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Isidori, la senadora que brilló por su ausencia

Es radical, rionegrina. Es seguidora de Verani, en otros tiempos también lo fue de Massaccesi. Perfil de la dama que se fue y desató el escándalo.

 Por Santiago Rodríguez

Quienes la conocen de hace años dicen que siempre fue igual: que desde que empezó en la política supo ser leal al poder de turno y que así fue escalando posiciones en el radicalismo de Río Negro hasta convertirse en senadora nacional. Amanda Isidori lo confirmó ante el gran público minutos antes de la votación del proyecto de derogación de la Ley de Subversión Económica: abandonó el recinto del Senado para que el oficialismo pudiera cumplir los deseos del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Lo hago en respeto a la firma de mi gobernador del acuerdo de 14 puntos donde él asumió un compromiso que yo no puedo soslayar ni olvidar. Quiero ser leal a los compromisos de mi provincia y de mi gobernador, con quien me une un gran afecto”, explicó. “Su” gobernador es Pablo Verani, a quien le debe el lugar que hoy ocupa en la Cámara alta y, paradójicamente, la vicepresidencia primera del bloque radical.
Pocos tenían hasta ayer registro de la trayectoria de Isidori. La rionegrina, como tantos otros de sus colegas, llegó al Senado sin mayor nombre y sólo porque alguien debía ocupar el segundo lugar en la boleta de candidatos a senadores. En su caso, Verani quiso que fuera ella la que en las elecciones del año pasado acompañara en la lista al presidente del radicalismo en Río Negro, Luis Falco, quien no se mostró tan obediente con el gobernador y votó en contra de la derogación de la Ley de Subversión Económica como el resto de sus compañeros de bloque.
A pesar mujer, Isidori tiene fama de hacer política “como los hombres”. “Está permanentemente tejiendo por detrás con el poder de turno”, cuentan en Río Negro. Isidori es de Choele Choel. Allí dio sus primeros pasos políticos y llegó a ser presidenta del Concejo Deliberante de esa ciudad.
En la época en que Horacio Massaccesi era el hombre fuerte en la provincia, Isidori supo ganarse la confianza de Fernando Chironi –entonces ministro coordinador de la provincia y mano derecha del gobernador– y siguió escalando en la interna partidaria.
A tiempo, Isidori advirtió después que la estrella de Massaccesi empezaba a apagarse y se congració con Verani. La rapidez de reflejos trajo sus frutos: primero diputada provincial, después senadora nacional.
Las mujeres rionegrinas no la quieren; sostienen que siempre les ha dado la espalda en pos de su propio crecimiento y más de una la tiene entre ceja y ceja porque, aún siendo senadora, se mantiene como presidenta del Consejo de la Mujer rionegrino. “No renuncia porque usa la estructura del consejo para hacer política”, le reprochan.
Será eso o, quizás, que se encariña con los lugares por los que pasa: Isidori tampoco devolvió la casa que la Legislatura rionegrina facilita en Viedma a los diputados del interior de la provincia, a pesar de haber renunciado el año pasado a su banca para jurar como senadora.
Los otros que no la quieren son los maestros. Es que Isidori fue docente –profesora de Historia, más precisamente– pero se olvidó de su pasado, cuando alcanzó lugares de poder. “Siempre jugó de dura”, recordó a Página/12 el ex secretario del gremio docente en Río Negro y actual titular de ATE en la provincia, Daniel Gómez.
Tras el gesto que la hizo entrar a la historia parlamentaria, algunos radicales, como el senador pampeano Juan Carlos Passo y Federico Storani, pidieron ayer mismo su expulsión del bloque y del partido. Habrá que ver si esta vez el olfato político que la llevó al Senado no le falló.

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