EL PAíS

Dos ex aliados en pugna

HUGO MOYANO

Ortodoxo pero rebelde

El camionero Hugo Moyano tuvo en la figura de su padre, también chofer de camiones, el camino hacia el sindicalismo. A los 17 años ya trabajaba manejando por la Ruta 2 en la empresa Verga Hermanos, donde hizo sus primeras armas en el gremialismo: exigió y consiguió mamelucos para todos sus compañeros fleteros. Peronista desde siempre, creció con la ortodoxia sindical y en los setenta se sumó a la Juventud Sindical Peronista. Admirador del dirigente metalúrgico José Ignacio Rucci, tampoco oculta su preferencia por el sindicalista norteamericano Jimmy Hoffa, quien llegó a conducir un millón de camioneros afiliados en su país. En 1991 desembarcó en la secretaría general de su gremio y fue candidato a diputado con el cervecero Saúl Ubaldini, pero no logró llegar al Congreso. En 1994 se diferenció de la política laboral de Carlos Menem y su CGT adicta de “los gordos” abriéndose y fundando el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). A partir de allí se identificó con la resistencia a la flexibilización laboral que lo llevó a coincidir con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Alguna vez se sumó a los paros convocados por la CGT de los gordos pero con su propia impronta, como cuando en 1996 se sumaron pero llamaron a una concentración con olla popular en la Plaza Congresos, donde fueron ferozmente reprimidos. Fue en ese año que los seguidores de Moyano mostraron su mala conducta en un confederal en Ezeiza. Allí se pudo ver a un camionero disparando un revólver en medio de una reyerta con albañiles de la Unión de Obreros de la Construcción (Uocra), episodio que se repetiría en el traslado de los restos del general Perón el 17 de octubre último. En el 2000 decidió renombrar a su organización como CGT rebelde y fue con la que enfrentó a la flexibilizadora ley Banelco del gobierno de la Alianza llamando a la desobediencia civil. Ese año tuvo un efímero paso por la secretaría general de la CGT, cargo que asumió finalmente en forma de triunvirato cuando se fusionó con la CGT oficial en 2004. En 2005 llegó al cargo con el apoyo fundamental de Luis Barrionuevo.


LUIS BARRIONUEVO

Amistoso y verborrágico

La carrera sindical de Luis Barrionuevo empezó en 1975, por su habilidad para conseguir buenas amistades. La historia dice, que en aquel álgido momento de la historia argentina era un empleado de la Asociación Obrera Textil. Y que en algún momento de ese año supo acercarse a quien fuera el secretario general del gremio, Casildo Herreras, famoso por esgrimir la frase “Yo me borro” cuando el dictador Jorge Rafael Videla y sus secuaces tomaron por asalto el poder, en 1976. La relación con Herreras hizo que fuera nombrado su custodio. De ahí en más su carrera fue cuesta arriba. Fue titular de la seccional San Martín de la Unión de Empleados Gastronómicos. En el ’76, ya con la dictadura militar instalada, consiguió que un coronel le diera respaldo y fue rehabilitado en su cargo. Ya entrada la democracia, su olfato hizo que apoyara al entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem, en la carrera hacia la presidencia. El mismo declaró haber aportado un millón de dólares para la campaña del riojano en 1989, aparte de la barra brava de Chacarita. Del origen de ese dinero partieron los primeros rumores de su amistad con el dirigente radical Enrique “Coti” Nosiglia, sociedad que aún hoy mantiene y a la que unos años más tarde se sindicaría como ingeniera del Pacto de Olivos. El premio que Menem tenía para él una vez llegado al poder fue su designación como interventor del Instituto Nacional de Obras Sociales (INOS), y más tarde de la Administración Nacional de Seguros de Salud (Ansaal). Fue activo partícipe de la flexibilización laboral neoliberal con el sector sindical llamado “los gordos y brindó uno de los raptos de sinceridad más espeluznantes de aquella época, cuando declaró públicamente que “para que el país crezca, los argentinos tenemos que dejar de robar dos años”. Cuando el menemismo cayó en desgracia, se acomodó hacia el lado del duhaldismo, y en ese caso premiaron a su mujer, Graciela Camaño: la nombraron ministra de Trabajo. Después dirigió el club de fútbol Chacarita Juniors y vio trunca su ambición de llegar a la gobernación de Catamarca. Tiene denuncias por enriquecimiento ilícito, pero supo salir indemne.

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