ESPECIALES › AUGUSTO ROA BASTOS

Soledades de un escritor

A los 83 años, enojado con la clase política paraguaya, preocupado por una nación “fragmentada, en crisis”, el autor habla de por qué volvió de Francia a Asunción, de sus esfuerzos por empujar la literatura en su país y de sus ganas de ver a una mujer en el poder. La novela que termina, la necesidad de ganarse la vida y el libro de aforismos “para entretenerme”.

Por Andrew Graham-Yooll

–Políticamente usted es una contradicción. Se sintió identificado con un líder militar como el mariscal Estigarribia (héroe de la guerra del Chaco), pero luego se marchó al exilio, no lo dejaron volver, pero públicamente evitó verse comprometido con grupo alguno.
–Nunca encontré ningún grupo. Por ejemplo, me afilié a un partido nuevo, el Encuentro Nacional, que se fundó aquí, pero después fue un fracaso peor que los partidos tradicionales porque se convirtió en un desaguadero para la gente que venía de otros partidos a meterse para ver si esto les salía bien. Un personaje como Euclides Acevedo, antiguo “febrerista” que escapó de su partido y se metió en el Encuentro Nacional como presidente puede ser anécdota de folletín. Siento un profundo desprecio por esas actitudes. Así que no puedo considerarme ligado ni siquiera sentimentalmente a esos grupos. Paraguay es un país extraño.
–Al igual que mucha gente en la Argentina, usted expresa un profundo desprecio por la actividad política en Paraguay. ¿Cómo salimos adelante?
–Llevando al máximo las posibilidades de acción de uno mismo, en contacto con los centros más vitales. Un país por desgarrado que esté tiene siempre sus centros vitales que siguen latiendo mientras el país vive y la gente sigue trabajando. Aquí todas las condiciones son adversas para un movimiento político. Ya ve, este grupo político, Encuentro Nacional, al que me afilié y luego renuncié, fue un intento de algo nuevo de un grupo de personas. El esfuerzo debe ser reconocido aun cuando no prosperó. Hay que buscar alternativas. Por ejemplo, con el pintor Carlos Colombino solemos confiarnos estas lamentaciones. Vamos a tener que fundar un muro de los lamentos paraguayos. Pero hay que tomar ciertas determinaciones, hay que lograr cierto estoicismo en la vida, no esperar nada del azar ni de los políticos, pero seguir trabajando. La política en Paraguay no existe porque es un juego del azar. Es donde apuestan unos pocos y se ganan todo. No existe porque no hay una tradición política. Los partidos, Colorado y Liberal, están muy atrasados. A mí me maravilla que gente inteligente, amigos míos, sigan perteneciendo a los partidos. ¿Cómo van a ser liberales o colorados? Me parece absolutamente imbécil. Pero hay una pereza en romper con una situación. Hay momentos en que es necesario romper las cosas con un nihilismo extremo. Y después salir a buscar la recomposición de un país. Aquí no hay base para nada, no se avisora ninguna posibilidad de cambio. Un aporte individual no resulta en nada. A mi edad hay que limitarse a producir dentro de su propio esquema con vistas a un futuro que no sabemos cómo será.Yo he venido acá para someterme a la máxima presión de todas las solicitaciones que caen por aquí. Y así me siento bien. Siento que soy útil por lo menos a los más jóvenes. Voy mucho al interior del país todavía. No puedo ser egoísta. Si he ganado cosas en vida, no puedo llevar a la sepultura, tengo que compartirlo con mi país.
–¿En qué está trabajando?
–Estoy escribiendo una novela, la estoy terminando, y entre medio estoy alternando, para no cansarme estoy escribiendo un libro de metáforas y aforismos, que yo llamo Metaforismos. La acción de la novela transcurre aquí en Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza, cuando el país es devastado por los aliados. Y me lo contó un viejo señor, hijo de un combatiente en la guerra. Este es un país muy lastimado por la historia, con todas sus revoluciones y dos guerras internacionales: fueron 24 guerras civiles, en un tiempo relativamente corto.
–¿Qué pasó con su novela El Fiscal?
