ESPECIALES › UNA NUEVA FORMA DE REALISMO, EN TRES FILMS DE LA COMPETENCIA

El lado oscuro de la historia oficial

La coproducción franco-alemana-japonesa “Trouble every day”, de la directora Claire Denis, se presenta con su aura de película original y sorprendente. Dentro de la sección competitiva, la rumana “Marfa sii banii”, la china “El huérfano de Anyang” y la franco-israelí “La mujer de mi vida” presentan a sus personajes metidos en realidades cada vez más funestas.

 Por Horacio Bernades

Una de las secciones del IV Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente se llama “Globalización y barbarie”, pero eso no quiere decir que sólo las películas programadas en esa paralela muestren la cara más funesta del mundo contemporáneo. Véanse, sin ir más lejos, varias de las películas que inauguran por estos días la muestra competitiva. En Marfa sii banii (que podría traducirse por “Merca y guita”), un tipo sumamente sospechoso contrata a un joven desocupado para que transporte un cargamento de “medicamentos”, pero la paga hace desconfiar de la presunta condición medicinal de esos productos. En El huérfano de Anyang, un obrero expulsado de su empleo, una joven prostituta que no puede mantener a su recién nacido y un mafioso cruzan sus destinos, contra el fondo entre ruinoso y miserable de la Pekín actual. En el film israelí La mujer de mi vida, un joven de treinta y pico paga el precio de su sujeción a un mandato social que castra sistemáticamente sus deseos. Desocupación, cierre de fábricas, mafias, miseria, negocios ilegales, una sociedad que no parece hecha a la medida de quienes la componen: está claro que Argentina no está sola en el mundo, y este IV Bafici parece decidido a probarlo, incluso desde el terreno de la ficción.
Sin embargo, ninguna de estas películas pretende “denunciar” nada, para utilizar un término muy de los ‘70. Variantes de un realismo contemporáneo que no cree en generalidades sino en la detallada observación de lo particular, todas ellas cierran el foco sobre historia y personajes, sin pretenderlos “representativos” de nada. Primera película del cineasta rumano Cristi Puiu, tres cuartos de Marfa si banii tienen lugar en la 4x4 en la que el protagonista deshace –para llevar aquellas “medicinas”– el trayecto entre Constanta y Bucarest, en compañía de una pareja amiga. El espectador es invitado a sentarse en uno de los asientos traseros, como un cuarto pasajero.
Si en Marfa si banii la cámara es el ojo del espectador, en El huérfano de Anyang se trata de un ojo “objetivo”, tan interesado en observar a sus personajes como aquello que los rodea y siempre manteniendo cierta distancia. De allí que los encuadres sean amplios y fijos, desde un único emplazamiento y ningún apuro por ir al corte. Representante cabal de la nueva camada de cineastas chinos, que les dan la espalda a las ostentosas óperas visuales de sus mayores para salir a filmar a la calle, la ópera prima de Wang Chao guarda relación con películas como Xiao Wu, de Jia Zhangke (vista en el primer Bafici), y Diecisiete años, de Zhang Yuan. En todas ellas, la capital china es un espacio ruinoso, venido abajo, y en todas, lo que reemplaza al socialismo es una economía doméstica de negocitos desabastecidos. Por debajo o por detrás, proliferan el mercado negro, los negocios ilegales, las mafias: se entiende que estas películas se produzcan al margen de la protección oficial. Basada en un relato del propio realizador, El huérfano de Anyang es una película implacable, aliviada por algunos suaves toques de ironía.
Aunque al comienzo dé la sensación de tratarse de una de esas comedias para toda la familia que son sumamente populares en su país, Hatouna Mehuheret (traducible por “Casamiento tardío”, pero que se presenta en el festival como La mujer de mi vida) termina diciendo sobre Israel algo muy parecido a lo que El huérfano... dice sobre China. El conflicto parecería del siglo XIX, pero por lo visto algunas sociedades no terminaron de entrar aún en el siglo XX. El protagonista tiene 31 años y un título de filósofo en puerta, pero sus padres lo tratan como si tuviera 15 y fuera un perfecto imbécil. Intentan casarlo (la secuencia en la que lo llevan a casa de la candidata es entre desternillante e intolerable), pero el muchacho se niega. Ocurre que mantiene una relación secreta con una mujer mayor que él, divorciada, con una hija, ¡y encima de aspecto árabe! Cuando el idische pape y la idische mame se enteren, el dueto intrusión/castración se irá poniendo cada vez más siniestro y chocante. Hay una voluntad entre feroz y desesperada en Dover Kosashvili (nacido en Georgia y radicado desde temprano en Israel) y también una enorme astucia cinematográfica, consistente en filmar la máxima vulgaridad con la máxima vulgaridad. La mujer de mi vida demuestra que, cuando se sabe qué se quiere contar y cómo, filmar sin estilo puede resultar el mejor de los estilos.

Marfa sü banii vuelve a exhibirse hoy a las 13.45 y mañana a las 15.45, en ambos casos en el Hoyts 12. El huérfano de Anyang repite hoy a las 16 en el Hoyts 6 y el martes a las 20.30 en el cine Lorca. La mujer de mi vida se exhibe por última vez hoy a las 19.30 en el Hoyts 10.

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