte. En la historia reciente de América latina tenemos tres ejemplos de gente que llegó al gobierno y por un momento pensó que había llegado al poder. Joao Goulart en Brasil, en 1964. Salvador Allende en Chile, en 1970. Y el Frente Sandinista en Nicaragua. Lula está haciendo los cambios dentro de lo posible y no dentro de los deseable.
–¿Qué sería lo deseable?
–Reformas muy radicales que inmediatamente promoviesen el fin de la desigualdad económica, redujesen la distancia entre las clases sociales y aumentas en el poder adquisitivo entre la gente. De cualquier manera, Lula está haciendo reformas profundas.
–No es la sensación, al menos cuando se mira desde afuera.
–Pero es así. Le pongo como ejemplo el plan de reforma agraria.
–Reforma agraria ya había con Fernando Henrique Cardoso de presidente.
–La diferencia es que Lula tiene una meta establecida: 530 mil familias asentadas hasta septiembre del 2006. Y se trata de asentamientos de calidad.
–¿Cómo los definen?
–Fernando Henrique apenas daba la tierra. Ahora no. Ahora se dan tierra, insumos y ayuda no solo para producción sino para comercialización. Este año vamos a asentar 115 mil familias.
–Usted dice que Lula es inteligente y realista. Pero, ¿no cambió de rumbo respecto de la campaña?
–No. Es que la gente que dice eso no le presta atención a dos elementos. Primero, que la opción por esta política económica se hizo en julio del 2002, cuando apareció la Carta a los Brasileños. Quedó claro en ese momento que Lula optaba por hacer cambios sin ruptura institucional. Segundo, Lula logró su victoria con una coalición partidaria que incluye también a sectores de derecha, y tiene que respetar esa coalición. De cualquier manera la prioridad de su gobierno es el área social. Para esta prioridad, por eso, no falta presupuesto. Por eso Hambre Cero tiene cinco mil millones de dólares este año. Esto es muy significativo en el contexto de Brasil.
–¿No hay contradicción entre promover el área social y una política muy restrictiva en lo monetario y fiscal?
–Todavía estamos cumpliendo un acuerdo con el Fondo Monetario firmado por Cardoso. Ahora empezamos a conversar con el FMI sobre qué bases se va a renovar el acuerdo en el 2005. Rodrigo Rato estuvo en Brasil, Lula habló con él y los asesores tratan de llegar a un consenso.
–¿Cuál?
–Lo único que puedo adelantar es que las cosas no van a seguir exactamente como ahora.
–Funcionarios del gobierno brasileño dijeron que Brasil trabajará sin el Fondo. ¿Esa es la idea?
–No puedo decir nada. Del área económica hablan los que están en el área económica. Y como soy asesor del presidente, cualquier cosa que diga será escuchada como la palabra del presidente, porque se supone que tengo información privilegiada. No voy a avanzar de esto: hay conversaciones para buscar nuevas bases en la relación entre Brasil y el FMI.
–¿Usted dudó en aceptar el cargo de asesor? Usted dijo hace poco que trabajar en el Estado es ver el horizonte sentado en una tortuga.
–Yo pensaba que las cosas iban a ser más rápidas. Igual, estoy ahí porque pienso que Hambre Cero es una causa justa. Y soy jefe de la Oficina de Movilización Social. En general los gobiernos prefieren que la sociedad esté inmovilizada. Lula me da toda la libertad para ayudar a que la sociedad se mueva. Yo tengo que lograr que la sociedad participe de los programas sociales, sobre todo Hambre Cero. Escuchar sus demandas, atenderlas... Siempre preservando nuestra relación de alteridad: les reconocemos autonomía e independencia a esos movimientos sociales.
–Usted era, y es, un teólogo de la liberación. ¿Qué significa hoy esa doctrina?
–Hace 20 años solo la teología de la liberación hablaba de deuda externa, colonialismo, de los problemas de este modelo de globalización, de todo esto. Hoy, el Papa habla de todo. En 1991 el Papa apoyó la invasión de Irak por George Bush padre. En el 2003 condenó la invasión de Irak por George Bush hijo. Por eso ciertos elementos de la teología de la liberación llegaron al Vaticano. No es más un sector aparte en América latina. Desde el punto de vista de las manifestaciones papales, de la doctrina social de la Iglesia, hay indicios suficientes. El Papa incluso mantuvo relaciones normales con países sin buenas relaciones con los Estados Unidos, como Cuba, Libia e Irak, y eso para la Casa Blanca era casi una herejía. La teología de la liberación, que antes era típicamente latinoamericana en sus temas fundamentales, en la correlación entre los principios éticos de la fe cristiana y la vigencia de la política neoliberal, ya llegó al Vaticano. Eso nos agrada muchísimo.
