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Hasta ayer, las masacres de este tipo, ocurridas principalmente en escuelas, eran una trágica exclusividad estadounidense. El caso más conocido fue el de Denver, aquel en el que dos estudiantes de la secundaria Columbine asesinaron a 12 compañeros y a un profesor del establecimiento. El impacto mundial de aquella historia derivó en el documental que dirigió Michael Moore, un alegato contra la tenencia de armas. Bowling for Columbine terminó ganando un Oscar.
El caso ocurrió en abril de 1999, cuando Dylan Klebold, de 17 años, y Eric Harris, de 18, luego de su clase de bowling, recorrieron distintas salas del establecimiento riendo y disparando indiscriminadamente a grupos de adolescentes que huían despavoridos.
Este hecho, relatado en el documental de Moore, fue vinculado al fomento de la adquisición de armas con la complicidad de normas permisivas para la compra de esos elementos. En el film, Michael Moore reclama la revisión de la legislación existente en su país sobre el uso de armas y embiste contra la Asociación del Rifle, la poderosa organización lobbista en favor de la libre tenencia de armas.
El listado de escuelas norteamericanas con tragedias de este tipo es abundante. En octubre de 1997, en Mississippi, un joven de 17 años asesinó a tres personas. Dos meses después, en Kentucky, Michael Carneal, de 14 años, se asomó por la ventana del colegio, disparó y mató a tres compañeros. En marzo de 1998, Arkansas, Golden y Mitchell Johnson, de 12 y 14 años respectivamente, dispararon contra un grupo de maestras; cinco murieron.
En abril del ‘98, en Pennsylvania, un estudiante de 14 años asesinó a su profesor. Al mes siguiente, en Oregon, otro alumno de 14 años que había sido expulsado de su escuela entró al bar del establecimiento, disparó y produjo la muerte de dos estudiantes. Veinticinco días después, en Virginia, un joven, también de 14 años, asesinó a una profesora y un empleado. En 2002, un estudiante de enfermería de la Universidad de Arizona mató a tres personas de ese establecimiento y luego se suicidó.