–Se imprimió hace rato, pero creo que se agotó. Lo que pasa es que no me ocupo mucho de mis textos después de que se editan. Escribo y después me olvido del asunto. Creo que no tuvo mucha trascendencia... Era una novela que tenía elementos centrales de la historia del país, y un poco lahistoria del ser humano en América latina. A mí no me gusta trabajar en una historia circunscripta a cierta acción nomás, pero sí desplegar la riqueza de la condición humana. También me gusta extenderme un poco. Yo como escritor soy totalmente analfabeto. Porque no soy un escritor profesional. Escribo solamente a ratos, cuando tengo un estímulo importante o que resulta importante para mí. No soy un escritor de estos que están trabajando permanentemente y de manera profesional. Yo trato de conservar mi amateurismo. Soy más bien un animador que tiene que pensar en promover vocaciones nuevas. Este país es muy pobre en haber literario. Algunas veces me siento bastante solo. No en cuanto a la familia, que tengo unos cuantos, pero intelectualmente no hay trabajo. Pero, bueno, en un país individualista como Paraguay hay que ser individualista al extremo.
–Usted hasta hace poco enseñaba...
–Ya no, pero yo enseñaba sociología de la literatura a grupos de jóvenes que se reunían en mi casa. Hay que ver la relación que hay entre la creación literaria, en el genero de ficción, imaginario, con los elementos de la realidad de la vida social y del individuo en un lugar como Paraguay. Esa vida es representada a través de los personajes, que en general tienen aspectos autobiográficos. En cuanto a los estudiantes, yo traté de imponer la costumbre, interesante para mí y seguramente para los jóvenes, de crear estímulos en el interior del país. Viajar con ellos al interior para hablar de literatura. No hay una literatura en acción acá, se hacen algunos libros, pero no son parte de un movimiento. Acá es como si se hubiera detenido la evolución de la literatura. No se ha acabado la acción en América latina, la hay en Colombia, y en la Argentina, por ejemplo, en la literatura de esos países. Es importante por su volumen y contenido para nosotros la literatura brasileña, aunque está alejada por el idioma. Pero igual tiene relación con lo que somos nosotros aquí, porque la literatura brasileña quizá sea la más importante de América latina.
–¿Qué pasó cuando ganó el Premio Cervantes? Usted dijo que haría una fundación.
–Se creó Fundalibro, para apoyar la edición de libros paraguayos, porque no hay ningún estímulo para los escritores jóvenes, como dije. Yo no administro esa fundación, hay una pequeña comisión para eso. Yo entregué el aporte del Premio Cervantes. Pero aquí se produce muy poco. La literatura es un género prohibido no por la censura pero por la falta de mercado para los libros. Algún libro ha salido de la fundación, pero no hay una promoción metódica. Si se hubiera podido estimular a la gente más joven para trabajar en la literatura hubiera sido importante, porque no sólo es la escritura y los premios, también el trabajo editorial, y que todos sientan que no están trabajando en el vacío. Literatura es un género de comunicación, un bien social.
–¿Por qué volvió a Paraguay en 1996?
–Yo sentía que mi deber moral como paraguayo es estar acá. Hay un fenómeno que se siente más acá que en otras partes, y es que la actividad intelectual es muy limitada. Por lo general, los que se van, no vuelven. Yo sentí siempre la presión moral de volver y trabajar acá, sobre todo a mi edad. Yo tengo 83 años y es poco lo que me queda de una vida. Quiero dedicar esta parte final de mi vida a estimular a los jóvenes acá en Paraguay. Para mí esto es natural ya, no puedo evitarlo, especialmente por conocer la situación de este país. Pero creo que en todas partes donde he estado he tratado de movilizar la actividad cultural. No es sólo en Paraguay, también en Francia y en Buenos Aires quería ver la cultura en acción. Yo creo que mi retorno al país debe tomarse no como una decisión personal sino como una experiencia aleccionadora para mis compatriotas.Fue el regreso necesario de los hijos inteligentes. Y yo me considero inteligente. Quizá el haber venido acá me niega eso.
–La visión del poder, de opresión, que surge de sus libros, como en Yo El Supremo, pero también en El Fiscal, ¿la ve como parte inevitable de América latina?