–¿Abandonaron el movimiento de los cristianos de base?
–De ninguna manera. El año que viene vamos a realizar en Brasil el décimo primer encuentro nacional, con más de tres mil representantes de 80 mil comunidades eclesiales de base.
–A veces se produce la paradoja de que cuando triunfan las ideas que alguien sustenta, ese éxito agota el movimiento. Si la teología de la liberación ya llegó al Vaticano, ¿cuál es la segunda etapa?
–La primera etapa fue, justamente, desde la fe impulsar a que la gente se organizara por sus derechos. La teología de la liberación movilizó más gente en América latina y en Brasil que toda la iz- quierda junta. La izquierda tenía el pecado original de declararse atea. La gente en América latina tiene como primera ideología la concepción religiosa de la vida y del mundo. Para la segunda etapa que usted menciona hay que tener en cuenta que se crearon mecanismos de lucha laicos, modernos, no confesionales. La elección de Lula es resultado de ese proceso. También la mayor solidez de las centrales sindicales y los fenómenos de mayor democratización del Cono Sur.
–¿Le preocupa el crecimiento de las iglesias evangélicas en Brasil?
–¿Por qué? Es un hecho facilitado por los medios de comunicación, por las dificultades de la Iglesia Católica de llegar a la modernidad...
–¿En qué puntos ve esas dificultades?
–La Iglesia Católica todavía mantiene una estructura premoderna, como la parroquia, como si la gente fuese amiga por vivir en el mismo barrio.
–¿No es así?
–Hoy por las comunicaciones el mejor amigo puede vivir en la otra punta de la ciudad. Hoy las iglesias evangélicas crecen también por la facilidad de formar sus apóstoles. Un pastor neopentecostal se forma en seis meses, o en ocho. Para formar un cura se necesitan cuatro años de filosofía, cuatro años de teología y la heroica virtud del celibato.
–¿Usted tiene alternativa?
–Sí. Una desclericalización de la Iglesia Católica y quizá la ordenación de hombres casados. También ministerio religioso para las mujeres. Será difícil evangelizar con esta estructura tan clericalizada.
–¿Es cierto que los evangélicos son pagados por dinero sobre todo proveniente de los Estados Unidos?
–Tengo mucho contacto con ellos. En Hambre Cero tenemos 30 tipos de formaciones religiosas. Y lo que yo veo es que las iglesias evangélicas son mantenidas por los fieles, en general gente pobre que paga porque cree en la causa de su iglesia y ayuda a mantenerla. Puede venir de afuera algún dinero para colaborar en la compra de una radio o un canal de televisión, pero el grueso de la plata viene de la gente.
–¿La jerarquía católica brasileña es más conservadora que antes?
–El número de obispos progresistas ha bajado en los últimos 15 años, por la vaticanización de la Iglesia latinoamericana. Sectores de Roma se preocuparon por los avances sociales. Pero en Brasil la Conferencia Episcopal sigue siendo la caja de resonancia de las angustias de los más pobres. De los indígenas, de los negros... Cuando el último 7 de septiembre se conmemoró la independencia de Brasil, la Conferencia movilizó para lo que se llamó “El grito de los excluidos”, con misas en todo el país para promover la justicia y la paz. Porque todavía nuestra independencia no se completó.
–En su campaña electoral del 2002 Lula dijo que el objetivo concreto de su gobierno es que los brasileños comieran tres veces por día. ¿Se concretará?
–A través de Hambre Cero y de otros programas de transferencia estamos creando las condiciones para eso. Lula usó esa metáfora para hablar de su deseo de que no haya más desnutrición. Si logramos para este año el crecimiento previsto del 4 o 5 por ciento, si logramos seguir reduciendo la desocupación, si logramos transferir más renta, habrá mejores condiciones. Hambre Cero produjo cuatro efectos muy positivos: la reducción de la mortalidad infantil, la reducción de la desnutrición infantil, la reducción de las migraciones a las grandes ciudades y la reducción de la desocupación.

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