EL PAíS › EL DIA DESDE LOS PASILLOS DE LA CASA ROSADA

Esta vez se cuidaron las filtraciones

 Por Martín Piqué

La Casa Rosada se pareció por un día a uno de esos palacios silenciosos que aparecen en las películas chinas. Como si se hubieran contagiado de sus visitantes, el Gobierno hizo gala de una prudencia y un suspenso dignos de la mejor tradición oriental. Durante varias horas, funcionarios, empresarios y periodistas esperaron que alguien comenzara a leer las mágicas y millonarias cifras que harían renacer a la Argentina, como Lázaro. La expectativa era grande, pero nadie descartaba una desilusión –hasta un papelón– después de los anuncios que anticipaban una inversión de 20 mil millones de dólares. Tras el acto con el presidente Hu Jintao, los presagios parecían encaminarse al ridículo. Sólo se habían firmado acuerdo menores en turismo y trenes y no se había dado ningún número. Pero, al final, empresas de capitales chinos anunciaron acuerdos con el Gobierno para invertir en diez años: los proyectos –de los que persisten varios interrogantes– suman 20 mil millones.
La jornada fue larga, como hubiera dicho Mao. El presidente chino llegó a Ezeiza antes del mediodía y se alojó en el Hotel Hilton con una comitiva muy numerosa. El Gobierno se refugió en el silencio desde el primer momento. Luego, a medida que pasaban las horas, fue mostrando distintos estados de ánimo: la obsesión porque no hubiera trascendidos a la prensa, la incertidumbre de los que no tenían información, los nervios cuando los anuncios no se conocían y el alivio del final. La inquietud por las filtraciones quedó a la vista cuando Hu Jintao llegó a la explanada de la calle Rivadavia. Fue recibido por Kirchner, quien a su vez fue saludado por los funcionarios chinos y argentinos. Cuando el jefe de Gabinete de Cancillería, Eduardo Valdés, se acercó para saludarlo, Kirchner se llevó un dedo a los labios en el típico gesto de pedir silencio.
Tras la experiencia de los últimos diez días, en el Gobierno había una preocupación especial por la difusión de información. El tema había llegado hasta los periodistas chinos que cubrían la visita de su Presidente. “Nosotros no solemos informar antes de los anuncios oficiales. Yo no sé nada”, confesó Li Chuan, corresponsal de Radio Internacional de China, en el sector reservado a la prensa. En cambio, el jefe de corresponsales de la agencia de noticias china Xinhua se mostraba confiado en que habría anuncios resonantes. “Espera, espera, que va a haber algo muy importante”, vaticinó a un impaciente movilero. En ese momento, la curiosidad reinaba entre los invitados del Salón Blanco, ocupado en su mayor parte por funcionarios y empresarios argentinos.
Entre los asistentes habían pocos gobernadores –sólo José Luis Gioja (San Juan), Julio Cobos (Mendoza), Mario Das Neves (Chubut) y el infaltable Sergio Acevedo (Santa Cruz)– y apenas tres legisladores: los diputados Eduardo Camaño y José María Díaz Bancalari, más la senadora Vilma Ibarra. Las ausencias llamaban la atención porque se suponía que el de ayer era un acto con anuncios importantes para la economía y el futuro del Gobierno. El secreto y los entretelones previos, la discusión sobre “la novela”, parecían haber conspirado contra la convocatoria. El gabinete –salvo los ministros Daniel Filmus y José Pampuro– compartió las primeras filas con camarógrafos chinos y con miembros de la delegación de Beijing. En ese primer acto, Kirchner dio la bienvenida a Hu Jintao y habló sobre los “valores comunes como el fortalecimiento de las Naciones Unidas, el multilateralismo y la no intromisión en asuntos internos”.
La recepción a Hu Jintao se concentró en las relaciones exteriores (el presidente chino coincidió con Kirchner en que hay que fortalecer la ONU y la Organización Mundial de Comercio). En público nadie habló del tema más importante en materia diplomática: la inclusión de China como economía de mercado. Pero hasta allí no habían anuncios resonantes, sólo educación, trenes y un convenio para que los chinos puedan viajar con facilidades al país. La expectativa, sin embargo, estaba concentrada en las inversiones millonarias que se habían anticipado. Tras esos anuncios poco espectaculares, una sensación de incredulidad recorrió el Salón Blanco.”Son anuncios muy generales, habrá que ver”, admitían a la prensa entre los legisladores que habían sido invitados.
Cuando todo se diluía, desde Presidencia informaron que se realizaría otro acto con las empresas privadas chinas. Nadie sabía bien de qué se hablaría. Ni los empresarios –del Grupo Roggio, el Banco Piano, Trenes de Buenos Aires (TBA), entre otros– ni los políticos ni los gremialistas. “Son especies de cartas de intención, estudios de proyección, todo muy a largo plazo”, anticipaba uno de ellos que aseguraba estar bien informado. Un rato después se anunciaba que una corporación china-angoleña-portuguesa había firmado una carta de intención para invertir 20 mil millones de dólares en diez años. En el oficialismo la incredulidad daba paso a la satisfacción, aunque nadie daba detalles de cómo se realizarían las inversiones.

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