–Por lo menos aquí está, en forma larvada, en algunos casos, que puede estallar en cualquier momento. Hay una atmósfera pesada. Hay una opresión económica y escasa resonancia política y social de la sociedad, que hace al sometimiento. Y ese sometimiento hace que la sociedad sea fragmentada, difícil de unir. Esta sociedad ha sufrido muchos golpes a través de toda su historia, y está muy destruida. Hablo de la paraguaya, claro está, porque es la que vivo. Pero la fragmentación hace que la opresión esté instalada, aun cuando no se exprese en forma de poder. Tenemos muchos problemas, incluso el bilingüismo es un problema serio. Ya no se habla un buen guaraní, que es nuestra lengua nativa muy rica, y se impide que progrese en la lengua heredada, el español. Se ha impedido que se hable el guaraní como lengua de cultura, por ser idioma oral. Estamos en una pobreza cultural forzada, artificial, por ese impedimento. Eso hay que tenerlo en cuenta dado que hace a una chatés general al no defenderse nuestra riqueza nativa. Uno solo hace muy poco, es una tarea colectiva que requiere que muchos se dediquen, impulsados por el mismo estímulo cultural que permita que toda la sociedad crezca en conciencia e independencia. Desgraciadamente me siento muy solo. Me preguntan si no me apoyo en gente como los escritores más conocidos de esta región. Sí tenemos comunicación con amigos como Carlos Fuentes, e incluso con Mario Vargas Llosa, pero no hay lo que podríamos llamar un trabajo de conjunto para nuestros países. Yo admiro a Fuentes y a Vargas Llosa por su capacidad de producción, prefiero la obra de Gabriel García Márquez, quizá porque la siento más cerca de lo que yo quiero escribir. Pero me interesa más la obra de Juan Rulfo, por ejemplo, que tiene dos obras. O Borges, por ejemplo. Pero no hace que se pueda trabajar con ellos.
–Bueno, entonces, aparte de sentirse solo, ¿cómo se encuentra aquí?
–Yo estoy en una situación muy forzada y a la vez muy cómoda porque soy algo así como un extraterrestre. No tengo ni siquiera un sitio que puedo considerar mío. Soy un emigrante en mi propio país. Desterrado en mi tierra. Tengo sesenta y tantos años de destierro afuera de aquí, tres exilios consecutivos. Eso pesa mucho sobre la economía moral y la de trabajo de un escritor. Un escritor es al final parte de una fauna muy particular. Sensible, abierto, y al mismo tiempo muy dado a necesitar términos precisos. Pero crear esa apertura y también esos términos de trabajo no se puede aquí. El que ha alcanzado el éxito en las ediciones de sus obras, como ser el caso de Vargas Llosa o de García Márquez, lo tiene que hacer afuera, no en países dependientes como son los nuestros. ¿Para quién se escribe acá?, porque hay que hacerlo para alguien. Escribir sin vislumbrar la posibilidad de ser leído no da estímulo.Para quien es realmente escritor, que siente auténticamente a su sociedad y explora los enigmas de su país, tenemos que crear estímulos porque esos escritores son necesarios para un país. Aquí uno viene a un país devastado, por una guerra, o por situaciones catastróficas, y siendo de aquí uno empieza a buscar cómo levantar al país.
–¿Usted vive de su literatura o tiene una pensión?
–No vivo de mis libros porque no tengo el nivel de producción de otros que pueden sentirse recompensados económicamente. Pero no tengo ni pensión del Estado paraguayo ni del gobierno de Francia. Trabajo por encargo, o escribo artículos periodísticos. Pero eso es culpa mía. A mí no me gusta trabajar profesionalmente, para ganar dinero. Pero hay que hacer lo que es necesario hacer en la lucha por la vida. En este departamento vivo desde mi regreso al país, pero lo compré durante un regreso en los años ochenta.En realidad vine dos o tres veces, la primera no pude entrar porque pesaba todavía esta especie de exilio obligado que se imponía en la época de Alfredo Stroessner. Había venido allá por 1956, cuando mi madre agonizaba. No la pude ver. Después tuve tres entradas al país, y en una compré este departamento para habitarlo. Esto es un desafío, tiene su parte moral. Yo podía haber quedado allá (en Francia), con otras posibilidades y en otros países, incluso latinoamericanos. Tampoco hay que ver a los regresos como patriotismo malentendido. Simplemente formamos parte de un mundo que se hace compacto y yo tengo mi lugar aquí. Dependo un poco del azar, que eso son los premios.
–¿Es posible la unidad latinoamericana?
–Sí, pero a largo plazo. Al fin y al cabo, 200 años de vida como naciones no es tanto cuando se lo compara con mil años de vida y sociedad en otras regiones. Y además nosotros estamos en una situación de deterioro, no tenemos nada seguro, al ser un país más débil económicamente y más pequeño. Acá comprar un libro es un salario para un trabajador medio. Qué vamos a pedirle a la gente que piense en unidad. Tomemos ejemplos más cercanos. Hay varios países aquí en Paraguay y no se conocen. Asunción, la ciudad, no conoce el interior. El interior no conoce la ciudad y la desprecia. Eso se puede trasladar a otros países de América latina. Un brasileño que trabajaba acá en un instituto dijo una vez que somos gemelos unidos por la espalda que no nos conocemos el rostro. La ciudad en general considera al interior como un enemigo potencial.
–Usted alguna vez dijo que quería ver a una mujer como presidenta del Paraguay...
–Y lo sigo sosteniendo...
–¿Eso se debe a su pasión por las mujeres, o cree que sería mejor?
–Yo creo que aquí en el Paraguay todos los saltos de progreso que hemos avanzado, saltos de inválidos, es cierto, se producen cuando hay un choque fuerte que produce cosas nuevas. Y siempre han sido las mujeres que salieron y nos sacaron adelante. La posibilidad de una mujer en la presidencia de la república cambiaría el panorama político y económico. Históricamente se lo merecen las mujeres. Este país sobrevivió mediante la existencia y el trabajo de las mujeres que lo levantaron. Paraguay quedó sin hombres (por la derrota en la Guerra de la Triple Alianza), la mujer tomó la misión de ser padre y madre de sus hijos. Es muy especial la situación de Paraguay respecto de los otros países de América latina porque no hay posibilidad de apoyo social. La mujer como madre, maestra y dirigente podría ofrecer otra perspectiva. Acá a la mujer nunca se le ha dado una participación real. Ni siquiera cuando quedó sola en el país, siempre estuvo al costado o a espaldas de los hombres que había. En los momentos difíciles del país ha sido la mujer quien ha tomado las riendas. En la guerra quedaron los niños, los ancianos, y las mujeres. Ese país con muletas es el que sigue hoy. Estoy muy enojado con los que dirigen este país. Estoy en una situación de rebeldía, no de desprecio por el país, que hubiera sido completamente inútil, sino de ubicarme y asumir la totalidad de mi responsabilidad como hombre, como ciudadano, como escritor dentro de mis limitadas posibilidades. No tengo alianza ni con grupos ni individuos. Mi compromiso es conmigo mismo y lo que pienso. Por eso he dicho que ahora hay que impulsar a las mujeres en Paraguay como las personas que nos pueden sacar adelante.
–¿Cuántos matrimonios tiene usted?
–Un solo matrimonio real. Los otros fueron lo que se llamaban “amigadas”. No soy soltero ni casado, he estado amigado.
–Usted ahora es conocido por una novela, Yo El Supremo. Pero antes de publicarla hubo otros títulos por los que era reconocido en América latina.
–Yo tengo un libro que para mí es el mejor, que es Vigilia del Almirante. Está basada en la vida de Cristóbal Colón. Ese para mí es mi mejor libro por la trama, por la utilización de la historia.
–¿Dónde coloca El Trueno entre las Hojas en su literatura?
–Es una obra de aprendizaje, el primer libro.
–¿Hijo de Hombre?
–Hijo de Hombre es para mí la obra más querida, desde el punto de vista de obra de autor. Aun cuando creo que Yo El Supremo, o El Fiscal, son más conocidos, el libro preferido es Vigilia del Almirante. Creo que es el libro que mejor me representa.
–¿Qué recuerdo le merece Alfredo Stroessner?
–Ningún recuerdo, porque es gente que ha pasado sin dejar nada. Ni siquiera se puede sentir odio extremo. Eso hubiera sido hermoso porque hubiera dejado un caldo de cultivo para los odios constructivos. Estamos muy desorientados por esa gente que pasó por aquí. Por eso, estoy enojado con los que han destruido este país. No ha habido aquí los verdaderos héroes nacionales que en cualquier parte surgen por presión de la necesidad.
–¿Dónde coloca al Mariscal (José Félix) Estigarribia (1888-1940)?
–Fue un hombre importante, pero ya nadie se acuerda de él. Hubiera sido un gran maestro para la juventud. Pero como hay una animadversión (no sé si justificada o no) contra los militares, Estigarribia tuvo que pagar el precio del exilio (en Uruguay, en 1936) también. Es una lástima, murió en ese accidente de aviación en 1940 (a poco de asumir el gobierno con todos los poderes) porque fue un hombre que pudo haber sacado adelante al país. Fue el último gran dirigente. Fue un estratega de primer orden. Su campaña en la guerra del Chaco se estudia hoy en las escuelas militares de Francia y otros países. Peleó una guerra sin armas y sin hombres. La guerra del Chaco fue una gran experiencia colectiva. Ahí nos reencontramos con lo mejor de cada uno. Ahí no nos podíamos mentir. Pero eso ya se olvidó. Desde entonces nos venimos mintiendo.

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